John Dunn publicó hoy un
artículo de opinión (titulado ‘Hipertrofias urbanas’) en un diario de
Guayaquil, en el que mostró un diagnóstico hecho por estudiantes del Colegio de
Arquitectura y Diseño Interior de la Universidad San Francisco de Quito. En
este diagnóstico, los universitarios evidenciaron cómo la construcción del
aeropuerto en Tababela convirtió al sector de los valles al este de Quito en “un
sector emergente para instalaciones industriales, proyectos inmobiliarios
suburbanos y nuevas carreteras”. Dunn concluyó su artículo aconsejando que en Guayaquil
“se lleve a cabo un estudio sobre el impacto que puede tener el nuevo
aeropuerto de Daular en sus poblaciones aledañas” (1).
Pero no es ese un consejo
que le interese al alcalde de Guayaquil, porque él no cree en esas cosas. Lo
dejó muy claro cuando en una sesión del Concejo Municipal de Guayaquil del año
2010, en la que se discutió en segundo debate la ampliación de los límites
urbanos de la ciudad para incorporar el sector donde se construiría el nuevo
aeropuerto de Daular, el alcalde se negó a aceptar la posibilidad de cualquier
impacto económico del futuro aeropuerto en los terrenos aledaños al mismo. Un
pensamiento absurdo si se considera que Jaime Nebot administra una
ciudad, pensamiento que se torna incluso sospechoso si se toma en consideración que durante
muchos años, como empresario privado, Jaime Nebot trabajó en el negocio de la
construcción (2).
En dicha sesión, el
alcalde de Guayaquil expresó su convicción de que:
“… el que un terreno sea urbano o sea rural no cambia su ubicación, ni cambia su valor, porque está en el mismo sitio”.
Enseguida, el alcalde
reafirmó esa idea con una comparación, como si el absurdo sirviera para
corregir la falsedad previa:
“Si usted declara urbano al desierto del Sahara, ¿cree que vale más? Será siempre el desierto del Sahara”.
El concejal Octavio Villacreses reconvino al alcalde y le señaló la
diferencia: los terrenos de los que se habla se sitúan en el “polo de desarrollo
del aeropuerto”. Por toda respuesta a esta sensata observación, el alcalde sacó
a relucir su experiencia en el negocio inmobiliario:
“la tierra es lo que es por los tres factores que los urbanistas, las personas que conocen el negocio de desarrollo inmobiliario identifican, como a) ubicación, b) ubicación y c) ubicación. Si un terreno es un mal terreno, sino tiene futuro, podrá ser urbano, podrá ser rural” (3).
Es cierto que un mal terreno no tiene futuro, pero el caso que interesa es
el de los buenos terrenos, en los que sí que pesa la diferencia entre terrenos
urbanos y rurales (4). Un terreno ‘bueno’
es, por ejemplo, uno cercano a un nuevo polo de desarrollo, porque como demostró
Dunn en su artículo, un nuevo polo de desarrollo creado por su cercanía a obras
como los aeropuertos de Tababela y de Daular, es un escenario propicio “para instalaciones industriales, proyectos
inmobiliarios suburbanos y nuevas carreteras”. Es decir, es un escenario ideal
para el negocio de la construcción.
Por sus funciones como
alcalde y sus antecedentes como constructor, Nebot no puede jamás ignorar que los
terrenos alterarán su precio cuando se cambie su uso del suelo. Lo que sí puede
hacer es mentir con total impunidad y decir que el cambio de uso del suelo de
rural a urbano no altera los precios de los terrenos. Porque a pesar de la
resistencia de un pequeño grupo opositor, el bloque PSC/MdG del concejo municipal de Guayaquil son unos “alzamanos” sin fisuras y el alcalde Nebot
puede, en efecto, hacer y deshacer a placer, pues encuentra siempre la
zalamera obsecuencia de los concejales de su partido (5).
(1) John
Dunn Insúa, ‘Hipertrofias urbanas’, Diario
El universo, 3 de marzo de 2016.
(2) En
opinión de Luis Fierro Carrión en su libro 'Los grupos financieros en el
Ecuador': “el Grupo Nebot se especializa en el negocio inmobiliario. Su
oficina central está localizada en el edificio Valra de Guayaquil, edificio que
comparte con las oficinas del Ing. Febres-Cordero y de Ecuasal”, citado en ‘Los socialcristianos y el origen de las invasiones en Guayaquil: el gran negocio que se escapó de control’, Tripamishqui,
2 de junio de 2013. En el edificio Valra queda, a día de hoy, la inmobiliaria Ingersa
que preside su hijo, homónima de la FIP que Nebot constituyó para proteger su
patrimonio familiar, v. ‘La Fundación Ingersa de Nebot, en Panamá, administra todos los bienes del alcalde porteño’, El telégrafo, 1 de julio de 2015.
(3) ‘Acta
de la sesión ordinaria del M. I. Concejo Cantonal de Guayaquil, celebrada el 07
de octubre del año 2010’, Alcaldía de Guayaquil, p. 13-14.
(4) En
países con institucionalidad sólida como Chile (a diferencia de un feudo
cantonal de un autoritario de derechas, como Guayaquil) un discurso como el de
Nebot sería motivo de burla, pues allá se tiene claro que el cambio que una
autoridad hace del uso del suelo afecta el valor de los terrenos. De hecho, ese
cambio de urbano a rural es el núcleo del escándalo de corrupción en el que
está involucrado el hijo de Michelle Bachelet, v. Rocío Montes, ‘Sombras familiares sobre Bachelet’, El país
(España), 13 de febrero de 2015.
(5) Para muestra un botón, de esa misma sesión: “Yo
he tomado esa decisión”, afirmó el alcalde, para después advertir: “ojalá el
Concejo responsablemente la tome [esa misma decisión, N. del A.] como un apoyo
a la sensatez, no porque jurídicamente necesite que ustedes tomen esa decisión,
porque yo ya la tomé, corresponde a mí y estaba esperando el momento propicio
para hacerla pública”. Nebot hace referencia a la decisión “de que aquí no
vamos a legalizar un terreno ni vamos a poner una volqueta de cascajo ni un
metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería de alcantarillado de agua
potable más allá de lo que he expresado en el límite oeste, el límite de Flor
de Bastión y el límite de la Sergio Toral”, v. ‘Acta de la sesión ordinaria del
M. I. Concejo Cantonal de Guayaquil, celebrada el 07 de octubre del año 2010’,
Alcaldía de Guayaquil, p. 12. Nebot está muy equivocado. La decisión de dotar
o no de un servicio público a un sector de la población no es, ni puede ser,
la decisión exclusiva de una sola autoridad, como él cree. De acuerdo con la ley
que regula esta materia de desarrollo cantonal y de ordenamiento del territorio
(el COOTAD), la atribución de un alcalde es “dirigir la elaboración del plan
cantonal de desarrollo y el de ordenamiento territorial” con enormes
limitaciones, entre ellas, hacerlo “con la participación ciudadana y de otros
actores del sector público y la sociedad”; la atribución jurídica de “aprobar
el plan cantonal de desarrollo y el de ordenamiento territorial formulados
participativamente” le corresponde de manera exclusiva al concejo municipal que
Nebot ningunea.
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