Publicado en La Contra el 21 de mayo de 2024.
Fernando Ampuero Trujillo, mi buen amigo (de decenas de años y compañero de la singular GkillCity), me pidió una opinión para La Contra por el despido de la directora de la Academia Nacional de Historia capítulo Guayaquil. Como amante de mi ciudad, ofrezco estas palabras:
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Dirijo este artículo a los miembros de la Academia Nacional de Historia que, de manera tan reciente como este viernes, sancionaron a una persona por salirse del relato que la Academia se esfuerza por preservar.
Presento mis mínimas credenciales históricas: En este blog, he escrito mucho sobre el 10 de agosto de 1809 (mis artículos están agrupados en este enlace) y acerca de la independencia de Guayaquil. En un diario de mi ciudad, Expreso, publico desde febrero del año 2022 una columna que lleva por título “La otra historia del Ecuador”. En ella, publiqué este artículo el viernes 19 de abril de este año:
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Creo que la Academia Nacional de Historia ha cometido dos injusticias. Ha sancionado a la directora de la Academia Nacional de Historia capítulo Guayaquil, Antonieta Palacios Jara, por haber suscrito un documento en el que solicitó el 22 de marzo de 2024 al Municipio de Guayaquil el cambio de nombre de la calle 10 de agosto, en el tramo comprendido entre Chile y Malecón, a una de las siguientes dos opciones: Provincia Libre de Guayaquil o República de Guayaquil. Esto se prueba en el Oficio No. ANH-005-O (este enlace, pp. 94-95).
Ese documento fue acogido por el órgano municipal a cargo del patrimonio en el Municipio de Guayaquil, la Unidad Técnica de Patrimonio Cultural, cuya directora, María Isabel Silva Iturralde, elaboró un razonado informe en el que se escogió la denominación República de Guayaquil y se fundamentaron los motivos para justificar dicho cambio de denominación de la calle. Esto se puede apreciar en el Memorando No. DG-UTPC-0247-2024 (este enlace, pp. 87-93).
Por haber presentado el documento del 22 de marzo, el Directorio de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, en su Resolución del Directorio No. ANH 001-2024, suspendió de forma indefinida a Antonieta Palacios Jara del cargo de directora del capítulo Guayaquil de su institución. La razón que han esgrimido en el considerando cuarto de su primera resolución del año 2024 (no parece que tengan mucha actividad) es la inmersión de la conducta de la directora Antonieta Palacios en lo dispuesto en el artículo 33 del Estatuto de su organización: “se consideran faltas graves los actos que afecten a la unidad nacional o que promuevan la ruptura, división o disolución de la Academia”. Es evidente que ellos consideran que el oficio firmado por la directora Antonieta Palacios el 22 de marzo afecta, de alguna manera, a la unidad nacional.
Como base para esta conclusión, en el considerando tercero de su resolución, el Directorio afirma que el nombre República de Guayaquil “no tiene el menor fundamento histórico y tiende a erradas interpretaciones, fomentando a su vez división o regionalismo en nuestro país”.
Para interpretar esta crítica inserta en su primera resolución se debe considerar el Informativo Electrónico No. 58 de la Academia Nacional de Historia del Ecuador, que contiene una comunicación dirigida al Alcalde de Guayaquil. Allí se puede leer un pronunciamiento de dicha entidad, donde consta una frase singular y en negritas: “Guayaquil nunca fue República”. También hay que tolerar en este documento la lectura de que la resolución del Concejo Municipal de cambiar el nombre de la calle “ha sido interpretada, por amplios y representativos sectores del país, como un acto de separatismo o regionalismo” y que, por ello, debe realizar un pronunciamiento “sobre la realidad histórica, el significado del 10 de Agosto de 1809 y la necesidad de trabajar por la unidad nacional”.
Para entender el tamaño de la injusticia cometida en perjuicio de Antonieta Palacios, se debe criticar cuatro aspectos de lo resuelto y expuesto por la Academia Nacional de Historia del Ecuador.
1) Guayaquil sí fue república
En rigor, creo que debemos definir los términos del debate. La corriente que dice que Guayaquil no fue república (tomemos al doctor Franco Loor como su representante) sostiene que ello es así, porque en ningún documento se dice específicamente “República de Guayaquil”. Es un argumento digno de Lenin Moreno: “No hay texto”.
Con el debido respeto, esto es juzgar un libro por la portada, privilegiar la forma a la sustancia. El doctor Franco Loor nos invita a una arqueología de documentos para probar algo que no existió, empresa tan exhaustiva como fútil. La pregunta que se debe responder es: ¿Qué significó la independencia para Guayaquil? La tarea de los historiadores debería ser desentrañar esta pregunta, analizarla desde distintas aristas.
Y una específica es ésta: El 9 de octubre de 1820 tuvo una consecuencia concreta, como fue que la provincia de Guayaquil empezó a vivir bajo las normas que dictaban sus propios representantes, no una autoridad en España; a gozar de un régimen electivo por oposición a un régimen hereditario de gobierno; a tener nuestra bandera, nuestra imprenta y nuestras relaciones diplomáticas con otros Estados (fueron cinco: Perú, Colombia, Chile, Guatemala y Estados Unidos).
Los politólogos italianos Norberto Bobbio, Nicola Matteucci y Gianfranco Pasquino, en su Diccionario de la Política*, empiezan su definición de la voz “república” de la siguiente manera:
“En la moderna tipología de las formas de estado el término r. se opone a monarquía; en ésta el jefe del estado accede al sumo poder por derechos hereditarios, mientras que en la primera el jefe de estado que puede ser una sola persona o un colegiado de más personas (Suiza), es elegido por el pueblo directo o indirectamente (a través de asambleas primarias o asambleas representativas).” (p. 1391)
Eso precisamente pasó en Guayaquil: desde el 9 de octubre, el acceso al poder no ocurría más por herencia sino por elección hecha por representantes, que se reunieron en asamblea entre el 8 y el 11 de noviembre de 1820. Se reunieron en la ciudad de Guayaquil para dictar sus normas de autogobierno un total de 57 representantes de 27 pueblos de la provincia de Guayaquil (para que quede constancia: 1 por Balao y Puná, 1 por Canoa, 1 por Caracol, 1 por Colonche, 1 por Palenque, 1 por Pichota, 1 por Santa Lucía, 2 por Babahoyo, 2 por El Morro, 2 por Machala, 2 por Montecristi, 2 por Puebloviejo y Ventanas, 2 por la Punta de Santa Elena, 2 por Samborondón, 2 por Yaguachi, 4 por Baba y Pimocha, 4 por Jipijapa, 5 por Daule y 16 por Guayaquil). El territorio que tuvo representantes en la asamblea de noviembre de 1820 abarcó las actuales provincias de Guayas, Manabí, Los Ríos, El Oro y Santa Elena.
El Guayaquil de la época enalteció la importancia de la reunión del Colegio Electoral (nombre oficial de la asamblea de representantes). Los politólogos italianos coinciden con la importancia de tener canales institucionalizados de expresión: “En conclusión, el orden político en la r. democrática nace desde abajo, aun en medio de los disentimientos, con tal de que tengan canales institucionalizados para expresarse” (p. 1392). Pero hay que decirlo, mejor lo expresa la Junta de Gobierno presidida por el poeta Olmedo en el decreto que emitió para conmemorar la reunión del Colegio Electoral:
“Después de proclamada nuestra independencia no podíamos llamarnos libres, hasta aquel día en que vencidos dignamente los escollos que presentan siempre las revoluciones en su principio, pudo reunirse la representación de la Provincia, que es el más precioso de los derechos sociales, y el privilegio más noble de los pueblos libres. Este memorable día fue el 8 de Noviembre de 1820…”.
Ese memorable día, destacó el decreto de la Junta, fue cuando “por primera vez pronunció libremente su voluntad el pueblo de Guayaquil, y puso los cimientos de su voluntad política”.
El cierre del artículo del Diccionario de la Política debería ser un disipador de dudas: “el término republicano siempre estuvo vinculado a un origen y a una legitimación popular del poder de aquel que sustituyó al rey, que legitimaba su poder en la tradición.” (p. 1393)
Así, no se trata de gastar energía en encontrar una etiqueta, de lo que se trata es de pensar un episodio de la historia que ha sido relegado al olvido. Por la reacción desproporcionada que ha generado, se nota que algunos todavía quisieran mantenerlo allí.
Una forma de combatir este olvido es el recuerdo en una de las calles de Guayaquil del tiempo entre 1820 y 1822 en que hubo en Guayaquil un autogobierno sin régimen monárquico, o lo que viene siendo para Bobbio, los otros dos politólogos y cualquier persona sensata, el tiempo que fuimos república.
2) La interpretación separatista del cambio de nombre
El rigor que se exige en el apartado anterior se ha desvanecido en este apartado. Aquí no se encontrará una méndiga prueba, ni un pinche indicio, nada. Es sólo suposiciones, basadas en la histeria no en la historia. Tomemos al expresidente Correa como ejemplo: él equipara lo ocurrido el jueves en el Concejo Municipal de Guayaquil con la intentona separatista de los socialcristianos et alii allá por los años 2000… ¿Pruebas para esto? Ninguna, sólo contamos con su intuición, lo que él percibe de la situación.
Es un argumento digno de Walter Mercado**.
3) El significado del 10 de agosto
En este apartado, me remitiré a un artículo que publiqué justo el día de la destitución de Antonieta Palacios, en diario Expreso. De independencia, nada:
4) El supuesto atentado a la unidad nacional
Sugerir que el recuerdo de un episodio ocurrido en Guayaquil entre 1820 y 1822 atenta contra la unidad nacional es absurdo. Tan absurda es esta idea que su implementación comportaría un atentado contra la libertad de toda ciudad para recordar y escribir su propia historia.
Lamentablemente, las ideas de la Academia Nacional de Historia capítulo Ecuador para aplicar el artículo 33 de su estatuto en perjuicio de Antonieta Palacios son mínimas, escuetas. De la motivación constante en el considerando tercero de su resolución No. ANH-001-2024 se desprende que, dado que ellos consideran que Guayaquil nunca fue una república, de ello se debe deducir que la sola mención de su existencia fomenta “división o regionalismo en nuestro país”. En su Boletín Electrónico No. 58 ellos afirman que la decisión de cambiar la calle “ha sido interpretada, por amplios y representativos sectores del país, como un acto de separatismo o regionalismo”. Pero no se les cae un nombre de estos supuestos ofendidos, ni una idea de cómo la sola mención de un acontecimiento produce un efecto tan terrible.
Me ocupé líneas arriba de argumentar, al amparo de Norberto Bobbio y del sentido común, la existencia de un Guayaquil republicano y autónomo entre el 9 de octubre de 1820 y el 13 de julio de 1822. Ahora me ocuparé de la deducción que el directorio de la Academia Nacional de Historia del Ecuador desprende de su premisa falsa y de la consecuencia que aquella deducción (inválida, en términos lógicos) tendría para el libre debate de las ideas.
Si una afrenta al 10 de agosto y a delicadas personas se registra cada vez que se llega a plantear la existencia del Guayaquil republicano y autónomo entre 1820 y 1822, el resultado que desearía esta institución académica asentada en Quito es silenciar el tema para evitar que se ocasione dicha afrenta a una fecha y a unas almitas sensibles y anónimas. Ese mismo es el caso, y la sanción a Antonieta Palacios es uno de sus instrumentos. Sólo hago notar que este tipo de zafia conducta resulta contraria a los fines de ampliar el conocimiento que debería animar las acciones de toda institución académica.
Porque una verdadera academia no silencia un debate. Una verdadera academia lo favorece, lo estimula, lo promueve. Bienviene el libre debate de ideas. Y no se impone con argumentos de autoridad (“Guayaquil nunca fue República”, como si esas negritas fueran una profunda meditación). Su estrategia debería ser persuadirnos con razones bien hilvanadas, con argumentos válidos.
Pero razones y argumentos por parte de la Academia Nacional de Historia del Ecuador son lo único que no ha existido, ni para imponer una sanción ni para exponer sus ideas. Por oposición, la república de Guayaquil sí existió. (O debo decir: “Guayaquil sí que fue república”, tal vez así nos entendemos.)
Conclusión
Quito nunca fue una república, no conoció el autogobierno. A ella la tuvieron que ir a sacar de España para ponerla en Colombia. El tránsito de esto tuvo un momento preciso: el 25 de mayo de 1822, a las 14h00, cuando en la cima del Panecillo se arrió la bandera española para izar el tricolor colombiano. (Si tanto Quito quiso la independencia, ¿por qué la calle que sube a la cima del Panecillo se llama Melchor de Aymerich?***). Quito siempre estuvo sometida a otra jurisdicción, hasta que en 1830 se convirtió en la cabeza del Estado del Ecuador.
A diferencia de Cuenca, que se independizó el 3 de noviembre pero después de la derrota en la batalla de Verdeloma volvió a ser española, o de Quito que fue española hasta que la hicieron colombiana, Guayaquil se independizó el 9 de octubre de 1820 y nunca más volvió a ser española. En ese período entre 1820 y 1822 que Guayaquil no fue ni española ni colombiana, ella fue la cabeza de una provincia que se autogobernó a sí misma.
Lo específico del hecho de la independencia el 9 de octubre de 1820 es haberse separado de un régimen monárquico con ese Fernando VII (tan “rey legítimo y señor natural” de los quiteños) impuesto por la tradición de lo hereditario, para pasar a un régimen republicano con un gobierno “electivo” de los guayaquileños, como lo señalaba el artículo 1 del Reglamento adoptado para su autogobierno por los representantes de la provincia.
Ese período concreto de autogobierno y sin Monarquía Católica que nos rija y dirija, esos específicos 642 días, es lo que se quiere recordar. ¿Por qué desconocer el mérito de haberse independizado Guayaquil y de haber sostenido su independencia? ¿Por qué silenciarlo?
Creo que la respuesta es que les daña su relato. La Academia Nacional de Historia, con sede en Quito, sostiene el 10 de agosto de 1809 porque permite situar a Quito (de manera falaz) como el punto de partida del proceso de independencia. Eso, hace tiempo, se ha demostrado que es falso. La Junta de Quito, como otras de la misma época (Montevideo, Charcas, La Paz, todas anteriores a Quito), fueron de signo conservador. Y realmente, ello no puede sorprendernos en la ciudad que incineró a Alfaro.
Y para sostener ese relato falaz se debe opacar que cualquier otra ciudad brille, aún a costa de la verdad histórica. Así, Guayaquil, única ciudad que peleó, ganó y mantuvo su independencia (por 642 días y gobernada con reglas dictadas por sus representantes) hasta que la anexionaron a la República de Colombia, desde la perspectiva de la citada academia, debería no recordar su pasado a mayor gloria del 10 de agosto.
Y esa es la segunda injusticia. Por eso creo que es un deber cívico hacer lo contrario.
~*~
* Norberto Bobbio, Nicola Matteucci, Gianfranco Pasquino, ‘Diccionario de política’, Siglo xxi editores, México D.F., 2007 (primera edición en italiano: 1976).
** Originalmente, iba a ser un argumento “digno de la Guga Ayala”. Pero conversando con un pana, me persuadió de que sea “digno de Walter Mercado”, que es como la Guga Ayala pero versión Univisión.
*** Esta duda tiene video:
14 comentarios:
Inmenso el artículo didáctico e histórico. Por su crítica constructiva y argumentativa a unos quejosos que sino lo leen seguirán siendo lo que refleja el video-increible y creíble, a la vez, porque es la realidad de la historia. Grande Xavier, un abrazo sigue así.
Aplausos! Excelente artículo, bien fundamentado. Se ha demostrado que si existió La República de Guayaquil.
Por principio, rechazo la actitud de la ANH en cuanto pretende silenciar voces en un debate. Lo que corresponde es fomentar el flujo de mejores argumentos y de datos correctos.
Dicho esto, el artículo tiene importantes errores, que merecerían otro artículo para refutarlo. Señalaré tres de los errores que me parecen más llamativos.
1. El autor, muy "suelto de huesos" escribe: "Quito nunca fue una república, no conoció el autogobierno. A ella la tuvieron que ir a sacar de España para ponerla en Colombia" y afirma también: "A diferencia de Cuenca, que se independizó el 3 de noviembre pero después de la derrota en la batalla de Verdeloma volvió a ser española, o de Quito que fue española hasta que la hicieron colombiana, Guayaquil se independizó el 9 de octubre de 1820 y nunca más volvió a ser española (...) Guayaquil no fue ni española ni colombiana, ella fue la cabeza de una provincia que se autogobernó a sí misma...".
Esto refleja un desconocimiento de historia ecuatoriana que raya en lo inverosímil. El autor se ha olvidado por completo de un hecho fundamental (qué extraño...): Quito formó, entre febrero y diciembre de 1812 (es decir, casi una década ANTES del 9 de Octubre de 1820), un Estado independiente, soberano, con gobierno electivo y republicano; con ejército y Constitución propios. Fue la agrupación de 8 provincias libres y con expresa voluntad de consolidar un país independiente más amplio (independencia a la que Guayaquil se opuso, por cierto).
Este solo hecho lo cambia todo. Con cierta socarronería, el autor presume de que "Guayaquil nunca más volvió a ser española". Olvida decir que ello ocurrió en un contexto muy diferente al del movimiento autonomista quiteño y mucho después (en aquellos años de cambios tan abruptos, 9 años son una eternidad). El movimiento quiteño entregó su sangre, la vida de varios de sus mejores ciudadanos y sus caudales.
Pd. Por cierto, en teoría política, es perfectamente posible tener un Estado independiente, con monarca extranjero. Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Bahamas, Jamaica y otros son claros ejemplos.
2. En Historia es muy peligroso formular reinterpretaciones forzadas (como ocurre con la "República de Guayaquil". Me pregunto: ¿por qué no emplear el honroso e histórico nombre de "Provincia Libre"? -¿daña el relato ideológico?-). Además, el rigor es muy importante. ¿Daría lo mismo nombrar a la calle "José Vicente Espantoso" como "Pepe Viche Horroroso"? ¿Daría lo mismo colocar en el marcador, cuando juegue "Sociedad Deportiva Aucas", "Sport Club Jíbaros".
3. El autor, en tono despectivo, afirma "Y realmente, ello no puede sorprendernos en la ciudad que incineró a Alfaro". Cabe recordarle que, desde fines de 1911, el pueblo llano de prácticamente cada población del Ecuador, clamaba por ajusticiar a "los Alfaro", empezando por Guayaquil, desde donde los Alfaro y sus acompañantes tuvieron que ser extraídos porque su vida corría inminente riesgo. Tanto así, que apenas 3 días antes, Pedro Montero fue asesinado en Guayaquil; descuartizado, eviscerado e incinerado en plena Plaza de San Francisco por el pueblo guayaquileño (la viuda luego andaba mendigando porque le devuelvan la cabeza y el corazón, que era lo único que quedó).
Una documentada historia despierta a un pueblo engañado. FELICITACIONES. Siempre digo que vivo en un país construido sobre mentiras y bucaneros.
Más claro no canta el gallo de la Catedral de Quito.
Diego:
realmente la Constitución de 1812 no da para tanto como tú sugieres. https://xaflag.blogspot.com/2023/12/la-constitucion-de-1812.html
si acaso, da para la risa:
https://xaflag.blogspot.com/2022/04/quito-1812.html
por el lado del nombre, tu reductio ad absurdum (club Jíbaros, etc.) tiene guasa. Pero de lo que se trata es de reconocer el acto por su significado histórico (el tránsito de una monarquía -gobierno de uno- a una república -gobierno en pro de la res pública, por representantes). En Guayaquil, eso ocurrió de manera prístina. En Quito, nunca.
Finalmente, brutalidades hubo en todas partes, pero en Quito como ninguna. Háganse cargo, muchachos:
https://xaflag.blogspot.com/2017/01/quito-gore.html
saludos.
👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼
Qué disfrute. Felicidades.
por cierto, Diego, de lo que deberíamos preocuparnos es de tumbar esa mentira histórica del 10 de agosto:
contexto:
https://xaflag.blogspot.com/2019/12/siglo-y-medio-de-miseria-y-derrotas.html
a weirdo:
https://xaflag.blogspot.com/2020/08/lo-contrarrevolucionario-en-la.html
un rasgo de humor:
https://xaflag.blogspot.com/2020/08/10-de-agosto-y-debido-proceso.html
saludos.
1/2
Gracias, Xavier, por tomarte el tiempo de responder.
Disculpa la franqueza, pero la circunstancia lo amerita. Tu artículo con el enlace https://xaflag.blogspot.com/2023/12/la-constitucion-de-1812.html me parece un ejemplo de manual de cherry picking y de parcialidad. En él, se presentan los sucesos históricos desde la mera simpatía o antipatía personal.
1. Entre las cosas más llamativas, el artículo afirma, sobre el Estado de Quito de 1812: “Estas provincias, todas andinas y unidas “más que nunca” y “para siempre”, se extendían desde Otavalo en el Norte hasta Riobamba en el Sur”. Cabe precisar que, en realidad, el ejército del Estado de Quito llegó a ingresar en Pasto y tuvo expresas intenciones de incorporar Barbacoas y Tumaco; por el sur, incluía Alausí; hacia el suroccidente, Guaranda y su subtrópico. Hacia el noroccidente, el actual segmento norte de Esmeraldas. Tenía una población que era más del séxtuple de lo que tuvo, casi una década más tarde, la Provincia Libre de Guayaquil.
2. En otro punto, el artículo afirma “Al poco tiempo, Quito se cortó sola y no buscaría más integrar otros territorios al suyo. De alguna manera, la Constitución de 1812 es un reconocimiento de la derrota de 1809-1810”.
La primera idea desconoce deliberadamente que el propio artículo 1 de la Constitución quiteña de 1812 afirma, al referirse a las provincias que integran el Estado: “DEBIÉNDOSE ENTENDER LO MISMO RESPECTO DE LAS DEMÁS PROVINCIAS VINCULADAS POLÍTICAMENTE A ESTE CUERPO LUEGO QUE HAYAN RECOBRADO LA LIBERTAD CIVIL DE QUE SE HALLAN PRIVADAS AL PRESENTE POR LA OPRESIÓN Y LA VIOLENCIA, las cuales deberán ratificar estos Artículos sancionados para su beneficio y utilidad común” (resaltado fuera de texto).
El artículo ignora, además, que las autoridades del Estado de Quito sí buscaron activamente la incorporación de otros territorios. Tanto es así, que una de las principales preocupaciones del Estado fue la conducción de las campañas militares hacia Popayán y Cuenca.
Dicho esto, la segunda idea de la afirmación es antojadiza, falsa e insostenible.
3. El artículo afirma también: “Es un hecho que la Constitución de Quito no pensó a este nuevo Estado como un Estado independiente. Como evidencia consta su artículo 5, que se redactó “[e]n prueba de su antiguo amor, y fidelidad constante a sus antiguos Reyes” y donde se reconoce a Fernando VII, rey de España, como “su Monarca”, siempre que se libere de la dominación francesa (lo que finalmente ocurrió en 1814). Es decir, no fue (ni podía ser) ecuatoriana, ni tampoco fue la Constitución de un Estado desligado de España”.
Esta afirmación raya en la falsificación histórica deliberada, pues omite –convenientemente- el contenido del artículo 2 de la Constitución quiteña: “EL ESTADO DE QUITO ES, Y SERÁ INDEPENDIENTE DE OTRO ESTADO Y GOBIERNO EN CUANTO A SU ADMINISTRACIÓN Y ECONOMÍA INTERIOR reservándola a la disposición y acuerdo del Congreso General todo lo que tiene trascendencia al interés público de toda la América, o de los Estados de ella que quieran confederarse” (resaltado fuera de texto). Y, de paso, se omite, a conveniencia, el contenido del artículo 3: “La forma de Gobierno del Estado de Quito será siempre popular y representativa”.
Además, omite deliberadamente la realidad político-administrativa del territorio quiteño entre octubre de 1811 y diciembre de 1812, que fue, indudablemente, independiente y autónoma.
La afirmación conlleva también un sorprendente grado de desconocimiento de teoría política, al pretender presentar el reconocimiento de Fernando VII como supuesta evidencia de que no se habría concebido un Estado independiente. Para ilustrar al autor, basta mencionar el caso de la Mancomunidad de Naciones, en la que países tan independientes como Canadá, Australia y Nueva Zelanda MANTIENEN TODAVÍA como monarca al rey de Inglaterra.
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5. El artículo señala también que “la mentada Constitución fue un fracaso (…) Así, la unión “más que nunca” y “para siempre” no duró ni las sesiones del Congreso que produjo la Constitución”. Es decir que, al tiempo que se confunde Constitución con Estado (pues la Constitución fue promulgada el 15 de febrero de 1812 y el bando “sanchista” se retiró con posterioridad hacia Latacunga, es decir, ya concluido el Congreso Constituyente de 1811-12), se ofrece un argumento insustancial (la pugna entre bandos políticos como evidencia del fracaso de una “Constitución” (?)) e incompleto (pues, otra vez de modo conveniente, se omite informar que aquella pugna política fue superada y que los bandos se unificaron poco después).
En tales circunstancias, obviamente el artículo no podría sino derivar en conclusiones absurdas.
6. Sobre el artículo “Quito, 1812” https://xaflag.blogspot.com/2022/04/quito-1812.html, su contenido es una mera elucubración falaz y fantasiosa. Carece del más mínimo rigor y valor argumentativo. Sobre aquel, basta con señalar que se basa en la inmensa insensatez de considerar que el Estado de Quito hubiera sido un “infierno en la Tierra”, por el hecho de consagrar al Catolicismo como religión del país. Es preciso recordar al autor, que el Reglamento provisorio constitucional de Guayaquil de 1820 (¡oh, qué cosas!) tiene exactamente la misma norma en su artículo 1, sin que ello hubiere motivado semejante frenesí de animadversión para el caso de la Provincia Libre de Guayaquil.
7. Finalmente, se ha colocado un enlace al artículo “Quito gore” https://xaflag.blogspot.com/2017/01/quito-gore.html, pero curiosamente (?) no se ha dedicado un artículo semejante al “Guayaquil gore” donde en realidad inició, 3 días antes, la masacre de “los Alfaro”, con el arrastre, mutilación, evisceración e incineración de Pedro Montero. “¡Háganse cargo, muchachos!”.
Saludos,
Diego:
El hecho de que el Estado de Quito haya tenido intenciones de alcanzar otros territorios, sólo evidencia su fracaso.
Sobre el punto 1:
Cuando intentó por el Norte, perdió en la batalla de la Tarabita de México:
https://xaflag.blogspot.com/2023/11/la-resistencia-payanesa.html
Cuando intentó llegar a Esmeraldas, le dijeron “No way Joséfffff”.
https://xaflag.blogspot.com/2018/09/quito-y-el-capitan-de-un-buque-ingles.html
Y Esmeraldas fue un gran No wayffffff, by the wayfffffff:
https://xaflag.blogspot.com/2020/08/esmeraldas-no-way.html
Sobre el punto 2:
Esa Constitución tal vez quiso incorporar a otras provincias, etc., pero eso es parte de lo ilusos que fueron los quiteños. La realidad es que nadie les paró bola, y si acaso, se propusieron someter a Quito sin mucha misericordia, matanza del 2 de agosto incluido. La Constitución se podría haber aplicado a Quito y en los pintorescos pueblos de sus alrededores, pero nada más, más allá del wishful thinking de los quiteños de entonces.
Sobre el punto 3:
El movimiento de Quito fue autonomista, no independentista. Ese es el punto. Y los artículos que citas no lo desmienten, porque se trata de un régimen inserto dentro de una monarquía. A diferencia de Guayaquil, Quito no se consideró un Estado independiente de España.
Te comiste el punto 4.
Sobre el punto 5:
La validez de las normas es importante. En todo caso, me gustaría que demuestres el fruto de la pugna superada y los bandos unificados. ¿dónde las normas y decisiones administrativas que demuestran lo que afirmas? Esto estará interesante.
Sobre el punto 6:
Lee bien: Guayaquil dice que es católica, en su artículo 1. Lo que dice en la norma de 1812 es que SOLO pueden ser vecinos de Quito los católicos. Es muy distinto, y sí, no dudo que sería el “infierno en la Tierra”.
Sobre el punto 7:
El quantum de brutalidad de Quito es mucho mayor que en cualquier parte del territorio patrio, evidenciado en la barbarie de la Hoguera Bárbara. Que quieras hacer una tan pobre tu quoque, en este punto, únicamente evidencia pobreza en tu argumentación.
Finalmente, el 10 de agosto no hay cómo tomárselo en serio. Hay que destruirlo, sin perder jamás la sonrisa.
Saludos.
Muy buen artículo, Xavier.
Lleno de información y datos relevantes para un buen debate sobre los hechos mismos y sobre la penosa postura de la ANH en los dos actos de injusticia.
Interesante
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