Sostengo que es necesario pensar el derecho desde el punto de vista de los más desaventajados, de los que están peor situados en una sociedad. Esta idea, en apariencia, la compartimos todos: nadie sostiene en público una postura que discrimine a los desaventajados y, en política, todo se supone que se piensa y se ejecuta a nombre y en beneficio de ellos. Las constituciones, desde la fundación de la República del Ecuador, han expresado con mayor o menor nitidez esta preocupación por los más desaventajados y una aspiración a la igualdad. Pero mucho lo sabemos: a pesar de estas promesas, la realidad ha sido otra, profundamente discriminadora e inequitativa. Esto, porque a despecho de la retórica política y jurídica, ya en la práctica y en el desarrollo cotidiano, el derecho usualmente se vincula con los intereses de una minoría que lo escribe, lo aplica, lo interpreta y lo utiliza en beneficio propio.
Ya la primera Constitución del Ecuador en su artículo 11 contiene una clara referencia a la igualdad a pesar de la profunda discriminación que imponía su principal fuente para financiar el Estado: el cobro de un tributo a los indígenas, por el solo hecho de serlo. Esta constatación de la esquizofrenia constitucional ecuatoriana se repite a lo largo de todas sus constituciones. No será necesario, sin embargo, llegar tan atrás, el espacio no lo permite: veamos la Constitución de 1998 y sus promesas: la igualdad ante la ley (artículo 23 numeral 3) y la garantía de los derechos humanos sin discriminación alguna (artículo 17) que incluye un amplio catálogo de derechos civiles y políticos (artículos 23 al 29) y una vastísima cantidad de derechos sociales (artículos 30 al 82). Y sin embargo, en la práctica… Otra constitución esquizofrénica: en la práctica nos niega la mayoría de lo que promete.
No se tiene una sola explicación para esta “esquizofrenia”, para este tránsito engañoso desde la promesa del derecho de preocuparse de los más desaventajados hasta su cotidiana ruptura. Se podría invocar el egoísmo de las élites, la idiosincrasia de los habitantes, la corrupción, los malos diseños institucionales, y un largo etcétera. Hay discursos que han participado (quisiera suponer que de buena fe) del engaño: discursos como aquel de primero el desarrollo que luego nos ocupamos de los problemas sociales, o discursos de cambio social que resultaron simples y viles mentiras (pienso en Gutiérrez, en Bucaram). Pero no me interesan tanto los discursos engañosos como el derecho efectivo que los ciudadanos podemos y debemos reivindicar.
Llego, en este punto, al núcleo de mi argumento. El país vive un momento político y jurídico crucial. El 28 de setiembre en un referéndum decidiremos una nueva Constitución, una nueva serie de promesas para el país. No se les puede imputar a quienes las escribieron formar parte de las élites; no se les puede imputar a quienes las escribieron falta de preocupación por aquellos que han sido, desde los inicios de este país, los desaventajados de siempre: los indios, los negros, los montubios, los homosexuales, los no católicos, en definitiva y como es usual, los más pobres. Pero sí se les puede imputar a muchos que tanto critican la nueva Constitución no discutir (por conveniencia o por falta de ideas, no lo sé) los derechos, las garantías y los mecanismos que se diseñaron y que proponen hacer efectivas las promesas y las ideas que todos, en apariencia, suscribimos. Hay que exigir y proponer ese debate. Y si la Constitución se aprueba, habrá que demandar el cumplimiento de sus promesas, tarea que nos corresponde, en uso de las garantías y de los mecanismos de participación y exigibilidad, a todos los ciudadanos.
Ya la primera Constitución del Ecuador en su artículo 11 contiene una clara referencia a la igualdad a pesar de la profunda discriminación que imponía su principal fuente para financiar el Estado: el cobro de un tributo a los indígenas, por el solo hecho de serlo. Esta constatación de la esquizofrenia constitucional ecuatoriana se repite a lo largo de todas sus constituciones. No será necesario, sin embargo, llegar tan atrás, el espacio no lo permite: veamos la Constitución de 1998 y sus promesas: la igualdad ante la ley (artículo 23 numeral 3) y la garantía de los derechos humanos sin discriminación alguna (artículo 17) que incluye un amplio catálogo de derechos civiles y políticos (artículos 23 al 29) y una vastísima cantidad de derechos sociales (artículos 30 al 82). Y sin embargo, en la práctica… Otra constitución esquizofrénica: en la práctica nos niega la mayoría de lo que promete.
No se tiene una sola explicación para esta “esquizofrenia”, para este tránsito engañoso desde la promesa del derecho de preocuparse de los más desaventajados hasta su cotidiana ruptura. Se podría invocar el egoísmo de las élites, la idiosincrasia de los habitantes, la corrupción, los malos diseños institucionales, y un largo etcétera. Hay discursos que han participado (quisiera suponer que de buena fe) del engaño: discursos como aquel de primero el desarrollo que luego nos ocupamos de los problemas sociales, o discursos de cambio social que resultaron simples y viles mentiras (pienso en Gutiérrez, en Bucaram). Pero no me interesan tanto los discursos engañosos como el derecho efectivo que los ciudadanos podemos y debemos reivindicar.
Llego, en este punto, al núcleo de mi argumento. El país vive un momento político y jurídico crucial. El 28 de setiembre en un referéndum decidiremos una nueva Constitución, una nueva serie de promesas para el país. No se les puede imputar a quienes las escribieron formar parte de las élites; no se les puede imputar a quienes las escribieron falta de preocupación por aquellos que han sido, desde los inicios de este país, los desaventajados de siempre: los indios, los negros, los montubios, los homosexuales, los no católicos, en definitiva y como es usual, los más pobres. Pero sí se les puede imputar a muchos que tanto critican la nueva Constitución no discutir (por conveniencia o por falta de ideas, no lo sé) los derechos, las garantías y los mecanismos que se diseñaron y que proponen hacer efectivas las promesas y las ideas que todos, en apariencia, suscribimos. Hay que exigir y proponer ese debate. Y si la Constitución se aprueba, habrá que demandar el cumplimiento de sus promesas, tarea que nos corresponde, en uso de las garantías y de los mecanismos de participación y exigibilidad, a todos los ciudadanos.
7 comentarios:
Le hago algunas preguntas abg. flores:
1.- ¿qué tan eficaz será este nuevo límite que impondremos a los políticos de turno, si ni aun aquel límite autorizado por el caudillo para ser aprobado (estatuto) fue respetado? Las prácticas utilizadas por este régimen no difieren con las de la vieja partidocracia. Su propia labor en la famosa comisión de eruditos resultó ser a contra reloj -¿cómo fue esto posible?- (según sus propias palabras). El caudillismo actual (líder cuyo único freno es el azar generador de sus caprichos) no difiere de quien hace 500 años empuñaba la espada y besaba la cruz.
2.- ¿cuál es la relevancia de reconstitucionalizar derechos que, directa e indirectamente (vía tratados internacionales), ya regían la política del país?
3.- ¿Qué si en otros país (argentina) -con una relativa mayor independencia judicial- el discurso de los derechos no ha servido para reivindicar los intereses de los grupos desaventajados? El litigio de interés público le proporcionará muchas sentencias a favor, ¿y qué hacer luego con ese famoso papel "Administrando justicia..."?
4.- ¿Qué tal si el problema del Ecuador no es un problema minoritario, sino más bien mayoritario? Primero debe instaurarse un régimen de mayorías para luego proceder a preocuparse por las minorías.
5.- ¿Deben ser priorizados los homosexuales (minoría), cuando nisiquiera los heterosexuales católicos (mayoría) tienen satisfechas sus necesidades básicas?
Muchas interrogantes, quizás el derecho del ecuador nunca ha sido un texto escrito, sino el capricho del más poderoso del momento.
Saludos.
¿Por qué no estás este sábado? Que yo recuerde es nuestro primer sábado sin vos en años...
Por favor no vayas a decirme que El Universo ya censuró a su único columnista salmón (por lo de que nada contra corriente), porque es lo único que les falta para terminar de desacreditarse y que ya no valga la pena leer ese pasquín.
De una forma o de otra sé que para vos la lucha continúa...
Go all the way!!!!!
No conmparto el núcleo de tu argumento: Que los detentadores acutales del poder se preocupan por los desventajados ?!?. En Dayuma de quién se preocuparon y dónde los zurdos humanos? En la Católica unos pelados que no tienen conciencia de nada fueron apaleados, a dó los desventajados? Contratos millonarios a dedo a las mismas corporaciones de siempre (Oderbrecht), a dó los desventajados? De compadres con los sindicatos garroteros del MPD, a dó los desventajados? Gastos multimillonarios en publicidad, a dó los desventajados? Promesas incumplidas de 50 mil casas por año con paneles solares, a dó los desventajados? y más. Como buen progre, entiendo tu psotura, las de las lindas palabras, harta demagogia, y el mundo blanco y negro: los ricos malos, pobres siempre buenos, sindicatos buenos, empresarios malos, elite mala perversa, los de abajo buenos....Y uuuy cuándo no!! Pregúntenle a Galeano y a la música protesta, que yo no he caido en el falso dilema.
Existe un pero, don Xavier. Usted parte de la premisa equivacada para hacer su análisis. El problema mayor no radica en cuan buena o mala es una constitución, sino en cuanto de ésta se ponga en práctica, cuanto de ésta se respeta, y cuanto de ésta se la haga respetar partiendo del ejemplo. Unas mas, otras menos, las constituciones han buscado el bien común. Sin embargo, los actores que se suponían las iban a llevar a su funcionamiento, simplemente se han valido de las mismas, para sus protervos intereses.
Usted que tanto habla de derecho, hablando precisamente en estricto derecho, no puede negar todos los atropellos del actual régimen al que usted se suscribe, a la actual constitución, e incluso a las reglas del juego, que el propio gobierno ha elaborado, como el caso del ESTATUTO que supuestamente rigió a la ANC. El gobierno, con artimañas obscenas y leguleyas, busca legitimar lo actuado. El pueblo fue utilizado, para legitimar la llamada a ANC, y de paso, ese mismo pueblo, legitimó y mandó, que el ESTATUTO redactado por otros serviles de este gobierno, sea el ente rector de los levantamanos. En estricto derecho, usted no puede negar, que los levantamanos, aupados por el gobierno, se burlaron hasta de su propio ESTATUTO. ¿Qué garantías tenemos los ecuatorianos de que la nueva constitución se vaya a respetar? Si además, se dejan deliberadamente, ambiguiedades y vaguedades, para poder darles las interpretaciones que mas le convengan al gobierno. ¿Qué credibilidad se puede tener?
Se podrán redactar otras 20 constituciones nuevas, que nada va a cambiar.
¿Por qué? Porque no cambia, no ha cambiado, y posiblemente no cambiará, la esencia de la mentalidad de la gente en el Ecuador.
¿Cuál es esa mentalidad? La mentalidad de la viveza criolla, la ley del mínimo esfuerzo con el máximo de provecho, la mentalidad de la mamá de Tarzán.
En Ecuador, desde que somos república, los que han ostentado los cargos de poder, poco a poco, de manera sostenida y a la vez gradualmente creciente, han venido violando insistentemente las constituciones y las leyes.
En Ecuador, el gobernante de turno viola las disposiciones legales, aduce, en unos casos, que así lo ha hecho, porque los otros (usualmente lo "malos") también lo han hecho. En otros casos, argumentan que el fin justifica los medios, y que por saciar esa sed de justicia del pueblo, han obrado de tal o cual manera, independientemente de si ese obraje, esté o no al margen de la ley.
Lo podemos constatar con casos recientes. Resulta inoficioso mencionarlos uno a uno en este sitio.
En el trasfondo, lo que se tiene, es una autoridad que no respeta las leyes, ni las normas establecidas, incluso las normas por ella misma creadas e impuestas, son irrespetadas. Se inventan leguleyadas de último minuto, para dar "peso" y supuesta validez legal a lo actuado.
El pueblo también hace lo suyo. Nadie respeta las normas, nadie respeta a los demás. Todos nos sentimos la mamá de Tarzán. No hay quien haga cumplir la ley, no hay quien la cumpla, ni quien tenga esa autoridad moral para hacerla cumplir.
Todos nos sentimos la mamá de Tarzán. Desde las cosas mas insignificantes, como cuando conducimos nuestros carros, hasta situaciones trascendentales, como la burla al estatuto que fue redactado por el propio gobierno, aprobado como mandato supremo, por el voto popular, ignorado por una sarta de levantamanos, autoproclamados omnipotentes, pero que resultaron unos meros serviles, impotentes, prepotentes, y obedientes.
Tarzán jamás imaginó que podría llegar a tener 13 millones de madres putativas en el Ecuador.
¿Cómo entonces va a mejorar y cambiar el Ecuador? Con EDUCACION.
Pero cuando menciono EDUCACION, no me refiero únicamente al acto de pintar la fachada de 3 ó 4 escuelitas fiscales en las zonas rurales, para luego reinagurarlas con bombos, maracas, y chupe popular. No me refiero a crear reformas pendejas, que suenan lindo en el papel, pero que son inaplicables en la vida real.
Me refiero a cambiar la visión de la EDUCACION en este país. Educando a los educadores, quienes en gran parte, son unos simples analfabetos funcionales transmitiendo sus escuetos y limitados conocimientos a un grupo de malnutridos educandos. Capacitando a esos maestros, no solo en los aspectos estrictamente académicos, sino en los temas que tratan los valores carentes aún, en nuestra mentalidad todavía parroquiana: respeto a las normas, respeto a las leyes, temor y respeto a la autoridad, buen ejemplo emanado desde la autoridad, lo cual infunde respeto. Respeto a los demás, a las cosas de los demás.
La educación integral involucra una serie de pasos, que de no seguirse, jamás se logrará erradicar esa mentalidad de la mamá de Tarzán. Estos pasos consisten una secuencia activa y dinámica que comienza con la COSTUMBRE, la misma que pasado un tiempo se convierte en HABITO, el mismo que a la postre termina por convertirse en una ACTITUD. Ejemplo simple de esto: En los países desarrollados, (son desarrollados, simplemente porque entendieron estos conceptos mucho antes, y una vez que fueron plenamente incorporados en sus vidas, les permitieron hacer muchas otras cosas, y enfocarse en muchos otros asuntos) en siglos pasados, la correspondencia, no era respetada como lo es hoy en día. Al igual que en nuestro país, en nuestros días, esos pueblos, siglos atrás, no podían darse el lujo de que el cartero deje la correspondencia en al pie de la puerta de la casa de uno, o en un buzón al filo de la vereda de la casa de uno. En esas épocas pasaba, lo mismo que hasta ahora pasa en nuestro país: si la correspondencia no era entregada directamente, o era depositada en un sitio seguro, esta corría el riesgo de desaparecer. Algún pilas pensó: estoy harto de que me roben mis cartas, y los paquetes que me dejan en la puerta. Voy a proponer a la comunidad que se obligue a respetar la correspondencia ajena, mediante multas y castigos severos. En efecto, la comunidad se hizo eco de esta queja, y se impusieron castigos muy serios, a todo aquel que violase la correspondencia ajena. De esta manera, en un principio, la gente, el pueblo, inició una COSTUMBRE, se acostumbró a respetar las cartas ajenas, por temor al castigo. Había además, alguien que se encargue de hacer cumplir dicha ley, y que por su honorabilidad, se lo respetaba. Esta costumbre, poco a poco dio paso a un HABITO en la misma gente y la generación que le siguió. La gente ya no tocaba la correspondencia ajena, no por miedo al castigo, sino porque eso es lo que se habitúa, pero de paso, vale recordar que existe una pena, en caso de no respetar la norma. Paso otra generación, la cual ya creció en un medio, en donde la gente no viola la correspondencia ajena. Esa generación creció ajena de lo que condujo al respeto de la correspondencia. Esa generación, no creció respetando la correspondencia porque hay un castigo, creció creyendo que las cosas son simplemente asíi: nadie toca el correo de nadie. En sus mentes, no se puede concebir la idea de que otra persona hurgue las cartas de los otros. En otras palabras, el hábito, pasó a ser una ACTITUD. Así como para nosotros es natural usar ropa interior, o lavarnos las manos antes de comer, así mismo para esa gente, el respeto a la correspondencia ajena, es algo natural, que ni siquiera se lo cuestiona. Y cuando se lo cuestiona, se descubre que existen leyes que sancionan su irrespeto. Ese tipo de EDUCACION es la que se debe priorizar en nuestro país, que va mas allá del aula, que compromete a todos, no solo a los maestros, y que demanda de la autoridad, el ejemplo a seguir. Ejemplos como el anterior abundan, desde cosas tan simples, como la actitud de las personas de países desarrollados, al no tirar la basura en las calles, y usar los basureros, el mismo principio de COSTUMBRE, HABITO, ACTITUD se aplica a ese fenómeno, pues la gente de esos pueblos, en siglos pasados, no nació sabiendo que la basura debe ir en el tacho, y que los desperdicios no deben ser arrojados a la calle. Les tomó tiempo entender y aprender que es mas beneficioso para todos y cada uno de los habitantes, si las cosas se hacen de cierta manera, que involucre el respeto individual y colectivo. Esos son los detallitos, que marcan la diferencia entre los países, y que les permiten ser mas, o menos ricos, con sociedades, mas, o menos justas y respetuosas.
Eso, no existe en Ecuador. Sin embargo, no es imposible. Así lo demuestran nuestros compatriotas que tienen que adaptarse, (y sobresalen) en sociedades donde ese tipo de educación y esa mentalidad, son las que prevalecen y predominan en sus habitantes.
La EDUCACION de verdad es una inversión a largo plazo, que abarca a mas de una generación.
Correa ofreció dar prioridad a la inversión social: educación, salud. De eso, no hemos visto nada. Se han dilapidado verdaderas fortunas en publicidad engañosa, en amagues y desplantes dirigidos a mantener la popularidad del presidente alta, destacar su supuesta carismática persona, en difundir mentiras, en burocratizarlo todo, en violar las leyes de manera sistemática. En propiciar circo burdo y barato al pueblo, día a día, para mantener al populacho, y a todo aquel de simplona mentalidad, en vilo, y atento al show. La tarima es la meta.
La educación, bien gracias. La salud, en agonía. Invenciones y parches ridículos, que procuran un alivio pasajero a estos problemas. Declaratorias de emergencia, asignamientos a dedo de los emergenciólogos que se van a ocupar de una específica área.
Los maestros mientras tanto, un grupo de semialfabetos, infundiendo su limitada sapiencia a una poco motivada juventud. Universidades plagadas de mediocridad, masificadas, multiplicadas a millares surgir. Títulos académicos que pierden cualquier valor. Un cartón que no garantiza nada, ni al portador, ni a quien solicite sus servicios. Una desvalorización de las profesiones. Tierra fecunda, para que cualquiera venga y diga, yo puedo hacer lo mismo, y no necesito de ese título. La mamá de Tarzán nuevamente en acción. El desempleo y subempleo, hijos de la pobreza académica y profesional. Cualquiera receta medicinas. Cualquiera ofrece servicios psicológicos. Cualquiera construye. Ingenieros acaparándolo todo. Arquitectos dedicados a la pintura. Médicos especialistas, tratando males ajenos a su especialidad. La mamá de Tarzán siempre presente.
En definitiva, no importa si gana o no gana el SI. Nada va a cambiar, si antes no se cambia la actitud de las personas. La mamá de Tarzán que ronda Carondelet, hará lo que le venga en gana, lo justificará con alguna leguleyada y seguirá. El ejemplo dado, será el de que la ley en Ecuador es ley muerta. La nueva constitución servirá solamente para aplicársela al de alado, no a uno.
SI ó NO. La respuesta no radica allí.
Esta idea de pensar el derecho "desde los mas desaventajados" me parece, sinceramente, bastante absurda: quien decide que grupos sociales sufren "desventaja" y quienes no? el autor?
Leyendo al curita columnista que publica el diario el universo, por ejemplo, uno se llevaria la impresion de que son los catolicos los verdaderos "desaventajados", indefensos ante un estado hiperlaico, que negando cualquier sensibilidad religiosa quiere obligarlos a aceptar el aborto etc. etc.
Semejantes declaraciones podran parecer absurdas, pero no dudo que el curita columnista es muy sincero en su preocupacion.
Entonces el problema no es separar a la sociedad en desaventajados y aventajados(?), pelucones y explotados, etc. etc. El problema con el que se tiene que ocupar el derecho es el de democratizar las instituciones del estado, darle la oportunidad a la gente de resolver por si misma sus problemas, promover una participacion activa en la politica, etc. etc.
El problema de la discriminacion a los homosexuales por ejemplo, no lo va a resolver ninguna constitucion ni ningun gobierno (como el actual que no les quiere reconocer el matrimonio, solo la "union de hecho" porque al catolicismo carajo se lo respeta - como si la figura legal del matrimonio dependiera de lo que se decida en el Vaticano). El problema de la discriminacion homosexual lo tendran que resolver los mismos homosexuales, organizandose, marchando, protestando, reclamando sus derechos, hasta que el resto de la sociedad caiga en cuenta de la ridiculez de su homofobia.
Y asi con cualquier otra lucha por los derechos civiles, la solucion no esta en el derecho, sino en las bases, en los movimientos populares, en el dia a dia de las marchas y protestas y demostraciones. El derecho lo que tiene que hacer es democratizar el acceso al poder politico, facilitar la resolucion democratica de estos conflictos. El resto es responsabilidad de la misma sociedad.
saludos.
Muchas gracias a todos por sus comentarios. Iré de a uno, ojalá que aclarando dudas aunque imagino que más suscitando otras, bueno, de eso se trata. A luissanchezb, son varias tus preguntas y tu primera crítica yo mismo la he suscrito en no pocas ocasiones (en esta bitácora encontrarás varios ejemplos de ello); la eficacia del nuevo límite dependerá (esto es de Perogrullo) no de los políticos (ni de los actuales ni de los "partidocráticos", que ambos prometen de acuerdo con sus expectativas) sino de las exigencias de los ciudadanos (porque los políticos, también, cumplen de acuerdo con sus temores). Sobre lo segundo, la relevencia de constitucionalizar esos derechos es acercarlos a los operadores jurídicos (jueces y abogados) más todavía en sociedades con escasa cultura jurídica, como ésta; la tercera pregunta, bueno, yo suscribo el litigio de interés público y de allí, qué hacer con el papel de "administrando justicia", pues exigir que se aplique (en todo caso, no podrá negarse que es más sencillo plantear la exigencia de un derecho con una resolución judicial a favor que sin ella, y la propia historia de Argentina, a la que haces referencia -por ejemplo, véase la genealogía de la causa Poblete que resolvió el 2005 la Corte Suprema de Justicia de ese país-, lo confirma); sobre la cuarta observación, descreo de las soluciones que primero piensan en las mayorías para preocuparse después de las minorías: un argumento como ése solo puede servir para justificar la discriminación de quienes menos voces tienen en una sociedad. Sobre tu quinta observación, no se trata de satisfacer necesidades básicas de homosexuales (y menos en contraste con los católicos) sino de no discriminarlos. O sea, un mínimo en una sociedad que se precie de civilizada.
Christine, te respondo en tu bitácora de Internet (por cierto, www.evitatomandoelsol.blogspot.com, de evidente impronta sabinera) para inaugurar los comentarios.
Anónimo: mi argumento no sugiere, en ningún momento, un argumento fáctico. Es probable que todos los hechos que enumeras sean ciertos pero no entraré en un análisis caso por caso (por su extensión y porque no es pertinente para los propósitos de mi argumento en la entrada de mi bitácora). Mi argumento, en esencia, es,si el derecho (no lo hace solo el proyecto de nueva Constitución, lo puedes constatar en 62 artículos de derechos económicos, sociales y culturales de la Constitución del 98) hace una serie de promesas, no puede no tomárselas en serio. Están allí, constitucionalizadas, tienen relevancia jurídica. No se trata de "lindas palabras" sino de enunciados jurídicos que tienen que cumplirse. Y la neta, no me interesa el falso dilema, lo considero una renuncia a pensar. Pero sí me interesa discutir el hiato que existe entre la retórica del derecho y su aplicación práctica, y la responsabilidad de ese hiato a quien le corresponde (seguro que la élite tiene parte de culpa, como muchos empresarios también, pero también la izquierda reaccionaria o los reclamos infantiles de los ambientalistas o la corrupción de los grupos sindicales) y cómo resolverlo. El debate es más serio que el falso dilema, y si te detienes a leer mi editorial yo jamás suscribo esa falacia. Y por cierto, Galeano está muy bien (mi libro favorito de él es El Fútbol a sol y sombra), en general, es un inteligente y muy agudo ensayista.
Juan Sebastián Utreras, coincido en líneas generales con tu extenso análisis. Sin embargo, me temo que la educación no es solo la imposición de una noción de castigo que luego se torna un hábito, sino la creación de procesos inclusivos que generen hábitos de respeto y de participación de los ciudadanos en la gestión de la cosa pública. Me temo que en este punto la nueva Constitución (que merece muchas críticas, pero en este punto tiene mucho que decirnos) sí se propone la creación de mecanismos de participación que sirvan a esos procesos. Puede que los escamoteen y los politicen, no cabe ser ingenuo: pero están allí y también pueden ser utilizados para generar esos procesos educativos (al menos una parte) que tú propones. Y eso es más de lo que se tenía antes, con constituciones cuyo diseño era de coto cerrado para los actores políticos institucionales.
David: no, la decisión no parte de la subjetividad de un agente de opinión, sino de la constatación de realidades sociales (con indicadores sociales, estadísticas, etc., que la sustenten). Cuando me hablas que los católicos son desaventajados porque se "quiere obligarlos a aceptar el aborto", pues, en realidad, esa sería una percepción equivocada por parte de los católicos porque nadie obliga a un católico a practicar nada que no quiera (incluido un aborto) sino que lo que se pide a los católicos es que no se entrometan en el uso de la libertad que una persona no católica o católica que defienda otras ideas quiera poner en práctica. Eso no sería una desventaja sino la pérdida de un privilegio, una cosa muy, pero muy distinta a la que tú sugieres. No puedo menos que suscribir el democratizar las instituciones (fomentar la participación, etc.), tal como tú sugieres, pero eso no es ni mucho menos incompatible con la preocupación (no solo retórica, que ya existe) sino real y concreta hacia los desaventajados. Por supuesto que para la erradicar la discriminación hacia los homosexuales conviene que estos se organicen, pero no creo que, con esa organización o sin ella, el gobierno no tenga nada que decir al respecto. Si un Estado afirma la no discrimación como un principio que rige la vida de su sociedad, por supuesto que tiene algo que decir, mucho que decir. Y si no lo quiere decir, que diga entonces que hay ciudadanos de primera y de los otros, y que estos otros ya verán como se arreglan si es que llegan a arreglarse. Pero es evidente que una postura como aquella, en democracia, es inaceptable. En definitiva, si estamos de acuerdo con la participación de la sociedad para exigir derechos, también deberíamos de estarlo con la obligación de las autoridades de acatar esa exigencia (o de pensarla con base en los principios que rigen la vida de su sociedad), consagrarla en normas jurídicas y respetarla en la práctica. La obligación de, en definitiva, para cerrar con palabras de Dworkin, tomárselas en serio.
No se puede tomar en serio una constitución que promete un pedazo de cielo azul: en la práctica no se va a dar. Hasta ahora no he leído ninguna razón válida que me haga creer que el nuevo mamotreto es más aplicable, más bien creo que es todo lo contrario, o sea menos aplicable que las otras, porque sigue prometiendo un pedazo de cielo azul... pero más grande. Más artículos (ahora ridículamente sobreadjetivados), más derechos (que los derechos de segunda y tercera generación, que los derechos de la naturaleza..., y es que son cosas que no se pueden garantizar así nomás, menos aún en un país económicamente débil, nada es gratis), más garantías desde arriba, más defensorías, más burocracia, más lucha política (ni siquiera por creer que esos mecanismos de participación puedan, a lo mejor [hay que cruzar los dedos], funcionar, sería lícito desestimar las barbaridades que tiene el nuevo texto o asumir que solo aquello las contrabalancea)... Esa carga de promesas y lindas garantías lo único que hacen es restarle peso normativo a las constituciones. Nada nuevo bajo el sol.
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