Este
20 de octubre, con ocasión de cumplirse el primer mes de haber
presentado una queja
ante la defensora del lector de diario Hoy, Ana Angulo, le envíe a
esta funcionaria que tiene el encargo de velar “por los intereses
de los lectores” (Manual
de Estilo
de
diario Hoy, Párr. 10.13) un recordatorio de mi queja. Ana Angulo
respondió lo siguiente:
Estimado señor Flores:
No he logrado identificar
la llegada de su carta del pasado 20 de septiembre ni a mis correos
ni al servidor de Hoy ni en las cartas en papel remitidas al diario
en esa fecha (ya sea a mi nombre, del director, el director adjunto,
el editor de opinión o algún otro editor del periódico). Por eso
le ruego indicarme la forma en que la remitió para realizar la
verificación correspondiente.
Saludos,
Ana Angulo
Le
contesté enseguida:
Estimada señora Angulo:
Lo remití a la misma
dirección electrónica en la que Ud. recibió el correo de ayer, que
mereció su respuesta de esta mañana: a la dirección electrónica
institucional del defensor del lector de diario Hoy
(defensor@hoy.com.ec), el 20 de septiembre del 2013. En todo caso, mi
queja enviada aquel entonces es exactamente la misma que se encuentra
alojada en mi blog, cuyo enlace le copié ayer y le reitero en esta
ocasión:
http://xaflag.blogspot.com/2013/09/queja-ante-la-defensoria-del-lector-de.html
En este caso concreto, el
diario Hoy se ha comprometido a ciertos estándares en la redacción
de una crónica, según su Manual de Estilo, párrafo 4.6. En mi
queja, fundamento que las alusiones a mí hechas en la crónica de
Roberto Aguilar "Yasuní: la Asamblea cubre sus espaldas"
fueron hechas "sin investigación, ni contexto, ni contraste",
a contramano de responsabilidades básicas de la redacción
periodística.
Espero que, dentro de sus
competencias como defensora del lector de diario Hoy, se sirva
conocer de esta queja sobre las alusiones personales a mí hechas y
la redacción de las crónicas del periodista Roberto Aguilar.
Le hago expresión de mis
mejores saludos,
Xavier Flores Aguirre
Si la defensora del lector
compró tiempo con su respuesta no me es posible saberlo ni me
interesa averiguarlo. Lo cierto es que tiene ya conocimiento de mi
queja por la crónica de Roberto Aguilar y, con arreglo a sus
competencias institucionales, deberá pronunciarse en breve.
Esta
queja es un test
sobre la independencia de Ana Angulo (supuestamente asegurada en el
Manual
de Estilo
de diario Hoy, párrafo 10.1) pues el Director Adjunto de diario Hoy,
José Hernández, ha hecho defensa pública del trabajo de Roberto
Aguilar. A raíz de esta
comunicación
de la segunda vicepresidenta de la Asamblea Nacional, Marcela
Aguiñaga, en la que criticó el trabajo de Aguilar en una crónica
en la que ella fue aludida,
la
respuesta
del director Hernández fue defender el trabajo de su cronista,
sustentado en la afirmación de que la crónica reclama su
“singularidad” y en la cita de un libro de Álex Grijelmo para
apoyar su idea. Aguiñaga le contestó a Hernández en
esta
réplica, en la
que lo acusa de irrespetar el propio Manual de Estilo del diario Hoy
en aras de acuñar una “mentira descalificadora” y cita el mismo
libro de Álex Grijelmo que usó Hernández (El
estilo del periodista)
para desvirtuar la cita por él hecha, con la advertencia de que es
“cuestión de leer entero, Sr. Hernández”. Ante esta réplica,
el director Hernández ha guardado silencio.
En
todo caso, el escenario está planteado: Hernández, director del
diario y jefe inmediato de Aguilar, ha defendido públicamente a su
cronista; Angulo, defensora del lector, cuyo propósito institucional
es velar “por los intereses de los lectores”, debe realizar una
investigación para determinar si
Aguilar satisfizo los estándares establecidos por el diario Hoy para
la redacción de una crónica (Manual
de Estilo, Párr. 4.6).
La única forma que tiene Angulo para demostrar su independencia es a
través de una argumentación prolija de las razones de su decisión.
Esto
me conduce a postular unas ideas sobre el núcleo de mi queja a
diario Hoy. Hay una idea generalizada en cierto periodismo de que no
existe la verdad, sino solamente sus interpretaciones (lo que se “ve
y oye”, que dijera el director Hernández). Ante esto, habría que
recordar lo escrito por una excolega de Ana Angulo, la española
Milagros Pérez Oliva, que fue defensora del lector de diario El
País, en el artículo de despedida de su oficio como defensora. Dado
que sus palabras atienden al núcleo de lo que está en debate en mi
queja por la crónica de Aguilar, citaré en extenso su artículo
Adiós,
y mucha suerte:
Una
visión cínica del periodismo sostiene que la verdad no existe. Que
puede haber tantas verdades como interpretaciones de la realidad.
Este planteamiento es una gran trampa. Creo que los periodistas hemos
sido negligentes al descuidar la defensa de la verdad. Porque
la verdad, en periodismo, existe. Al menos existe la verdad de los
hechos, la verdad factual. Aquello que es cierto y es comprobable.
(Énfasis
agregado).
La verdad no es un
compromiso entre sus diferentes versiones. Y, sin embargo, potentes
aparatos de influencia saturan el espacio informativo con versiones y
contraversiones destinadas a falsear la realidad. Más que informar,
lo que hace este tipo de periodismo es desinformar. Porque la falsa
neutralidad del periodismo de versiones otorga las mismas
oportunidades a quien dice la verdad que a quien miente. Y porque la
verdad incómoda tiene más dificultades para imponerse al ruido
mediático creado para sepultarla.
Pérez Oliva luego se
refiere al “periodismo interpretativo”:
La
sociedad está saturada de información y la prensa trata de
adaptarse a los nuevos requerimientos ofreciendo un periodismo más
interpretativo. Pero la interpretación no puede ser una coartada
para la deformación. Hemos de partir de los hechos para llegar a su
interpretación y no al revés. El
problema es que hay prácticas periodísticas que prescinden de los
hechos o que los distorsionan hasta conseguir que coincidan con la
versión que quieren imponer.
Su objetivo es distorsionar la realidad, y si es posible, crearla.
(Énfasis agregado.)
Desconfíen de quienes
anteponen la interpretación a la demostración. El periodismo
interpretativo debe basarse en hechos y datos comprobables. Y
desconfíen también de aquellos textos que no hacen un esfuerzo
suficiente para demostrarles cómo han llegado a la versión que
sostienen.
El periodismo de interpretación no puede ser la gran coartada para
eludir, ignorar o sepultar la verdad. (Énfasis agregado.)
La exdefensora del diario
El País cierra con unas palabras sobre el “periodismo de calidad”
y un ruego:
(...)
Por eso es tan importante que el periodismo de calidad respete
siempre las formas. No solo ha de ser lo más factual y objetivo
posible, sino que ha de demostrarlo. Explicitando
las fuentes, detallando los datos, exponiendo lo que no ha podido
averiguar; siendo honesto. (Énfasis
agregado.)
Lo peor que puede pasar es
que la ciudadanía crea que la única forma que tiene de hacerse con
la verdad sea leer diversos medios de signo diferente. Porque la
versión promedio no tiene por qué coincidir con la verdad. Los
periodistas hemos de aspirar a que nuestros lectores tengan la
confianza de que leyéndonos a nosotros, no necesitan ir a promediar
con otras versiones. La democracia necesita medios de referencia
independientes, creíbles y veraces, que resulten fiables para
cualquier lector, independientemente de cuál sea su línea
editorial.
(...) Permítanme, pues,
que me despida de ustedes con un ruego: ¡Premien el buen periodismo!
Ayúdenle a defender la verdad.
La
defensora del lector de diario Hoy afirmaría su independencia con
una decisión que ayude a “defender la verdad”, entendida la
verdad en el oficio de periodista como una “verdad
de los hechos, la verdad factual. Aquello que es cierto y
comprobable”.
En
el caso de la crónica de Roberto Aguilar por la que presenté mi
queja a diario Hoy, el cronista actuó con fidelidad a los criterios
expuestos por su jefe Hernández: Aguilar “oyó” de unos
“asistentes” a la reunión que yo era el asesor que iba a
redactar el informe; me definió como “rutilante estrella en
ascenso” de GkillCity.com, publicación digital a la que asoció a
un “periodismo contracultural y no huevadas”; “vio” que yo
hundí mi cabeza en una tableta electrónica que él afirma que me
acompaña “a todas partes” y que desatendí las comparecencias;
informa que mi “jefa inmediata” es la segunda vicepresidenta de
la Asamblea Nacional, Marcela Aguiñaga; “oyó” que en el pasillo
yo instruía a un asambleísta sobre “los recovecos jurídicos del
caso”, de donde asocia que lo que hago “es política
contracultural y no huevadas”, en evidente alusión a mi
participación en GkillCity.com (cuyo editor, por cierto, respondió
a la crónica). Con estos escasos elementos circunstanciales, Roberto
Aguilar construye ideas sobre mí, que “prescinden
de los hechos o que los distorsionan hasta conseguir que coincidan
con la versión que quieren imponer”.
Como
expuse en mi queja, si Aguilar hubiera utilizado “hechos” para
demostrar su idea, debería haber investigado cuáles “hechos” de
mi actuación en GkillCity.com se encuentran en contradicción con mi
intervención en el informe del que él me atribuye su redacción. Si
hubiera ido más allá de su opinión que me asocia tan gratuita como
negativamente a GkillCity.com, e investigaba un poco, habría
constatado que en ninguno de mis artículos publicados en
GkillCity.com me he referido al asunto materia del informe (esto es,
a la explotación petrolera del Yasuní) y que en ninguno de ellos
consta opinión alguna que contradiga la posibilidad de explotar el
petróleo en el Yasuní, o la explotación petrolera en general. Si
Aguilar hubiera indagado lo mínimo indispensable en busca de
“hechos” (Google.com)
habría encontrado de inmediato artículos míos que contradicen su
interpretación, en los que critico la propuesta “ecólatra” de
la intangibilidad de la naturaleza (“Naturaleza
y ecolatría”,
“Naturaleza
y Tico Tico”),
e incluso una entrevista
en diario Hoy,
en la que me refiero críticamente a la idea jurídica de “derechos
de la naturaleza”. Aguilar nunca tuvo la intención de demostrar
algo (no hubiera podido: los “hechos” lo contradicen) sino
solamente la de interpretar cosas en función de la “versión
que qui(so)
imponer”.
La
regla de oro enunciada en su despedida por Pérez Oliva es:
“Desconfíen de quienes anteponen la
interpretación a la demostración. El periodismo interpretativo debe
basarse en hechos y datos comprobables. Y desconfíen también de
aquellos textos que no hacen un esfuerzo suficiente para demostrarles
cómo han llegado a la versión que sostienen. Ninguna
de las afirmaciones de Aguilar sobre mí se basan en “hechos y
datos comprobables”. Alguna es tan ridícula, como aquella de ser
una “estrella en ascenso” de GkillCity.com, cuando en la segunda
mitad de la existencia de dicha publicación digital (61 de 122
ediciones) he escrito solamente cuatro artículos en ella. Otra de
análoga ridiculez es cuando afirma que mi tableta electrónica la
llevo “a todas partes”, mera hipótesis que, además, resulta
falsa; o cuando afirmó que desatendí a las comparecencias, cuando
lo que hacía era revisar información en función de mi trabajo. Los
supuestos “hechos” sobre los que basa su opinión es lo que
“oyó” de unos “asistentes” a la reunión (había casi un
centenar de personas presentes), lo que “oyó” al pasar por el
pasillo y lo que “vio” que yo hacía con mi tableta electrónica.
Ninguno de estos “hechos y datos” (de una altísima subjetividad
para su interpretación, pero plenamente autorizados por su jefe
Hernández) son “comprobables”. Son opiniones personales
(“rutilante estrella”) o meras hipótesis (“se pierde en la
contemplación del ciberespacio”) que no representan “esfuerzo
suficiente” para demostrar nada, como no sea la mala fe de su
autor.
Si
Aguilar hubiera estado interesado en realizar un “esfuerzo
suficiente” para demostrar las razones de su interpretación,
habría hecho un trabajo “explicitando
las fuentes, detallando los datos, exponiendo lo que no ha podido
averiguar; siendo honesto”. Pero
ese no fue el propósito de Aguilar. Nunca explicitó las fuentes
(¿quiénes son los “asistentes” que le informan, de entre casi
el centenar que había entre público, asesores, asambleístas,
etc.?), ni detalló los datos (porque no los buscó, le bastó “ver
y oír”) ni expuso lo que no había podido averiguar, porque no le
interesó nunca averiguarlo: habiendo estado a pocos pasos de
distancia uno de otro, conociéndonos personalmente y habiendo
incluso saludado en la reunión, Aguilar nunca se interesó en
conocer mi punto de vista sobre la explotación petrolera o sobre mi
rol en GkillCity.com, de los que escribiría después. A Roberto
Aguilar no le preocupó informarse para interpretar, sino interpretar
para hacer coincidir sus opiniones e hipótesis “con
la versión que qui(so) imponer”.
El párrafo 4.6 del Manual
de Estilo de diario Hoy dispone:
...
la crónica se caracteriza porque puede estar presente en ella cierta
interpretación del periodista, con los correspondientes
razonamientos o explicaciones, pero sin que el periodista solo
exprese opiniones personales o meras hipótesis.
(El énfasis es del original.)
Como se ha visto, Aguilar
no ofreció ni razonamientos ni explicaciones; ofreció únicamente
opiniones personales o meras hipótesis, que lo único que podrían
demostrar es la mala fe con la que se condujo para la redacción de
su supuesta “crónica”.
Ojalá
la defensora del lector Ana Angulo haga caso de su excolega y se
anime a “defender la verdad”:
eso sería, sin duda, velar “por los intereses de los lectores”.
Es su turno de intervenir.
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