El laicismo de Alfonso Reece

17 de agosto de 2017


Unos días atrás, Alfonso Reece Dousdebés expuso en una columna de opinión de diario El Universo su postura liberal, de la que hice un contrapunto. Esta vez, expuso en su columna su postura sobre el laicismo.

Reece defiende en su artículo la idea de un Estado que, de manera general, debe abstenerse de intervenir en materia de libertad de religión. Es necesario apuntar que, en estricto rigor, Reece no suscribe todo tipo de abstención estatal, pues entiende que el Estado debe intervenir para impedir los casos de una “manifestación hostil contra una religión”.

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Coincido con Reece en que el Estado tiene que intervenir, pero creo que el rol del Estado debe ser distinto a intervenir para silenciar un discurso, por muy “hostil contra una religión” que pueda parecer (1). Creo, como Owen Fiss, que la razón del Estado para intervenir “no es tanto el interés de los individuos por expresarse, sino el interés de la audiencia –la ciudadanía- por escuchar un debate pleno y abierto de los asuntos de importancia pública” (2).

Reece puede considerar que la obra del colectivo boliviano Mujeres creando “Milagroso altar blasfemo” es un bodrio. Es una apreciación irrelevante: de gustibus non est dispuntandum. Lo clave es comprender si el colectivo Mujeres creando está hablando en su obra de “asuntos de importancia pública”. 

Un análisis de esta obra se publicó en Cartón Piedra, escrito por José Miguel Cabrera. Si lo leen, verán que los temas abordados en la obra “Milagroso altar blasfemo” merecen considerarse como “de importancia pública” pues como lo explica Cabrera, el discurso de este colectivo es “a favor de la igualdad, en contra de los femicidios o del aborto clandestino y en defensa del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos” (3).

Un Estado comprometido con la libertad de expresión debe fomentar este tipo de debates, pues su actuación debe basarse en la idea de que “la protección del discurso público –que asegure que el público escuche todo lo que debe escuchar- es un fin permisible del Estado” (4).

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En resumidas cuentas: las ideas de Alfonso Reece sobre el liberalismo y el laicismo producen un “efecto silenciador” para la libertad de expresión. Eso es precisamente lo que Owen Fiss se propone evitar con su idea de la “protección del discurso público”, pues la expresión de ideas sobre asuntos de importancia pública debe prevalecer (salvo los casos de discursos de odio) por sobre la sensibilidad ofendida de los creyentes de una religión.

Por supuesto, se debe ser muy cuidadoso en cómo se construye este rol estatal de intervención del Estado para la “protección del discurso público”. Pero una cosa es segura: esta intervención es, sin duda, mejor alternativa que tener un Estado con un rol silenciador como el que propone Reece en estos dos artículos.

(1) Con la obvia excepción de los discursos de odio.

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