Durante
siglos, la iglesia católica ostentó el negocio perfecto: recibir diezmos por
dar bendiciones.
Como
lo puso Marx: “El diezmo abonado al clérigo es harto más claro que las
bendiciones de éste" (1).
Dinero a cambio de un acto de magia pura. Los putos amos.
(1) Karl Marx, El capital. Crítica a la economía política, Tomo I (1867), p. 56.
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