Al Libertador (título conferido
por el Ayuntamiento de Mérida en 1813 en los tiempos de la “Campaña Admirable”)
el exilio en la caribeña isla de Jamaica que empezó a mediados de 1815 le
resultaba intolerable. Vendida la poca plata que había llevado a su nuevo
destino, únicamente le restaba implorarle a un escocés (originalmente, panadero
y comerciante de harina en Dumfries), de nombre Maxwell Hyslop, a que le cruce
un billete y a cambio le ofrecía un “Dios le pague” estilo bolivariano: “La generosidad de V. debe ser gratuita,
porque me es imposible ofrecer ninguna recompensa, después de haber perdido
todo; pero mi gratitud será eterna”.
Simón Bolívar no
prescindió de ponerle drama a su petición. De plano, le encamó al escocés
Hyslop, en carta del 30 de octubre de 1815, que si no le daba el dinero que
le pedía, se iba a suicidar:
“No me
lisonjea otra esperanza que la que me inspira el favor de V. Sin él la
desesperación me forzará a terminar mis días de un modo violento, a fin de
evitar la cruel humillación de implorar auxilios de hombres más insensibles que
su oro mismo. Si V. no me concede la protección que necesito para conservar mi
triste vida, estoy resuelto a no solicitar la beneficencia de nadie, pues es
preferible la muerte a una existencia tan poco honrosa.”
Por los beneficios a los
que accedieron después los hermanos Hyslop (Maxwell y Wellwood), es de
suponer que Maxwell Hyslop le “donó” su billete al Libertador para que enfrente
sus horas bajas en Jamaica. Su “eterna gratitud” no fue en vano: fue devengada
una vez que Bolívar ocupó la Presidencia de la naciente República de Colombia,
unos años después. Visto así, más que una “donación”, a Hyslop este billete le resultó una
“inversión”.
0 comentarios:
Publicar un comentario