Se sabe que en la opinión pública latinoamericana, a
Pepe Mujica suele tenérselo en altísima estima. En el caso del Ecuador, por su
sencillo estilo de vida, por su campechanía para abordar temas difíciles y por
las políticas de su gobierno en materia de la marihuana, el matrimonio
homosexual y el aborto, Pepe Mujica se ha granjeado la simpatía de un amplio
número de personas, tanto de oficialistas como de opositores, así como de todo
lo que existe en medio y alrededores (pues aunque a veces no lo parezca, la
opinión no se reduce a dos únicos bandos, como cierto maniqueísmo imperante
quiere hacer pensar). Valga como ejemplo de su sensatez, esta opinión de Mujica
sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Uruguay,
ofrecida a un programa de la TV española:
Mucho debe aprender Rafael Correa de esta actitud
para entender las regulaciones y las políticas públicas, no desde su
respetable ideario católico sino desde sus responsabilidades como político.
Pues como Correa, Mujica no está a favor del aborto (“¿quién puede estar a
favor del aborto?”, se pregunta) pero a diferencia de él, está a favor de
regular lo que existe para “salvar más vidas” en vez de “dejarlas [a las
mujeres] aisladas en su drama” y en la clandestinidad. Al día de hoy, Uruguay
es el único país en América latina que ha
cumplido con la meta establecida en los Objetivos del Milenio de reducir la
mortalidad materna en tres cuartas partes entre 1990 y 2015. Ecuador, por
contraste, de entre todas las metas de los Objetivos del Milenio, la que más
lejos se encuentra de cumplir es precisamente la reducción de la mortalidad
materna. La Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo (LeyNo
18.987), puesta en vigencia en octubre del 2012, tiene mucho que ver en el
alcance de este logro uruguayo. A partir de su vigencia, el número de mujeres
fallecidas por causa de un aborto mal practicado se redujo a cero. Antes de su
vigencia, en cambio, moría una mujer por semana. “Es sentido común”, dice
Mujica en el video. Los resultados están a la vista.
Pero el ángulo que me interesa explorar de Pepe
Mujica es otro, mucho menos estudiado por quienes suelen exaltar su figura e
ideario. Pepe Mujica es un defensor de la explotación de los recursos
naturales. Como ha señalado en esta entrevista, “la naturaleza la tenemos que
usar, pero cuidándola”:
Para Mujica, lo clave es el gobierno de la política
en la explotación de los recursos, para que su redistribución contribuya al
bienestar de la población. “No se trata de decirle no a la explotación y al
progreso”, dice Mujica. “Hay que decirle sí, pero hacer las cosas bien”. Se trata,
entonces, de dañar la naturaleza lo menos posible y de beneficiar a la gente en
la mayor medida posible:
“si hacemos las cosas bien, tendremos menos margen de ganancia, pero en definitiva vamos a preservar la naturaleza y los recursos como corresponde al porvenir. Pero es idiota, teniendo una riqueza, tratar de no multiplicar los efectos de esa riqueza”.
En mi opinión, esto
es tan solo la extrapolación de la sensatez característica de Mujica (manifestada
con su habitual campechanía) al campo de la política económica. Es sentido
común, diría Mujica.
Una razón más para admirarlo.
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