El capitán Vallejo en 1845

2 de febrero de 2024

            Publicado en diario Expreso el 2 de febrero de 2024.

Hace unos días en el Museo Municipal de Guayaquil, en un acto que contó con la presencia de algunos de sus descendientes, se develó el retrato del capitán de navío José María Vallejo y Mendoza (1793-1865), un hombre notable a quien el año 1845 le significó la pérdida de una pierna y el voto decisivo para elegir al presidente de la República del Ecuador, voto con el que salvó a otro notable. 

Ese año 1845 fue el año de la Revolución Marcista, originada en Guayaquil con el propósito de expulsar al presidente, el venezolano Juan José Flores, del territorio del Ecuador. En marzo de ese año y bajo el mando del general Antonio Elizalde, el capitán José María Vallejo formó parte de quienes se sublevaron para la toma de la plaza de Guayaquil y, producto de los varios impactos de bala recibidos, perdió una pierna. Entonces el inventor José Rodríguez Labandera le construyó a Vallejo una pierna ortopédica de madera. 

Armado de su prótesis de madera, José María Vallejo acudió como diputado por Guayaquil a la Convención de Cuenca. En esta Convención se adoptó la cuarta Constitución del Estado y se eligió a su tercer presidente, después de un gobierno de Rocafuerte y varios gobiernos de Flores. A diciembre de 1845, los dos candidatos que se disputaban la presidencia en Cuenca eran los guayaquileños Vicente Ramón Roca y José Joaquín Olmedo.

De acuerdo con la Constitución, para convertirse en presidente el candidato debía obtener las dos terceras partes de los votos de los diputados reunidos en la Convención. Por varios días se votó una, dos, ochenta veces: al final, el comerciante Roca contaba 26 votos y el poeta Olmedo contaba 14. 

El candidato Olmedo era apoyado por la prestancia y la oratoria de Rocafuerte, pero Olmedo mismo no se mostraba convencido de su candidatura. Le parecía absurdo gobernar una patria de conceptos vacíos: “¿Qué significarán estos nombres, patria, libertad, derechos del pueblo, convención, etc.?’, se preguntaba por aquellos días en una carta a un pariente. Y abundaba: “Estos esfuerzos de Rocafuerte serán inútiles porque ya es tarde […]. Yo sentiré que haga algún escándalo, y más el que yo sea la causa ocasional”.  

La noche del 7 de diciembre, el diputado Vallejo, harto de esta situación sin solución, cambió su voto por Olmedo y destrabó la elección. Su voto por Roca sumó los 27 que él necesitaba para obtener las dos terceras partes de la votación. Roca se convirtió en el presidente para el período 1845-1849.

La justificación del diputado Vallejo fue la siguiente: “Convencido de que no podrá ser elegido el candidato por quien he sufragado más de ochenta veces, que la Nación necesita con urgencia constituirse para que no se malogre la revolución por quien he derramado mi sangre como patriota y que ningún resultado producirá una resistencia indefinida: voto para presidente por el señor Vicente Ramón Roca”. Este episodio dejó una frase para la historia, aquella pronunciada por Rocafuerte tras conocer la derrota de su candidato: “Se ha preferido la vara del mercader a la musa de Junín”.

Olmedo, por su parte, declaró en carta a un familiar hallarse “muy contento de quedar libre”. En corto, seguro el cantor de Junín se lo agradeció a Vallejo.   

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