En Quito, un factor clave (i.e., un político de Guayaquil) determina su norte. Por ejemplo, condujo a la elección de Rodas el 2014 (v. ‘La caída de Rodas’).
Ahora, al 2021, el primer lugar en la primera vuelta electoral fue para un quiteño, Andrés Arauz. No cualquier quiteño, pero la especialidad de la casa: un burócrata quiteño (v. ‘Marx y Quito’). Sin embargo, este hombre, uno de los suyos, académico y formal, no es profeta en su tierra. Gana por mucho en el país, pero en Quito obtiene un discreto tercer lugar, detrás de Hervas y Lasso.
¿A quién es que quiere, entonces, Quito? La montañesa Quito quiere es a un guayaco. Y no a cualquier guayaquileño: a Guillermo Lasso, que es banquero y que es aliado de Jaime Nebot, capo di tutti capi de la derecha conservadora y goodfella guayaquileña (v. ‘Explicando el negocio de la Alcaldía socialcristiana’). La mayoría de quiteños, así, vota por la rancia y fulera derecha guayaquileña. La que, por cierto, usualmente los ha visto a menos (v. ‘La descripción de un cojudo’).
Quito niega a uno de los suyos, para rendirse a un representante
de sus históricos rivales, los oligarcas
de Guayaquil. Todo esto le ocurre por su odio a otro guayaquileño Correa,
claramente. Por eso, y por la falta de un liderazgo propio (v. ‘Quito sin liderazgo’), pues Quito es esa rara capital que no produce liderazgos de
alcance nacional (esto es una constante histórica). Y, a juzgar por su
situación actual (un alcalde con grillete, un rector digno del siglo XIX, el
Deportivo Quito), ni liderazgos a secas.
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