Este mosaico, sito en la
intersección de las guayaquileñas calles Brasil y Eloy Alfaro, recuerda una grave
pérdida territorial: cuando nació a la vida como Estado independiente, en septiembre
de 1.830, el Estado ecuatoriano limitaba con Colombia al Norte, Perú al Sur, Brasil
al Este y el Océano Pacífico al Oeste. Arroyo del Río recordaba en un libro en el
que buscó mitigar la responsabilidad por sus acciones durante los años ‘41 y ‘42,
que “el único con el cual no hemos perdido territorio, lo repetimos, ha sido el
último, quizás por ser ‘pacífico’”*.
Chan.
Con el Brasil dejamos de
tener frontera hace más de 100 años, cuando la firma del tratado “Muñoz
Vernaza-Suárez” en Santa Fe de Bogotá el 15 de julio de 1.916, entre el
representante ecuatoriano, el cuencano Alberto Muñoz Vernaza (1.860-1.941) y el
representante colombiano, el antioqueño Marco Fidel Suárez (1.855-1.927), quien
luego fuera Presidente de su país entre 1918 y 1921.
Culpas compartidas: el
Congreso ecuatoriano ratificó este tratado “Muñoz Vernaza-Suárez” en septiembre
de 1916, con el respaldo de la Junta Patriótica Nacional y de la Junta
Consultiva de Relaciones Exteriores. Suscrito durante la Presidencia de
Leonidas Plaza Gutiérrez, se lo canjeó en Bogotá el 26 de enero de 1917 ya
durante la Presidencia de Alfredo Baquerizo Moreno. Por este tratado
internacional, el Ecuador le cedió a Colombia unos buenos 186.600 kilómetros
cuadrados de su territorio, a cambio de… nada. Luego, Colombia usó este
nuevo y gratuito territorio en sus negociaciones con el Perú, de resultas de lo
cual tras la firma del tratado “Salomón-Lozano” entre estos dos países el 24 de
marzo de 1.922, terminó el Ecuador limitando al Sur, al Este, e incluso por el
Norte con el Perú, en una frontera envolvente que reemplazó del todo a nuestra
antigua vecindad con el Brasil. Un cuarto de siglo después, perderíamos otros
buenos 278.000 kilómetros cuadrados tras la firma del Protocolo de Río de
Janeiro en enero de 1942, que no es otra cosa sino el avance hacia el Oeste por
el Perú de la frontera fijada en el tratado “Salomón-Lozano”.
Así las cosas, fuimos unos
torpes demiurgos de nuestro propio desastre. O dicho de otra manera, más llana:
en la geopolítica de la región, fuimos unos vulgares pelotudos.
La fantasía comienza aquí [1563]. |
La cesión territorial a Colombia [1916]. |
El reparto entre Colombia y Perú [1922]. |
Por cierto que resultan también
chistosas, por su enorme dosis de randomness,
las alusiones raciales hechas en este mosaico: “Un 11% de negros. Verdadera
‘democracia racial’, pues hay también indios. Eso podría ser autárquica” (?).
* Arroyo
del Río, Carlos Alberto, ‘Por la
pendiente del sacrificio’, Banco Central del Ecuador, Quito, 1999, p. 139. Los mapas son de esta obra.
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