Contra el Estado moralista

25 de junio de 2012


Publicado en GkillCity el 25 de junio de 2012.

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En una clase de derecho de familia que recibí cuando universitario, un profesor defendió el artículo del Código Civil que establecía un límite temporal para reclamar la paternidad. Un artículo redactado en el siglo XIX, que no se compadecía con los avances científicos que permitían la acreditación de la filiación en cualquier momento a través de la prueba de ADN y que el profesor, sin embargo, defendía con enjundia. Porque, según nos dijo él teatralizando, si un hombre podía dudar de quién era su padre, “¿cómo podría ese hombre mirarse al espejo?”. La lección del profesor, en resumidas cuentas, era que el derecho debía optar por amparar la ignorancia porque eso era lo moralmente conveniente.

Pero en democracia es al revés: el derecho debería optar no por “la ignorancia” sino por la información y no porque sea “lo moralmente conveniente” sino para permitir que cada persona se forme juicio por sí misma y decida sobre sus propios asuntos: cada persona es el mejor juez de sí misma y su opción moral debe ser respetada, salvo que dañe a terceros. El debate a hacerse es cómo se definen y se regulan en las leyes esos asuntos que atañen a cada uno decidir por su propia cuenta y riesgo. Y eso nos conduce, inevitablemente, a debatir sobre ese gran expropiado de las decisiones autónomas: el cuerpo.

Todos somos nuestro cuerpo, pero no podemos decidir plenamente sobre eso que somos. La mayoría de los Estados han expropiado a sus ciudadanos algunas importantes decisiones sobre lo que cada persona podría querer que suceda en su propio cuerpo. Si una persona quisiera experimentar el placer de alterar su conciencia, le ilegalizan las sustancias; si quisiera por su orientación sexual tener parejas de su mismo sexo, le discriminan el acceso a ciertos derechos; si quisiera alterar su gestación, la amenazan con la cárcel; si quisiera bajo ciertas circunstancias terminar su vida, se lo impiden.

Son cuatro asuntos (el uso de drogas, el reconocimiento legal no discriminatorio de parejas homosexuales, el aborto y la eutanasia) que habría que debatirlos de manera plural y profunda. Hago notar que, en la práctica, su prohibición usualmente no evita que se cometan sino que empeora las ocasiones de cometerlo con los consecuentes riesgos y posibles daños. Y que, en la teoría, si fuera de prohibirlos por supuestos principios de “orden natural”, en realidad, el principio que debería prevalecer es el de autonomía personal, porque ese es el derecho amparado por la Constitución (artículo 66 numeral 5) en un Estado que se ha comprometido a “garantizar la ética laica como sustento del quehacer público y el ordenamiento jurídico” (artículo 3 numeral 4). En una célebre sentencia de la Corte Constitucional colombiana con la cual se despenalizó el consumo personal de droga en el vecino país, el magistrado Carlos Gaviria Díaz lo expuso con la claridad y precisión que él acostumbra: “Cuando el Estado resuelve reconocer la autonomía de la persona, lo que ha decidido, ni más ni menos, es constatar el ámbito que le corresponde como sujeto ético: dejarla que decida sobre lo más radicalmente humano, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de su existencia. Si la persona resuelve, por ejemplo, dedicar su vida a la gratificación hedonista, no injerir en esa decisión mientras esa forma de vida, en concreto, no en abstracto, no se traduzca en daño para otro. Podemos no compartir ese ideal de vida, puede no compartirlo el gobernante, pero eso no lo hace ilegítimo. Son las consecuencias que se siguen de asumir la libertad como principio rector dentro de una sociedad que, por ese camino, se propone alcanzar la justicia”. (Sentencia C-221/94, Párr. 6.2.4 –el resaltado es del original)

En las circunstancias anteriores el Estado debería abstenerse y cada vez lo hace más. En otras, en cambio, debería intervenir con el propósito de satisfacer el derecho de los ciudadanos a buscar y a recibir información, a través de facilitar su acceso a la información pública y de proveerlo con la información suficiente para la toma de sus decisiones. El propósito de esta intervención estatal lo ha sintetizado con claridad el teórico liberal Bruce Ackerman: “No es tarea del Estado responder a las preguntas fundamentales de la vida, sino equipar a todos los individuos con las herramientas que necesitan para ser responsables de sus propias respuestas” (El futuro de la revolución liberal, Pág. 29).

Un Estado con menos moralismo y más información, que devuelva y respete los derechos de cada persona sobre su propio cuerpo y que garantice el acceso y la provisión de información suficiente para que cada quien tome sus propias y razonadas decisiones morales, en uso de su libertad.

Viejos prejuicios, nuevas discriminaciones

18 de junio de 2012


El discurso de discriminación legal por razón de la orientación sexual que algunas personas defienden al día de hoy es similar al discurso de discriminación legal por razón de la raza que justificó la vigencia de la esclavitud en el siglo XIX. Su comparación, principalmente en relación a las ideas de origen religioso que justifican su discriminación, demuestra esa similitud.

Casi dos siglos después, los mismos viejos prejuicios son utilizados para encarnar un nuevo objeto de discriminación: antes contra los negros, ahora contra los homosexuales. En ambos casos, con el propósito expreso de condenar a los discriminados a una situación de privación de derechos.

A continuación, se exponen la similitud de las ideas utilizadas por unos y por otros:

1) La interpretación de las Sagradas Escrituras

Sobre la esclavitud:
 
“El derecho de explotación de esclavos está claramente establecido en las Sagradas Escrituras, por precepto y ejemplo. [] Si la explotación de esclavos habría sido un mal moral, no podría suponerse que los apóstoles inspirados, que no temían a los rostros de los hombres y que estaban dispuestos a sacrificar sus vidas por la causa de su Dios, la habrían tolerado ni por un instante en la Iglesia Cristiana”.

“Jesús reconoció esta institución (de la esclavitud) como una que era legal entre los hombres y reguló sus deberes relativos. [] Afirmo entonces, en primer lugar (y nadie lo niega) que Jesucristo no ha abolido la esclavitud por un mandato prohibitivo; y en segundo lugar, afirmo, que no ha introducido ningún nuevo principio moral que pueda emplearse para su destrucción”.
(Reverend Thornton Stringfellow, Scriptural and Statistical Views of Slavery. Pág. 34, 37, año 1856.)
 
Sobre la homosexualidad y el matrimonio:
 
“La teología de la creación, presente en el libro del Génesis, suministra el punto de vista fundamental para la comprensión adecuada de los problemas puestos por la homosexualidad. [] Así el deterioro debido al pecado continúa desarrollándose en la historia de los hombres de Sodoma (cf. Génesis 19, 1-11). No puede haber duda acerca del juicio moral expresado allí contra las relaciones homosexuales. En el Levítico 18, 22 y 20, 13, cuando se indican las condiciones necesarias para pertenecer al pueblo elegido, el autor excluye del Pueblo de Dios a quienes tienen un comportamiento homosexual. [] San Pablo encuentra el ejemplo más claro de esta desavenencia precisamente en las relaciones homosexuales (cf. Rom 1, 18-32). En fin, en continuidad perfecta con la enseñanza bíblica, en el catálogo de aquellos que obran en forma contraria a la sana doctrina, se mencionan explícitamente como pecadores los que efectúan actos homosexuales (cf. 1 Tim 1, 10)”.
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Atención pastoral a las personas homosexuales. Párr. 6. Suscrita por el Cardenal Joseph Ratzinger y aprobada por el Papa Juan Pablo II, año 1986)

“La verdad natural sobre el matrimonio ha sido confirmada por la Revelación contenida en las narraciones bíblicas de la creación, expresión también de la sabiduría humana originaria, en la que se deja escuchar la voz de la naturaleza misma. [] En la Sagrada Escritura las relaciones homosexuales ‘están condenadas como graves depravaciones... (cf. Rm 1, 24-27; 1 Cor 6, 10; 1 Tim 1, 10). [] El mismo juicio moral se encuentra en muchos escritores eclesiásticos de los primeros siglos, y ha sido unánimemente aceptado por la Tradición católica”
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales. Párr. 3 y 4. Suscrita por el Cardenal Joseph Ratzinger y aprobada por el Papa Juan Pablo II, año 2003)
2) El orden y la ley naturales

Sobre la esclavitud:
 
“De aquí nace también la paz doméstica, es decir, la ordenada concordia entre el que manda y los que obedecen en casa. Mandan los que cuidan, como el varón a la mujer, los padres a los hijos, los amos a los criados. [] Esto es prescripción del orden natural. [] El yugo de la servidumbre se impuso con justicia al pecador”. (San Agustín de Hipona, Ciudad de Dios. c. 413-426)

“Las Oraculares Decisiones de Dios han declarado positivamente que el tráfico de esclavos es intrínsecamente bueno y lícito [y que tener esclavos] es perfectamente consonante con los principios de la Ley de la Naturaleza, la dispensa mosaica y la Ley Cristiana”. (Raymond Harris, Scriptural Researches on the Licitness of the Slave-Trade. Año 1788)
Sobre la homosexualidad y el matrimonio:
 
“No puede hablarse de matrimonio ni de familia en las uniones que puedan formar personas homosexuales. Esas uniones o asociaciones son contrarias a la naturaleza y, de suyo, estériles. No puede haber un 'matrimonio homosexual' ni una 'familia homosexual'. La moral cristiana considera la práctica homosexual como un grave desorden moral incompatible con la vida de fe, porque contrasta con la ley natural y los mandamientos de la Ley de Dios”.
(Monseñor Antonio Arregui, Carta abierta a los católicos de Guayaquil. Año 2009)

“El matrimonio es una institución natural. La libido, por la cual los dos sexos complementarios se atraen, es común con los animales; pero la inclinación a buscar un compañero/a estable para unirse en matrimonio y formar una familia es de Ley Natural”
(Reverendo Paulino Toral, Carta a Vistazo: familias diversas. Año 2012).
3. La apelación a la tradición

Sobre la esclavitud:
 
“La esclavitud, parece, es de gran antigüedad. Ha existido en el mundo, de una forma u otra, desde los tiempos inmediatamente posteriores, o incluso anteriores, al diluvio”.

“Se ha sostenido que la esclavitud no es favorable a un espíritu republicano; pero toda la historia del mundo prueba que esto está lejos de ser el caso. En las antiguas repúblicas de Grecia y Roma, donde el espíritu de la libertad brilló con la máxima intensidad, los esclavos eran más numerosos que los hombres libres. Aristóteles y los grandes hombres de la antigüedad creían que la esclavitud era necesaria para mantener vivo el espíritu de la libertad”.
Sobre la homosexualidad y el matrimonio:
 
Existe una evidente coherencia dentro de las Escrituras mismas sobre el comportamiento homosexual. Por consiguiente la doctrina de la Iglesia sobre este punto no se basa solamente en frases aisladas, de las que se puedan sacar discutibles argumentaciones teológicas, sino más bien en el sólido fundamento de un constante testimonio bíblico. [] La interpretación de la Escritura, para ser correcta, debe estar en efectivo acuerdo con esta Tradición”.
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales. Párr. 5, año 1986)

“El matrimonio, no como sacramento, sino como institución natural, existe antes de Cristo y fuera de la Iglesia. La familia, igual.”
(Reverendo Padre Paulino Toral, Carta a Vistazo: familias diversas. Año 2012)
4) La actitud frente a los discriminados.

Hacia los esclavos:
 
“Un esclavo debe ser tratado con justicia y humanidad; su amo podrá, de forma importante, ser el guardián, e incluso el padre de sus esclavos”.
Hacia los homosexuales:
 
“Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta”.
La similitud en las ideas de origen religioso expresadas en las citas anteriores es tal porque dichas ideas suelen construirse a partir de prejuicios. Sostengo que ciertas creencias religiosas son prejuiciosas porque quienes las profesan deciden conscientemente prescindir del análisis de los hechos. Para la Iglesia Católica, cuyas autoridades y fieles son los principales promotores de la discriminación legal contra los homosexuales en la actualidad, “los hechos no constituyen un criterio que permita juzgar el valor moral de los actos humanos” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración acerca de ciertas cuestiones de ética sexual. Párr. 9, 1975). La Iglesia Católica para formular sus juicios morales (según se advierte en los cánones de su Catecismo, que es la exposición de los “contenidos esenciales y fundamentales de la doctrina católica, tanto sobre la fe como sobre la moral”, canon 11) se sirve de sus propios dichos (a los que llama “la Tradición” -canon 78) y de la sagrada Escritura, que es “palabra de Dios, en cuanto escrita por inspiración del Espíritu Santo” (canon 81). Los únicos intérpretes auténticos de estas ideas morales inspiradas por la Tradición y la sagrada Escritura que prescinden para su formación de los hechos son “los obispos en comunión con el Sucesor de Pedro, el obispo de Roma” (canon 85). En resumidas cuentas, el Papa y sus subalternos que estén de acuerdo con él (tomar en cuenta que desde 1870 es infalible) son los pocos que determinan el contenido de las creencias morales de millones de personas, las que deben “recibir con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas” (canon 87 –no pun intended).

Las creencias prejuiciosas, como no se conforman a partir de la pluralidad de los hechos de la gente sino de las ideas abstractas discutidas por unos cuantos escogidos, pueden resultar muy similares unas de otras, aunque se refieran a cosas distintas y se pronuncien en tiempos diferentes. Esto, porque son ideas-recipiente, prestas a rellenarse a conveniencia con los prejuicios de cada época. La interpretación de ideas tan abstractas como la “palabra de Dios” o el “orden natural” será, en estricto rigor, lo que el intérprete quiera que sea. El intérprete católico no tiene siquiera que preocuparse porque los hechos puedan contradecirlo porque tiene autorización para prescindir de ellos cuando formula sus juicios morales. Por eso es que abstracciones tales como “ley natural” y “orden natural” pueden acomodarse para justificar la esclavitud o la homofobia, según corresponda. Es por eso que la “palabra de Dios” pudo interpretarse a partir de la sagrada Escritura para apoyar en el siglo XIX a una institución jurídica hoy obsoleta y puede interpretarse en nuestra época para apoyar la homofobia y la discriminación legal.

Al día de hoy nadie se animaría a postular en serio, basado en idea ninguna de “orden natural” ni en ninguna parte de la sagrada Escritura, lo que en otro tiempo fue moneda común: un régimen de esclavitud legal de una raza. Pero hubo un período durante el siglo XIX en el que dicha idea se discutió vigorosamente en el debate público (en el ámbito local es recordado el discurso de Aguirre Abad sobre la manumisión de los esclavos dirigido al Congreso de 1854) y la sagrada Escritura y el “orden natural” tuvieron su parte en dicho debate. En ese mismo siglo la esclavitud terminó por convertirse en económicamente disfuncional, su abolición legal fue creciente y terminó por completarse cuando se la abolió en el último territorio donde estaba vigente, Brasil, en 1888. Lo que antes era el orden o la ley naturales (como quieran ustedes llamarlo) ya para el Concilio Vaticano II se convertiría en una ofensa “contra la dignidad humana” (Constitución Pastoral Gaudium Spes. Párr. 27). Lo que San Agustín, Padre de la Iglesia, consideraba propio del “orden natural” (en su Ciudad de Dios) dejó, de repente, de serlo.

Esta transformación de ser en un momento parte de un orden natural y luego no serlo más es evidencia de lo falaz de la apelación a la antigüedad presente en ambos discursos discriminatorios (casos de falacia ad antiquitatem). Así, tan poco relevante resultó que se rompa la “tradicional” institución de la esclavitud legal, que después de abolírsela en todo el mundo en 1888 hoy en la comunidad internacional la prohibición de la esclavitud y de la discriminación racial es una obligación de derecho internacional (p. ej., según la Corte Internacional de Justicia de La Haya en el Barcelona Traction Case. Párr. 34, 1970). Insisto: hoy nadie se animaría a postular en serio la esclavitud legal, aquella institución tradicional de antaño, entonces justificada por el “orden natural” y fundada en la sagrada Escritura.

Un derrotero similar puede esperarse de la actual discriminación por razón de la orientación sexual. La Corte Interamericana de Derechos Humanos, de manera reciente (el 24 febrero de este año) falló el Caso Atala Riffo y niñas c. Chile en el que estableció como obligación del Estado de acuerdo con la Convención Americana (de la que Ecuador es parte) el que “ninguna norma, decisión o práctica de derecho interno, sea por parte de autoridades estatales o por particulares, pueden disminuir o restringir, de modo alguno, los derechos de un persona a partir de su orientación sexual” (Párr. 91) y que “no son admisibles las consideraciones basadas en estereotipos por la orientación sexual, es decir, pre-concepciones de los atributos, conductas o características poseídas por las personas homosexuales o el impacto que estos presuntamente puedan tener en las niñas y los niños” (Párr. 111). Otras sentencias internacionales, las resoluciones de órganos políticos internacionales, la jurisprudencia y las legislaciones favorables que se han adoptado en numerosos países y regiones alrededor del mundo y los consistentes estudios científicos que prueban lo injustificado de la discriminación por razón de la orientación sexual (v. la intervención de Rodrigo Uprimny como perito en el Caso Atala Raffo) conforman un escenario en el que de manera creciente las creencias prejuiciosas de una fe tienen menor relevancia para impedir que se amplíen los derechos de las personas. La Iglesia Católica, por supuesto, está a contramano: dice que es válido discriminar a personas homosexuales en temas de familia, de adopción y crianza de niños, de contratación como docentes y de arrendamiento de propiedades (Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunas consideraciones concernientes a la respuesta a propuestas legislativas sobre la no discriminación de las personas homosexuales. Premisa, 1992) pues en su opinión eso no constituye “discriminación injusta” (Catecismo, canon 2358). Esto, porque en la doctrina de la Iglesia Católica se considera que la homosexualidad es “objetivamente desordenada” (canon 2358) y porque los actos homosexuales “en la Sagrada Escritura están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios” (v. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración ‘Persona humana’ sobre algunas cuestiones de ética sexual. Párr. 8, año 1975.) Esta opinión prejuiciosa (por ellos mismos admitida que se profesa incluso contra evidencia proveniente de los hechos) es la que pretende condenar a los homosexuales a una situación de privación de derechos. En tiempos de la esclavitud, se ofrecía a los esclavos dispensarles un trato humano; en tiempos de homofobia, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica, se los convierte a los homosexuales en merecedores de “compasión” (canon 2358). Así, el círculo se cierra. Es como decirles: “nosotros te discriminamos, nosotros te compadecemos”. Un caso de caridad a conveniencia de su desprecio y de su discriminación.

Pero no es cuestión de compadecer a nadie, sino de reconocerle sus derechos. Mi hipótesis es que la realidad vencerá a estas ideas abstractas interpretadas por unos pocos dogmáticos para sostener la discriminación legal contra aquellos a quienes desprecian. Al final, el respeto a los principios de autonomía y de equidad propios de las sociedades democráticas terminará por ganarle al deliberado propósito (formulado contra evidencia fáctica) de las autoridades de la Iglesia Católica de provocar el sufrimiento en las personas que no piensan como ellos. La Iglesia Católica terminará por adaptarse a los nuevos tiempos, como al final del siglo XIX terminó por hacerlo con la esclavitud. Tomando en cuenta que la legislación y las políticas públicas en las sociedades democráticas deberían fundarse en la observación de los hechos y en una discusión racional y no dogmática de los mismos, el que así sea parece bastante razonable. O para decirlo en términos bíblicos: “a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mt. 22:21).

Es un dato curioso que cuando más furibundas fueron las protestas de defensores de la esclavitud en el siglo XIX, más cerca se estaba de que abolan las leyes cuyo mantenimiento ellos defendían. Quienes hoy repiten las ideas-recipientes de los esclavistas pero dirigidas a un distinto objeto de discrimen suelen exponer sus ideas con similar lenguaje furibundo y ofensivo (a lo cual tienen derecho). A guisa de ejemplo, el sacerdote Paulino Toral y el abogado Miguel Macías han calificado a personas homosexuales y a defensoras de la “ideología de género” como perversas, manipuladoras, corruptas, deshonestas, maquiavélicas, inhumanas, desadaptadas sociales, anormales, repugnantes, aberrantes y “contra natura”. Usualmente este tipo de ofensas, expresadas en esos términos, provienen de personas que pertenecen o que dicen profesar una religión en la que “toda la finalidad de la doctrina y de la enseñanza debe ser puesta en el amor que no acaba” (canon 25).

Una idea de amor que, visto lo visto, no acaba de pensarse ni a partir de los hechos (de la realidad de que muchas personas practican otras formas de relacionarse que sus creencias no quieren reconocer) ni del respeto a las decisiones autónomas de los otros en un marco equitativo (tales los principios liberales que las sociedades democráticas deben postular en esta materia: los de autonomía y equidad). Una idea de amor, ésta de la iglesia católica, que unas pocas de sus autoridades restringen de manera arbitraria, que produce sufrimiento e incurre en la mayor de las contradicciones: dice hablar en nombre del amor cuando lo que hace es promover el desprecio social y el discrimen legal a quienes no comparten sus ideas sobre cómo amar, establecidas en los dogmas de sus autoridades. George Carlin destacó esta contradicción con humor: “la religión ha convencido a la gente de que existe un hombre invisible, que vive en el cielo, que mira todo lo que haces, cada minuto de cada día. Y aquel hombre invisible tiene una lista especial de 10 cosas que Él no quiere que tú hagas… Y si tú haces alguna de esas 10 cosas, Él tiene un lugar especial, lleno de fuego, humo, cenizas, tortura y angustia, donde Él te enviará a vivir y sufrir y quemarte y ahogarte y gritar y llorar, por siempre jamás, hasta el final de los tiempos… ¡pero Él te ama!”. Vean el video:




Si se rieron con Carlin, es probable que no ostenten la capacidad argumentativa de un esclavista del siglo XIX. Es probable que respeten las libertades de los demás, que es precisamente lo que negaban los esclavistas, que es a quienes nuestros homófobos del siglo XXI terminan por parecerse tanto. Referido a otras circunstancias de discriminación racial, mi primo @FDOFLORES escribió este tuit, que fue el que me espoleó la redacción de este artículo: “Los homofóbicos de hoy son los racistas de hace 60 años, así de estúpidos se verán en el futuro”.

La única precisión que yo le haría, y es para peor, es que el racismo y la discriminación son bastante más viejos. Cosas de la Tradición, según dice la Iglesia.

La oposición en la edad del burro

3 de junio de 2012

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Como adolescente en la edad del burro, la oposición al gobierno nacional sabe lo que odia pero no sabe lo que quiere. Sabe que odia a Correa (muchos lo odian como “partidarios de todo-lo-que-sea anti-Correa”, o sea, sin necesidad de justificar ideas ni verificar datos, con el propósito de hacerle daño a todo lo que se asocie con él) pero no sabe qué es lo que quiere en vez de Correa.

¿Por qué la oposición no lo sabe? Creo que es por tres principales razones, interrelacionadas entre sí: la primera, por la dispersa heterogeneidad de tendencias políticas de sus integrantes; la segunda, por su incapacidad de proponer proyectos políticos concretos; la tercera, por la concreción desde el gobierno nacional de políticas públicas meritorias.

La dispersa heterogeneidad de tendencias políticas se puso de manifiesto en la reciente reunión “Diez líderes debaten sobre diez temas prioritarios para el país” auspiciada por la Cámara de Comercio de Quito. No asistieron tres (Lourdes Tibán, Guillermo Lasso, Paco Moncayo ) que sumados a los siete “líderes” que sí asistieron (César Montúfar, Lucio Gutiérrez, Martha Roldós, Luis Fernando Torres, Carlos Vera, Betty Amores y Andrés Paéz) conforman un abanico ideológico que va desde la izquierda radical hasta la derecha conservadora, pasando por el camaleónico Lucio Gutiérrez. Como reportó Roberto Aguilar en su crónica de esta reunión (1), la declaración de principios “No nos oponemos a nada, hemos venido a proponer” que al inicio formuló el Presidente de la Cámara de Comercio, Blasco Peñaherrera, fue “sistemáticamente desmentida por los siete invitados, uno tras otro”. Dato evidente: “Ese algo que los une se llama Rafael Correa. De él y no de otra cosa hablan todos durante sus correspondientes quince minutos”. Dato bizarro: Lucio Gutiérrez, único pre-candidato presidencial presente en la reunión, “termina escuchando la ovación del teatro entero” en el mismo edificio en que su caída presidencial se festejó años atrás (¡?). El primer dato es síntoma de los límites para el consenso; el segundo, un indicador de desmemoria y oportunismo. (Es curioso que pretendan oponerse a la persona que acusan de violar libertades y de romper la independencia de poderes, con un tipo que participó de un golpe de Estado y a quien botaron de la Presidencia, precisamente, por violar libertades y romper la independencia de poderes. Más que curioso, es patético.)

La incapacidad de la oposición de proponer proyectos políticos concretos se debe en buena medida a su incapacidad de consensuarlos expuesta en el párrafo anterior, pero también a su incapacidad de proponer escenarios alternativos por cuenta propia. Todavía es prematuro, pero la mayoría de propuestas opositoras, hasta ahora y en lo poco que tienen de propositivas, se disuelven casi sin excepción en eslóganes y vaguedades, lo que tiene relación con que la oposición desea cambiar no tanto un hecho aislado como un "estado de cosas". Es como si antes del gobierno de Correa las relaciones con el poder político se conducían de una manera favorable a ciertos grupos de poder, mientras que ahora están obligados a soportar un escenario distinto. Es una anécdota, pero es significativa: en la entrevista de Fernando Ampuero a Carlos Vera publicada en GkillCity.com (2), éste le dice que Correa traicionó a Ecuavisa la noche misma que ganó las elecciones (el 2006) porque a través de Juan Carlos Toledo convinieron que la primera declaración sería a dicho canal, pero Correa al momento de dar la rueda de prensa le dice a Tania Tinoco “a todos por igual”. Carlos Vera ironiza: “Esta es la correspondencia por la que el canal y tantos nos jugamos” (16:38 - 18:10). Recapitulemos el relato: Vera considera “traición” que Correa no le retribuya con un privilegio el que Ecuavisa y Vera se hayan “jugado” por su elección. Le molesta que Correa haya tomado una decisión que no favorezca a un grupo sino a todos los involucrados, “a todos por igual” según sus propias palabras. Así, resignar un privilegio en beneficio de los demás: esa es razón para enojarse y considerarlo como “traición”. Más que una anécdota, parece un síntoma. Esta impresión encuentra respaldo en el comentario que la embajadora de EE.UU., Kristie Kenney, transmitió a su gobierno con relación a la disputa entre TC Televisión y Teleamazonas en el cable 04QUITO2740 (3), disputa a la que la embajadora consideró un ejemplo de “chilling effect” y de la forma cómo "los intereses económicos limitan la libertad de prensa porque inhiben a la prensa de realizar su función de guardián ciudadano (...). El hecho de que la prensa se sienta libre para criticar al gobierno, pero no para criticar a un banquero prófugo y a sus intereses familiares, revela mucho sobre dónde reside el poder en Ecuador". (Énfasis agregado.)

La concreción desde el gobierno de políticas públicas meritorias es reconocida incluso por algunos de sus opositores. En esa misma entrevista para GkillCity.com, Carlos Vera le reconoce al gobierno de Correa méritos en el porcentaje de inversión social, el aumento de recaudación tributaria, la misión Manuela Espejo, la magnitud de la obra pública y el esfuerzo en educación (07:37 – 08:08). En este otro video, registrado en uno de sus plantones del año 2009 (4), Vera reconoce mejoras en salud, educación y seguridad social (0:43 – 1:52). Walter Spurrier, economista crítico y serio, le reconoce al gobierno de Correa en este artículo avances importantes en materia de institucionalidad (5). Los méritos reconocidos no son menores en un país que el propio Vera reconoce que “no es tan malo como el de antes” (06:46 – 06:47 de la entrevista para Gkill).

Así, los propios adversarios y críticos de Correa reconocen algunos méritos de su gobierno. Para un número importante de votantes que también le reconocen algunos méritos, de cara a las elecciones del 2013, la opción les resulta sencilla: aún cuando no coincidan en todo con Correa, preferirán (como dice el refrán popular) siempre malo conocido que bueno por conocer. Salvo que aquel que se postule como bueno sea, en efecto, muy buen candidato, de consenso y con propuestas. Pero eso requiere una madurez política que la oposición está todavía lejos de tener.

En conclusión: si la oposición persiste en la dispersión de tendencias ideológicas y en la ausencia de un discurso político coherente, que reconozca los méritos del gobierno actual para profundizarlos y sus deméritos para superarlos, con propuestas concretas y sin discursos de odio, tendrá nulas chances de vencer a Correa. Si no supera su edad del burro, el destino de la oposición frente a Correa será el que siempre ha padecido, el del recurrente fracaso.

(1) Roberto Aguilar, '¿Seré yo, Señor? ¿Seré yo?', Diario Expreso, 28 de junio del 2012.
(2) Entrevista Carlos Vera, Gkill City, 3 de febrero de 2012. 
(3) Wikileaks, 04QUITO2740, How free is the press in Ecuador?, 13 de octubre de 2004.
(4) Carlos Vera alabando al gobierno de Rafael Correa, Saulotemplar, 16 de diciembre de 2009.
(5) Walter Spurrier, Modernización del Estado, Diario El universo, 13 de mayo de 2012.