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La incorregible Guayaquil (since 1992)

24 de abril de 2021

Son muchos años de dominación socialcristiana y hay gente en Guayaquil que simplemente no puede concebir otra forma de dominio político y hay algunos otros que se benefician del status quo, porque si algo ha sabido hacer bien el Municipio es repartir. Repartir a los amigos, claro, porque Guayaquil es un caso hardcore de Capitalismo de Amigos.

 

Por eso es sencillo entender la facilidad con la que el Municipio de Guayaquil pudo resolver el problema de observarse techos y terrazas en pésimo estado desde la Aerovía, en su camino al centro. Para embellecer la ciudad privatizó los espacios públicos a fin de colocar en catorce vallas unas pegatinas con motivos artísticos por un costo aproximado al millón de dólares, obra de catorce personas, diez de ellas, extranjeras (‘Aeroarte, una ‘novelería’ que se planificó en julio de 2020’). 

 

Ms. Wilson looking at easy art [easy money].

La vía difícil (imposible para la dominación socialcristiana, porque requiere planificación e inclusión social) era rehabilitar los techos y terrazas de las áreas de la ruta que sigue la Aerovía. Arreglar esos espacios, convertirlos en espacios de arte, o de negocios, mejorando la calidad de vida de quienes los habitan y ampliando la oferta de servicios del sector. Todos habrían ganado: la Aerovía y los habitantes de las áreas que ella atraviesa, en definitiva, la ciudad.

 

Pero esa alternativa en Guayaquil casi nadie la piensa, y menos se discute en la esfera pública. En eso radica el triunfo del socialcristianismo: en anular la capacidad de imaginar de sus administrados, a fin de hacer pasar sus soluciones como la única alternativa posible… Cuando realmente es la alternativa que beneficia al Capitalismo de Amigos.

 

Ese engaño está en la esencia de la administración PSC, established since 1992.

Las aventuras del Hombre Caca

31 de mayo de 2018


El Hombre Caca, en 14 opiniones:

1) “Que la figura de Melvin Hoyos nos merezca a la mayoría de artistas y actores culturales de Guayaquil la consideración de ser una presencia sombría, y cada vez más obsoleta, radica principalmente en la falta de escucha, y de reconocer sus limitaciones en buena parte de las discusiones en torno a lo cultural” (Hidalgo-Anastasio).

2) “Melvin Hoyos, en sus últimas declaraciones, sostiene que se enorgullece de gestionar el Festival de Artes al Aire Libre (FAAL) con un bajo presupuesto. Sin embargo, la escena guayaquileña de inicios de este siglo apostaba por una industria cultural, un museo de arte contemporáneo hermanado con instituciones prestigiosas en el extranjero, que desarrolle una serie de talleres, mesas de intercambio y transacciones entre colegas latinoamericanos. Que un funcionario, en la actualidad, ponga como meta el mantenerse dentro del presupuesto asignado, me parece que no responde a los parámetros con los que se debería juzgar al arte. Mientras se dialogue de una manera eficiente con los artistas, las obras y el público, no importa el presupuesto que se necesite. Uno de los grandes problemas es la falta de dinero, pero para eso existe la autogestión” (Falconí).

3) “A mi criterio el FAAL, hace ya mucho tiempo, no es más que una feria cualquiera, donde no hay jurados respetables con criterios de selección. El evento como tal no alcanza mayor repercusión y mucho menos aporta a la escena artística local. Lo mismo ha pasado con el Salón de Julio, hace mucho tiempo que dejó de ser un interesante punto de inflexión en la escena local” (Navas).

4) “Medir una gestión basándonos en un pasado, que está muy lejano de lo que somos como ciudad, no creo que sea un mérito. Es verdad que existen ciertos logros relativos a la gestión de los presupuestos en ciertos eventos municipales, pero el resultado de éstos se queda aislado por la falta de conexión entre las diversas actividades que se realizan. Si realmente estos programas, en lo que llevan de tiempo ejecutándose, calaran en la ciudadanía, tuviéramos una extensa cantidad de públicos dispuestos a vivirlos. Pero, aún la relación ocio-cultura no es parte del ciudadano guayaquileño promedio. Por eso pienso que es necesario un relevo o un cambio de actitud. Es imposible que se siga llevando la gestión de la misma forma, y hacer oídos sordos frente a lo que se grita a viva voz” (Zanabria).  

5) “Durante el tiempo que ha fungido como director, el arquitecto ha querido tener el poder de decisión de algunos campos que no son de su experticia —¿cómo olvidar los varios testimonios de sus para-curadurías en los Salones de Julio?—. Pero, curiosamente, en ámbitos que deberían ser de su dominio (la arquitectura, la Historia) ha permanecido silente. Hoy hablamos de la piscina municipal, hace unos meses de la Casa del Cacao, pero también podríamos hablar de otros casos patrimoniales como el Hotel París. En este estanque estéril nos ha tocado vivir el patriarcado de alguien que ha querido imponer el modelo higienizador y regeneracionista de su par en la cultura. Los resultados son más que evidentes, una ciudad sin memoria llena de puras bodegas” (Castillo).

6) “El problema de la gestión del Museo Municipal es integral: refleja una deuda con la cultura, la educación y la sociedad. Para empezar a subsanar esa deuda es necesaria una voluntad, no la de una sola persona, porque el cambio que se requiere es profundo, sino una voluntad política, que es más complicada” (Fernández).

7) “Que los ángeles lesperinos dejen reposar tu alma en pena, Melvin” (Ortiz).

8) “Lo primero que me sucedió fue que para conseguir la clave del wifi tenía que solicitarla en una oficina, en donde, en lugar de proporcionarla, pidieron que encienda una computadora para que alguien me la escriba. Luego, tuve que pasar por varios espacios antes de encontrar un sitio con las mínimas condiciones para trabajar. Habían bancas viejas en las esquinas, y un calor terrible. Finalmente, conseguí un lugar para investigar por un par de semanas. Al final, me acostumbré a ir a esa oficina, encender mi laptop, dejar que me escriban la contraseña y, luego, ir a la hemeroteca. ¿Cómo debería funcionar el espacio de la Biblioteca Municipal? ¿A dónde van los estudiantes a realizar sus investigaciones? Si este lugar ni siquiera tiene internet, ¿cómo podría convertirse en un sitio accesible y funcional para las personas en el centro de Guayaquil?” (Chérrez).

9) “La gestión de Melvin Hoyos se encuentra en un stand by desde hace diez años, aproximadamente. Los modelos de gestión, que funcionaron en algún momento de la historia, hoy están gastados. Digo diez años, pero pudieran ser veinte” (Patiño).

10) “En general, yo creo que la administración municipal tiene una deuda gigante con la ciudad, hablando de arte y de cultura, porque se ha destruido el patrimonio arquitectónico de la urbe: se ha venido abajo, en un altísimo porcentaje, la identidad que tenía Guayaquil, como ciudad, dada por su arquitectura. Esa es una deuda, no del museo, sino del Municipio, y de la Dirección de Cultura también por extensión, porque ha estado impávida ante esa destrucción. Esto se vuelve más grave si el que dirige esta institución es un historiador; su profesión tendría que hacerlo más consciente de esta situación” (Velarde).

11) “De tal forma que Guayaquil tiene un museo municipal que no es de arte, pero que colecciona arte, y no sabe qué hacer con él. Y si pensamos en arte contemporáneo, es evidente que no tiene ni las instalaciones ni el personal adecuado” (Alvarado).

12) “Como señala Eleanor Heartney, los museos ya han abandonado el modelo caduco de funcionar como bibliotecas, iglesias, archivos o expositor de objetos culturales. Los museos de Guayaquil no han podido acompañar a las prácticas artísticas contemporáneas de la ciudad y siguen funcionando con lógicas anquilosadas y posturas endogámicas” (Brito).

13) “Y la museografía sigue siendo la misma: objetos apiñados y ordenados cronológicamente, sin cuestionamientos ni sobresaltos; es decir, la sucesión de imágenes predecibles, como un gran álbum familiar donde todos sonreímos y somos felices por siempre” (Hidalgo).

14) “De modo que la función que tiene que cumplir y cumple muy bien Melvin Hoyos como director de cultura del municipio es simplemente la de tapón, neutralizador, muro de contención de la energía cultural de la ciudad” (Campaña)

La cereza de este pastel de oprobios: “No tengo dudas de que Melvin Hoyos tiene unas excelentes intenciones desde su locus vital e ideológico, pero son muy limitadas y no se deja asesorar” (Hidalgo-Anastasio). Qué sutil manera de decir: “Melvin Hoyos es un idiota y un necio, pero con buenas intenciones desde su locus” (seguramente, vesre por culo).

*

Artistas, críticos, gestores, docentes, historiadores: TODOS contestes en que la gestión de Melvin Hoyos a cargo de la Dirección de Cultura de Guayaquil está en deuda con la ciudad.

Si Guayaquil fuera un cómic de una fantástica “Liga de la Injusticia”*, donde unos facinerosos utilizan los recursos públicos para la satisfacción de intereses particulares, el hombre que hace caca por doquier, el “Hombre Caca”, cumpliría un rol necesario para que eso suceda: obstruir cualquier actividad útil a la cultura de su ciudad. 

Este sería el hondo drama del “Hombre Caca”: el ser un bobo alegre que vive en total delusión y piensa que es útil a la cultura de su ciudad, pero que todo lo que toca lo vuelve es mierda. Ese es su único “poder”, tal como ha sido retratado por las 14 opiniones arriba transcritas. Pero es un poder que este Hombre Caca ha ejercido por décadas (hasta el punto de que él ha llegado a considerarse imprescindible) puesto que así es conveniente a gente mucho más poderosa que él, de quienes el Hombre Caca es apenas una de sus marionetas.

Y Guayaquil, que se joda.

*No, Guayaquil no es un cómic. Pero sí un sainete.

El laicismo de Alfonso Reece

17 de agosto de 2017


Unos días atrás, Alfonso Reece Dousdebés expuso en una columna de opinión de diario El Universo su postura liberal, de la que hice un contrapunto. Esta vez, expuso en su columna su postura sobre el laicismo.

Reece defiende en su artículo la idea de un Estado que, de manera general, debe abstenerse de intervenir en materia de libertad de religión. Es necesario apuntar que, en estricto rigor, Reece no suscribe todo tipo de abstención estatal, pues entiende que el Estado debe intervenir para impedir los casos de una “manifestación hostil contra una religión”.

*

Coincido con Reece en que el Estado tiene que intervenir, pero creo que el rol del Estado debe ser distinto a intervenir para silenciar un discurso, por muy “hostil contra una religión” que pueda parecer (1). Creo, como Owen Fiss, que la razón del Estado para intervenir “no es tanto el interés de los individuos por expresarse, sino el interés de la audiencia –la ciudadanía- por escuchar un debate pleno y abierto de los asuntos de importancia pública” (2).

Reece puede considerar que la obra del colectivo boliviano Mujeres creando “Milagroso altar blasfemo” es un bodrio. Es una apreciación irrelevante: de gustibus non est dispuntandum. Lo clave es comprender si el colectivo Mujeres creando está hablando en su obra de “asuntos de importancia pública”. 

Un análisis de esta obra se publicó en Cartón Piedra, escrito por José Miguel Cabrera. Si lo leen, verán que los temas abordados en la obra “Milagroso altar blasfemo” merecen considerarse como “de importancia pública” pues como lo explica Cabrera, el discurso de este colectivo es “a favor de la igualdad, en contra de los femicidios o del aborto clandestino y en defensa del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos” (3).

Un Estado comprometido con la libertad de expresión debe fomentar este tipo de debates, pues su actuación debe basarse en la idea de que “la protección del discurso público –que asegure que el público escuche todo lo que debe escuchar- es un fin permisible del Estado” (4).

*

En resumidas cuentas: las ideas de Alfonso Reece sobre el liberalismo y el laicismo producen un “efecto silenciador” para la libertad de expresión. Eso es precisamente lo que Owen Fiss se propone evitar con su idea de la “protección del discurso público”, pues la expresión de ideas sobre asuntos de importancia pública debe prevalecer (salvo los casos de discursos de odio) por sobre la sensibilidad ofendida de los creyentes de una religión.

Por supuesto, se debe ser muy cuidadoso en cómo se construye este rol estatal de intervención del Estado para la “protección del discurso público”. Pero una cosa es segura: esta intervención es, sin duda, mejor alternativa que tener un Estado con un rol silenciador como el que propone Reece en estos dos artículos.

(1) Con la obvia excepción de los discursos de odio.

El liberalismo de Alfonso Reece

11 de agosto de 2017

El artículo de Alfonso Reece Dousdebés publicado unos días atrás en diario El Universo titulado “Blasfemia barata” es interesante porque ilustra bien la postura liberal de su autor. Y ofrece la oportunidad de un contrapunto.

1) La postura de Reece

Reece es un liberal que defiende el derecho a la libertad de expresión con gran vehemencia. Es una persona consciente que “el derecho a la libertad implica el derecho a escuchar lo que no queremos oír”, como aseguraba el inglés George Orwell. En esto, estoy totalmente de acuerdo con él.

Sin embargo, el liberalismo de Reece se corta en el rol del Estado frente a la libertad de expresión. Su postura liberal entiende que el rol del Estado frente a la libertad de expresión es un rol de abstención. Se indigna del uso de sus impuestos para obras como la del Centro Cultural Metropolitano: “Si esto se hubiese desplegado en una galería privada, allá cada cual con su mal gusto, pero no en un edificio público”.

2) El contrapunto

El liberalismo puede tener una postura distinta frente a la libertad de expresión. A diferencia de Reece, creo en un activo rol del Estado frente al ejercicio de la libertad de expresión en su comunidad y creo que tiene la obligación de fomentarla (1).

Por ejemplo, a contramano de otros agnósticos/ateos, estoy de acuerdo con que el Estado apoye (bajo ciertas condiciones) actividades religiosas, como por ejemplo la procesión del Cristo de Consuelo. Por supuesto, el espectro de acción del Estado para fomentar la libertad de expresión es mucho más amplio que las actividades de carácter religioso, e incluye polémicas exhibiciones de arte (sí, como aquella exhibida en el Centro Cultural Metropolitano de Quito).

Por supuesto, resulta irrelevante que a Alfonso Reece no le guste la obra exhibida en el Centro Cultural Metropolitano. Llama a esta obra de “calidad ínfima, manifestaciones feas, sin gracia, con un chambón y gratuito afán de provocación”. Pero no es el arte que no le agrada a Reece el que debe prohibirse (él no ha sugerido esto, su artículo es mucho más inteligente), es el arte que cuestiona ideas en nuestra sociedad aquel que debe permitirse y fomentarse.

La obra del colectivo “Mujeres creando” en el Centro Cultural Metropolitano de Quito es polémica: hace alusiones a la iglesia católica, pues “recrea nuevas vírgenes que representan los abusos de la Iglesia Católica (pedofilia o corrupción) y de los Estados que atentan contra los cuerpos de las mujeres al penalizar el aborto”. No son alusiones gratuitas: son problemas contemporáneos abordados de manara crítica. Es decir, para lo que sirve el arte.

Así, con las debidas restricciones de tiempo, modo y espacio, una obra como ésta no viola de ninguna manera la libertad de expresión. En el marco de una sociedad democrática y abierta, con las restricciones de forma antedichas, la obra del colectivo “Mujeres creando” es parte de la libertad de expresión que las instituciones públicas pueden financiar con mis impuestos y con los del señor Reece (mal que a él le pese).

3) Conclusión: por una mejor defensa del pluralismo

En mi opinión, el liberalismo se defiende mejor cuando se lucha por la pluralidad de ideas en la esfera pública. Si eso requiere que el Estado ecuatoriano apoye ideas y obras que no gustan a una porción de su comunidad (en este caso, a la influyente porción católica), pues ese es el precio de vivir en democracia. 

(1) Una argumentación inteligente en este sentido: ‘El efecto silenciador de lalibertad de expresión’.

Censura en el Centro Cultural Metropolitano de Quito

3 de agosto de 2017

Esto es claro: en el derecho a la libertad de expresión no se le concede ningún privilegio a la iglesia católica de manera tal que se le reconozca una protección especial. Todo discurso sobre ella, incluidos los hirientes u ofensivos, encuentran amparo en el derecho a la libertad de expresión.

En Ecuador, la iglesia católica sigue siendo muy poderosa. Se mosquea su plana mayor y a Roditas tal vez y le da hasta diarrea. A Canguil le ha quedado inmensa la alcaldía de Quito. Lo confirma la censura de la obra “Milagroso altar blasfemo” expuesta en el Centro Cultural Metropolitano.

El saldo, vía alcalde autoritario o mangoneado, es que el arte en el Ecuador sigue siendo sometido a tutelaje por la autoridad. Ellos son los que determinan qué podemos ver los ciudadanos. Así sucede en Guayaquil en el Salón de Julio desde el año 2011 por disposición del tardo-franquismo socialcristiano y así sucede en Quito en una exposición del Centro Cultural Metropolitano porque la Conferencia Episcopal se mosqueó y el alcalde es un papanatas.

Qué “ama la vida” ni qué ocho cuartos. El lema de este país bien podría ser: “Ecuador: un Estado colonial vive en ti”. ¿La razón? Porque en este país la iglesia católica sigue siendo poderosa en la política civil y se caga cuanto puede en el derecho a la libertad de expresión, con permiso (incluso indisimulado apoyo) de las autoridades civiles.

En triste conclusión: el Ecuador es tan laico como Rodas es un alcalde exitoso. 

La historia de dos fracasos, expuesta en una sola censura.

Genio

15 de marzo de 2017


Los otros días me encontré con este video en el que Dennis Bergkamp describe cómo hizo ese extraordinario gol frente al Newcastle, hace quince años y unos cuantos días.

 
Bergkamp definió la palabra “genio”: idear una jugada maestra y ejecutarla a la perfección.

Como Miguel Ángel con el cincel ante la roca, pero en unos cuantos segundos.

Fútbol y arte

18 de enero de 2017

Cuando pienso en arte, pienso en esto:



 
Mi Maestro es el Negro Fontanarrosa y su magnífico relato “Viejo con árbol”.

Es cuanto.