Por la oreja

20 de noviembre de 2018


La adolescente judía se dio cuenta que estaba preñada, pero no quería admitir la verdad ante su comunidad. Con justa razón: esos bárbaros la matarían, si se enteraban que su embarazo no se hizo conforme a la Ley que unos nómadas inciviles se habían dado a sí mismos en sus andanzas por el desierto.

“Piensa en grande, María”, se decía a sí misma la judía, que se las traía: le atribuyó su embarazo a una cosa que se llama “El Espíritu Santo” (AKA “El Paráclito”). Tremenda, la tal María: en vez de admitir que Jonás (es un decir, puede ser otro u otros) le entró como a cajón que no cierra, por obvio temor a la muerte inminente, le atribuyó su preñez a un ente absolutamente incomprobable, manifiestamente inexistente. La japi no tuvo que ver con el embarazo de María, ni tampoco su conducto vaginal: a María le dieron por la oreja, esa es la doctrina oficial (don’t blame me, I’m just reporting).


Hay una evidencia que pudieron ser otros muchos: tres hombres llegaron el mismo día de su nacimiento con regalos para el retoño de María, aún en presencia del hombre más innecesario de la historia, José, alias El Cachudo Metafísico.

Esta historia tiene un giro muy loco: el cuento que echó María es creído y se fundó una religión en la que esta historia de El Paráclito y la oreja de la judía María tienen un lugar importante. Esa religión se impuso en el mundo y hoy uno de cada tres de sus habitantes la cree de alguna manera. Se llama Cristianismo y es uno de los agentes más nocivos que ha parido la historia, el otro nombre de la Infamia.

Y, cuesta creerlo, todo eso empezó con una man que echó el cuento que le dieron por la oreja.

* En latín, para los cultos de entre ustedes: “Per auream entrat Christus in Mariam”. Le dieron es un decir: “El Espíritu Santo” (wink, wink) fue el que le dio. 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un corazón que no cree está lejano a Dios. Te enfocas en lo mundano para la guasa, cuando su historia es el regalo de la Salvación.

MAR dijo...

Algo parecido se me ocurre sobre la noboleña y su masoquismo