Feminazi

9 de marzo de 2016


En la última edición de ‘Cartón Piedra’ se publicó un artículo que critica el uso de la palabra ‘feminazi’. En lo esencial, el argumento de este artículo se puede reconducir a que las personas que usan el término ‘feminazi’ persiguen el propósito de rechazar de forma generalizada a las feministas. Y esto, según somos informados, “está de moda”.

La siguiente frase cifra lo dicho en el párrafo anterior:
 
“Se acabaron las divisiones (cuestionables) entre feministas radicales y feministas moderadas: toda feminista es radical, es decir, feminazi” (1). 
Visto esto, creo que el artículo contiene un error fundamental, revelado en la cita hecha: la autora presupone que todos los que usamos la palabra ‘feminazi’ utilizamos dicho término para discutir tanto al feminismo radical como al feminismo moderado. Esta presuposición es falsa, porque sí es posible distinguir entre uno y otro grupo. Muchos usuarios de esta palabra (no todos, por supuesto) hacemos tales distinciones. O mejor dicho, distinguimos entre unos y otros por sus actos. Por ejemplo, un acto feminazi es querer imponerle a los demás esa forma de hablar esperpéntica conocida como “lenguaje de género” (2). Este es un anhelo absurdo de ciertas feministas radicales que se merecen el calificativo de ‘feminazis’.

En resumen, el fundamento de esta pretensión de corrección política es una generalización equivocada. Pero más importante: ‘feminazi’ es simplemente una palabra y como tal, cada uno es responsable de su uso. Si llega a interpretarse su uso como una posible expresión de odio deberían aplicarse los criterios internacionales sobre el derecho a la libertad de expresión para determinar si se trata de un uso violatorio de los derechos de otras personas (un análisis no sujeto a las hiper-sensibilidades de algunas, sino a criterios rigurosos) o se trata de un uso protegido por el derecho (3). Y sanseacabó.

(1) Rocío Carpio, La conveniencia de llamarlas feminazis’, Cartón Piedra, 6 de marzo de 2016, pp. 16-19. El artículo tiene un error histórico, pues menciona a Matilde Hidalgo de Procel como la primera mujer que ejerció el derecho al voto en América latina, pero eso es falso. Antes que Hidalgo de Procel vote en 1924, la ítalo-argentina Julieta Lanteri votó en Buenos Aires en 1911, v. ‘Julieta Lanteri, luchadora pionera por los derechos de la mujer’, unpl.edu.ar, 19 de septiembre de 2012.   
(2) El sufragio femenino en el Ecuador’, Xavier Flores Aguirre, 16 de febrero de 2016. El artículo relata la paradoja de que el mismo argumento que hoy condenan las defensoras del ‘lenguaje de género’ es el que le concedió el derecho a votar a su prenda de orgullo, Matilde Hidalgo de Procel.
(3) Una guía para orientarse: ‘Las expresiones de odio y la Convención Americana sobre Derechos Humanos’, en: ‘Informe Anual de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos', Washington, D.C., 2004.

4 comentarios:

Diego Bastidas dijo...

Hola, Xavier,

Me permito hacerte algunos comentarios a este breve post en el que has referido algunas posiciones sobre el feminismo. Suscribo tu posición que no hay posibilidad de poner a todos los feminismos en el mismo saco. Hay distintas vertientes, miradas, posiciones, tácticas, y voces, en este movimiento siempre relacionadas con su fin último: promover la igualdad entre mujeres y hombres. Lo que no termino de comprender es que no encuentres ningún problema en utilizar la palabra "feminazi" para referirte a las feministas radicales.

Afirmas, por caso, que sólo se trata de una palabra más. Mencionas también que la mejor forma de distinguir a una feminazi sería a través de sus actos. Tan sólo has referido a modo de ejemplo que un acto feminazi es "querer imponerle a los demás esa forma de hablar esperpéntica conocida como “lenguaje de género”". Y luego saltas a tu conclusión señalando que por ahí estaría el indicio para descubrir a las "feminazis". Noto cierta levedad en este planteamiento, pues, me gustaría conocer ¿cuáles son esos otros actos que, desde tu punto de vista, entrarían en el repertorio para considerar a una mujer feminazi? Convengamos, entonces, ¿qué entendemos realmente por "feminazi"?

Dicho esto, parecería ser que olvidas la historia de lo que fue el nazismo, y lo que actualmente podría ser considerado el nazismo (neonazismo). Claramente existe una tendencia dentro del feminismo reconocida como feminismo radical (Femrad), y básicamente quien milita en estas posiciones lucha por la igualdad de las mujeres contra el patriarcado, pero que en su táctica y estrategia va directo a las raíces del problema. ¿Podríamos anular esta posibilidad? ¿Deberíamos caricaturizar esta posición debido a sus formas de lucha? Por otro lado, un nazi es alguien que cree en la superioridad de una raza por sobre otras. Las Femrad no buscan la opresión de los hombres, pues tan sólo procuran cambiar estructuralmente un sistema social y económico que a todas luces promueve la opresión de las mujeres.

En esta discusión, discrepo con el hecho que una palabra no tenga un correlato, es decir, que haya un texto sin contexto. La autora del artículo que ha motivado tu crítica ha referido claramente cuál fue el origen histórico de la palabra "feminazi", y es pues un vocablo creado por una mente ultraconservadora en el marco del partido republicano de USA. La intención política del término es la de desacreditar la lucha de las Femrad, pues cierto sector patriarcal considera amenazados sus privilegios. Y claro, cuando un hombre tiene privilegios cualquier proclama de igualdad la equipara a opresión. ¿No te parece más adecuado que si alguien está en contra de las Femrad vaya directamente a cuestionar sus ideas y tácticas, antes que etiquetarlas en una forma tan grotesca? o ¿acaso podríamos señalar que si algún grupo oprimido en la lucha por sus derechos procura una igualdad radical, merecería ser calificado de nazi? Imaginemos por un instante el caso de Palestinos radicales, quienes en los territorios ocupados por las élites de Israel, empiecen a ser denominados "palenazis".

(1/2)

Diego Bastidas dijo...

(2/2)

Sobre el "lenguaje de género", también habría mucho que discutir. En mi calidad de Socialista discreparía del feminismo liberal en pretender que adoptando un lenguaje más sensitivo la opresión que sufren las mujeres vaya a terminar. Al final del día la fuente mayor de toda opresión en el sistema capitalista bajo el cual desarrollamos nuestras vidas tiene que ver con las condiciones materiales, es decir, con cuestiones de carácter económico. Las liberales, a mi parecer, tan sólo se quedan en la epidermis del problema. Sin embargo, debido a la naturaleza de la lucha feminista, me parece valido ir acumulando un repertorio de acciones hacia la consecución de la igualdad plena, y si ello pasa por reivindicar determinado uso del lenguaje pues habría que considerarlo en el debate público. Estoy convencido que el oprimido vive de una forma distinta toda la construcción discursiva que sobre él hacen los grupos hegemónicos en una sociedad. Y sí que tienen todo el derecho de afincar sus posiciones en legítimas sensibilidades.

Me viene a la mente el consejo que le transmitió el gran demócrata Hugo Chávez al presidente Correa: "Rafael, sin feminismo no hay Revolución posible".

Abrazo de gol,
Diego

Xavier dijo...

Diego, la lucha por la igualdad me parece deseable, estimulante y necesaria. Pero eso no implica que todo mecanismo de esa específica lucha me lo parezca. Creo que hay acciones que no solo que no persiguen un objetivo deseable (como el ‘lenguaje de género’) sino que son de una tozudez que termina por arruinar su propio esfuerzo.

El debate para conceptualizar el término ‘feminazi’ escapa a mi interés. Me basta con saber que puede aplicarse a este caso concreto: una persona que quiere obligarme a hablar y a escribir de una forma ‘políticamente correcta’ que ella juzga pertinente. Eso me parece de terror, de un terror nazi (no es exagerado llamarlo así: dicho régimen, por cierto, intentó modificar el habla de los alemanes).

Diego Bastidas dijo...

Dale, Xavier. Gracias por tu respuesta.