Bolívar es servicio

12 de febrero de 2019


Cuando una unión de los ejércitos libertarios del Norte y del Sur de la América meridional vencieron en Pichincha para secesionar del Reino de España a la porción que restaba por libertar de la Audiencia de Quito, no lo secesionaron para que Quito se administre por sí misma. En 1822, a Quito la quitaron del Reino de España para integrarla a la República de Colombia, una decisión en la que los quiteños tuvieron poca parte. El acta de capitulación de Quito del 25 de mayo de 1822 la firmaron Francisco González y Manuel María Martínez de Aparicio por los vencidos, mientras que por los vencedores la firmaron Antonio Morales y Andrés de Santa Cruz, un rolo y un altoperuano, respectivamente. La suerte de Quito la decidieron otros distintos a sus nativos.

Una vez desprendida de la monárquica España, la primera autoridad republicana que Quito conoció fue la del caraqueño Simón Bolívar, el Presidente de una Colombia de más de dos millones y medio de kilómetros cuadrados, con salida a dos océanos y riquezas sin cuento. Desde 1822, Quito se convirtió en uno de los departamentos que conformaron a “La Gran Colombia”.

Con el paso del tiempo, El Libertador se llegó a forjar una pésima opinión de estos nuevos administrados. En una misiva de febrero de 1824, Simón Bolívar le escribió a Santander que Quito era “el espejo del egoísmo” y que los quiteños eran “los más perversos, infames y canallas de todos”.

Ese mismo año, Bolívar le había escrito a Santander (a la sazón, Presidente encargado) que “los quiteños son los peores colombianos”. No era una idea nueva: “siempre lo he pensado”, admitió el Libertador, quien también juzgaba necesaria una mayor represión a los quiteños: “se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte”. Los acusó de ser “viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo”.

Luego Bolívar se puso racial. De los indios de Quito dice que “son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe”. Lapidario, el Bolo. ¿Y los blancos? Pues para Bolívar, “tienen el carácter de los indios”. Y así, nadie, o casi nadie, se salva del desprecio bolivariano en la capital más antigua de la América meridional.

Y justo es decir “casi”. Pues Bolívar, de Quito, toma a la mujer y pasa del resto.

La primera autoridad republicana en la historia de Quito marcó el derrotero del forastero.

2 comentarios:

Cobit Milber dijo...

Es esa época, el referirse a los "quiteños" no es referirse solo a los naturales o habitantes de la ciudad de Quito, sino a todos los habitantes de la Antigua Real Audiencia, en este caso lo que luego sería la republiqueta ecuatoriana.

Xavier dijo...

La observación es cierta, porque quiteños eran los de la jurisdicción de la Audiencia de Quito (que comprendía a las provincias de Guayaquil y Quito) pero, en este caso, Bolívar distinguía entre Guayaquil y Quito, pues se refería a las provincias. La cita completa es la siguiente:

“Yo creo que he dicho a Vd., antes de ahora, que los quiteños son los peores colombianos. El hecho es que siempre lo he pensado, y que se necesita un rigor triple que el que se emplearía en otra parte. Los venezolanos son unos santos en comparación de esos malvados. Los quiteños y los peruanos son la misma cosa: viciosos hasta la infamia y bajos hasta el extremo. Los blancos tienen el carácter de los indios, y los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio de moral que los guíe. Los guayaquileños son mil veces mejores”.

La fuente: http://www.archivodellibertador.gob.ve/escritos/inicio.php Documento 8461, Carta de Bolívar a Santander, fechada el 7 de enero de 1824 en Pativilca, Perú.