Somos una sociedad muy
pobre, pero no me refiero al dinero (aunque también)*. Somos culturalmente muy
pobres, pues somos incapaces de enfrentar lo que se viene. Simplemente, parece
que estamos destinados a sufrirlo,
como si de un designio divino o del impacto de un asteroide se tratara. No es
que no se conozca que Guayaquil corre el riesgo de inundarse y tornarse
inhabitable en unos 30 a 50 años (alguna noticia se ha difundido, algún foro
se ha hecho), el tema es que a nadie parece realmente importarle.
En realidad, Guayaquil es
una ciudad secundaria para el mundo mundial. Es una de las 136 ciudades
costeras de más de un millón de habitantes que en el mundo existen, pero una de
las más prescindibles. Las inundaciones en Guayaquil serían una preocupación
para sus habitantes y para algunos compatriotas, pero poco más. Es decir: la
preocupación por las futuras inundaciones de Guayaquil se reduce a una porción
mínima, poco influyente del mundo. El resto podría ver que nos inundamos y muy tranquilamente
no hacer nada por nosotros. No nos engañemos: estamos en el mismo nivel de
periférica importancia que un bombardeo en Siria o una sequía en el centro de
África.
Otra cosa, por supuesto,
es la ciudad de Nueva York, USA. Allá se toman muy en serio lo que le pueda
pasar a la ciudad, entre otras cosas, porque Nueva York es la capital no
oficial del mundo mundial. Y su administración pública sí se ha tomado en serio
los efectos del cambio climático y han creado varias oficinas para tratar este
tema. Tiene a un responsable máximo, quien responde directamente al Alcalde de
NYC, con el cargo de “Senior Director of Climate Policy and Programs”. Este
cargo lo ocupa Daniel A. Zarrilli, quien supervisa la gestión de los
varios departamentos que se dedican a tratar con los efectos del cambio
climático en esa ciudad (Mayor’s Office of Recovery and Resiliency, Mayor’s
Office of Sustainability, Mayor’s Office of Environmental Coordination) y quien
también tiene a su cargo la coordinación del programa de Nueva York (OneNYC)
para una acción climática inclusiva.
OneNYC |
Daniel A. Zarrilli es un ingeniero
que se toma en serio el futuro de la ciudad para la que presta sus servicios.
Bajo su dirección, Nueva York orienta sus políticas y programas a la obtención
de ocho (8) metas: una democracia vibrante, una economía inclusiva, barrios florecientes, una vida saludable, la equidad y excelencia en la educación, un clima habitable, movilidad eficiente, infraestructura moderna. Para
alcanzarlas, la ciudad se ha comprometido a treinta (30) iniciativas concretas
cuyo cumplimiento puede medirse: hay mucha información disponible al público,
hay una rendición de cuentas constante desde la autoridad, hay indicadores para
medir la efectividad de las gestiones emprendidas; hay un Plan de Acción y una estrategia a seguir de aquí a 30 años… El mundo de cosas que ocurre
en Nueva York (la tercera ciudad con la mayor población de ecuatorianos en el
mundo, por encima de Cuenca) de cara a enfrentar los riesgos asociados a la inevitable
elevación del nivel del mar, es abrumador.
Pues resulta abrumador frente
a la desidia que hay acá, porque en Guayaquil no pasa nada a pesar de que se
proyecta como la cuarta ciudad en el mundo que enfrentará los mayores
costos económicos (alrededor de 3.000 millones de dólares) asociados a la
elevación del nivel del mar en 30 años. Acá, en el Puerto Principal y
Perla del Pacífico, lo tenemos a Juan Ramírez. Ramírez es el ingeniero a cargo de
la Gestión de Riesgos en la Alcaldía de Guayaquil, acostumbrado a obedecer
órdenes y a cumplir protocolos. En su dirección municipal no hay ninguna
planificación para enfrentar los riesgos que las futuras inundaciones imponen a
Guayaquil (la palabra “inundación” no aparece en la normativa de su dirección).
Web Alcaldía GYE |
El Ing. Juan Ramírez es un
funcionario pensado para ser reactivo:
si ocurre una situación de riesgo en la ciudad, él debe coordinar muchos esfuerzos
para resolverla.
Web Alcaldía GYE |
Y habría que ver si realmente Ramírez cumple con lo que se supone que hace: por ejemplo, si su Dirección prepara esos “planes anuales” de reducción de riesgos con indicadores… Pero no hay que comerse el coco con vanas ilusiones: para la Alcaldía de Guayaquil, el uso de planes con indicadores es material de ciencia ficción.
El problema es que un
funcionario como Ramírez no es suficiente (OJO: no es culpa de él, es la falta de criterio en la
administración municipal en general). Como ciudad, en Guayaquil no se está haciendo
nada, o casi nada, para enfrentar un problema que en unos 30 a 50 años tendrá
unas consecuencias catastróficas si no son adoptados los necesarios correctivos
ahora, como los que ha empezado a adoptar una ciudad que sí está consciente del
problema como Nueva York.
Por contraste a NYC, Guayaquil
está en la peor situación posible. A su administración pública, en manos de los
irresponsables de los socialcristianos, no le ha importado lo que pueda llegar
a pasar en el futuro con la ciudad, porque sus ganancias son AHORA (nuestro
crecimiento urbano está hecho “inconscientemente” para facilitar las
inundaciones venideras, dada su impermeabilidad) y son mis conciudadanos, en
una amplísima mayoría, ignorantes de los problemas que se les avecinan (en el
caso más feliz, piensan como Jazmín). A mayor inri: NYC tiene muchos
recursos y puede generar muchísimos más a través de redes de solidaridad que
ciudades como Guayaquil simplemente ni tienen, ni podrán tener, por su
condición de periferia pobre del mundo mundial.
La desgracia de Santiago
de Guayaquil es que, o la salva la preocupación y el esfuerzo de sus propios
habitantes, o en unos años post-socialcristianos se nos inunda y que el último residente
apague las luces (si aún queda algún vestigio de electricidad en una ciudad
anegada)**. Y por como vamos en tamañas
irresponsabilidad e inconsciencia, este segundo escenario es muy posible.
* A
guisa de ejemplo: la ciudad de Buenos Aires (excluyendo el Gran Buenos Aires)
tiene una población de aproximadamente tres millones de personas, tiene un
presupuesto anual de alrededor de 10.000 millones de dólares. Guayaquil, con una
población similar, tiene un presupuesto anual de apenas 800 millones de dólares
(las consecuencias de vivir con cinturones de miseria e informalidad).
** Guayaquil
sufrirá por la elevación del nivel del mar, a consecuencia de lo cual (si
continuamos en la feliz ignorancia de nuestros problemas) varias zonas de la
ciudad quedarán anegadas de forma permanente, o tan recurrente, que se volverán
inhabitables. Esto provocará cientos de miles de desplazados por efecto del
cambio climático, que en un país tan anárquico e idiota como el Ecuador, se
dispondrán a crear situaciones de descontrol tiro 30 de septiembre, pero por
días y días y días. Un apocalipshit guayaco.
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