En una carta fechada el 31 de enero de 1847 y
escrita pocos días antes de morir, José Joaquín Olmedo le comentó a Andrés
Bello sus dudas acerca de si Dios es un ente ‘infinitamente misericordioso’ porque ‘[n]os libertó del pecado, y
nos dejó todos los males que son efecto del pecado’*. Y enseguida estableció Olmedo una comparación con Simón Bolívar,
pues lo mismo que Dios ‘hace cualquier
libertador vulgar, por ejemplo, Bolívar: nos libró del yugo español, y nos dejó
todos los desastres de las revoluciones’**.
La azarosa existencia de los cinco países libertados por Bolívar lo demuestra.
El mismo Simón Bolívar fue lo suficientemente perspicaz como para entender que su obra libertadora se estaba yendo, como en efecto se fue, pa’l carajo. En una carta fechada el 9 de noviembre de 1830 y escrita pocos días antes de morir, Bolívar le comentó a su hombre de confianza en el Sur, Juan José Flores:
‘V. sabe que yo he mandado 20 años y de ellos no he sacado más que pocos resultados ciertos. 1°. La América es ingobernable para nosotros. 2°. El que sirve una revolución ara en el mar. 3°. La única cosa que se puede hacer en América es emigrar. 4°. Este país caerá infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles, de todos colores y razas. 5°. Devorados por todos los crímenes y extinguidos por la ferocidad, los europeos no se dignarán conquistarnos. 6°. Sí fuera posible que una parte del mundo volviera al caos- primitivo, este sería el último período de la América.’***
Bolívar, además de un vulgar libertador, la hizo de profeta de sus desastres.
* Aquí hay de dos sopas: Dios, o es malvado, o es deficiente. Si podría evitar que exista el mal, pero no lo hace, es un Dios malvado. Si Dios no podría evitar que exista el mal y por eso no lo hace, es un Dios deficiente. El creyente suele salvar esta dificultad suspendiendo el juicio (credo quia absurdum), es decir, evitando pensar, que es lo propio de una mentalidad religiosa.
** ‘José Joaquín de Olmedo. Epistolario’, Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Editorial J. M. Cajica Jr., Puebla, 1960, pp. 299-300.
*** Carta de Simón Bolívar a Juan José Flores, del 9 de noviembre de 1830.
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