El Ecuador, lusus naturae

6 de octubre de 2020

El profesor Cevallos García, en su libro Reflexiones sobre la historia del Ecuador, afirma que el Ecuador ‘ha sido recortado en su geografía, por el norte, por el sur y por el oriente. Quizás no hay pueblo al que más duramente haya tratado la suerte en el Nuevo Mundo’ (V. II, p. 296). En esto, le doy la derecha a Cevallos García: el Ecuador ha sido retaceado de tal manera por sus vecinos que ha sido reducido, en su etapa republicana, a más o menos una décima parte de la que fue la extensión de la Audiencia de Quito como jurisdicción en el marco de la Monarquía Católica.

 

Pero después de reconocer este retaceo, Cevallos García empieza a divagar feo: a pesar de este recorte por todos lados, asombrosamente Cevallos García afirma que el Ecuador es ‘más que un plan político, más que una idea constitucionalista, más que una configuración jurídica(?) porque, según él dice, ‘[e]s una unidad natural, sencilla pero lógica, de una tierra con un tipo humano que doma y acaricia, juntamente, esa misma tierra(!?) (p. 297)*.

 

Que el Ecuador sea una unidad ‘natural’ y ‘lógica’ contraviene a la experiencia de cualquier ecuatoriano. El Ecuador no sólo se ha mostrado artificial y absurdo (carabinambrosiano, como se ha dicho en otras partes) sino que, por ser el Estado del Ecuador así, no ha podido ser nunca ‘más que un plan político, más que una idea constitucionalista, más que una configuración jurídica’. De hecho, siempre ha sido mucho menos que eso.

 

En su artículo ‘Lusus naturae’, Martín Böhmer define a esta expresión latina como ‘un capricho de la naturaleza, una persona o cosa deforme, una monstruosidad’. (El diccionario Collins es más escueto: ‘a freak, mutant, or monster’.)  En ese mismo artículo, Böhmer cita una clasificación de la organización social de los Estados entre ‘modernos’, ‘difusos’ y ‘vacíos**. Los países de América latina son países ‘difusos’, donde existe un Estado débil ‘bajo las formas y los atributos del Estado constitucional, pero [que] en la práctica es incapaz de imponer sus pretensiones frente a otros actores locales’, y que se relaciona con una ‘sociedad híbrida, en la cual se combinan rasgos modernos y premodernos, civiles y desvalidos. Aquí la diferencia entre lo público y lo privado no es clara. Las instituciones, el espacio y los bienes públicos pierden su identidad, su uso se privatiza. Algunas personas utilizan al Estado como una propiedad privada, mientras otras no tiene la posibilidad de acceder a la protección de este’.

 

El Ecuador es un país difuso, con un fuerte componente de lusus naturae, es decir, con mucho de monstruoso. Su retórica constitucional es magnífica: si nos fiamos por su carta de derechos, el Estado del Ecuador protege a todos los seres vivos en su territorio (¡los derechos de la naturaleza!) y procura una máxima eficacia en la satisfacción de sus derechos. Pero bien sabemos, por experiencia, que toda esta retórica es vana, porque el Estado del Ecuador es ineficaz en hacer cumplir las normas que proclama***. Lo monstruoso en el Ecuador es que el Estado, en ocasiones, sí que es eficaz en hacer cumplir sus normas, como cuando decide la persecución política de sus opositores. Es eficaz, pero principalmente lo es para hacer el mal. Como un monstruo.  

 

El período de gobierno de Moreno ha sido una larga y burda comprobación de este argumento****: el Ecuador como lusus naturae*****. Así, por ‘natural’ y ‘lógico’, que decía Cevallos García, el Ecuador nos resulta monstruoso. 

 

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* Este divague consta en ‘Quito: conjunción de hombre y tierra’ (pp. 293-298), inserto en el capítulo ‘Quito, punto de llegada y punto de partida’ (pp. 91-298) del volumen segundo de ‘Reflexiones sobre la historia del Ecuador’, publicado originalmente en 1960.

** El artículo del argentino Böhmer es parte del libro ‘El derecho en América latina. Un mapa para el pensamiento jurídico del siglo XXI’, coordinado por el colombiano César Rodríguez Garavito y publicado el 2011 por siglo veintiuno editores (pp. 185-208). Su definición de lusus naturae proviene del ‘Diccionario ilustrado latino-español, español-latino’ de Vicente García de Diego y José María Mir. Por la clasificación citada, Böhmer reconoce su deuda con Mauricio García Villegas. Las citas siguientes sobre un Estado difuso pertenecen a este último.

*** En un artículo incorporado en el mismo libro que publicó el artículo de Böhmer, el colombiano Mauricio García Villegas agrupa a la cultura del incumplimiento de reglas en América latina según tres puntos de vista: ‘El primero es estratégico, y afirma que la gente incumple luego de calcular costos y beneficios de la obediencia. Los sujetos son considerados actores racionales que incumplen cuando los efectos negativos que acarrea ese comportamiento –la sanción, por ejemplo- pueden ser evitados, no son graves o no se compadecen con los beneficios que se obtienen. El segundo es cultural y supone que la razón por la cual no se acatan las reglas estriba en que los valores que estas transmiten son considerados menos importantes que otros, como por ejemplo los valores religiosos, sociales o familiares. El tercer punto de vista es político, y supone que las personas incumplen las reglas como un acto de resistencia a la autoridad. Desde esta perspectiva, el mundo social está dominado por un puñado de usurpadores que detentan el poder; las instituciones y las autoridades carecen de legitimidad y, por eso, el subordinado no pierde oportunidad para incumplir y dejar de hacer lo que se le ordena’ (p. 162). A partir de esos tres puntos de vista, García Villegas explica cinco mentalidades incumplidoras: el ‘vivo’, el ‘rebelde’, el ‘arrogante’, el ‘taimado’ y el ‘déspota’. O los que en el Ecuador se conoce como ‘conciudadanos’ (‘Ineficacia del derecho y cultura del incumplimiento de reglas en América latina’, pp. 161-184).

**** Empezando por el dictatorial Consejo Transitorio, siguiendo con los persecutorios Salazar y Celi, terminando en una judicatura servil y abyecta.

***** Definiciones posibles del Ecuador: puercoespín mimoso, Vengador Tóxico, estorbo con himno.

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