Denuncia: Juan Ramírez no es suficiente

5 de junio de 2019


Somos una sociedad muy pobre, pero no me refiero al dinero (aunque también)*. Somos culturalmente muy pobres, pues somos incapaces de enfrentar lo que se viene. Simplemente, parece que estamos destinados a sufrirlo, como si de un designio divino o del impacto de un asteroide se tratara. No es que no se conozca que Guayaquil corre el riesgo de inundarse y tornarse inhabitable en unos 30 a 50 años (alguna noticia se ha difundido, algún foro se ha hecho), el tema es que a nadie parece realmente importarle.

En realidad, Guayaquil es una ciudad secundaria para el mundo mundial. Es una de las 136 ciudades costeras de más de un millón de habitantes que en el mundo existen, pero una de las más prescindibles. Las inundaciones en Guayaquil serían una preocupación para sus habitantes y para algunos compatriotas, pero poco más. Es decir: la preocupación por las futuras inundaciones de Guayaquil se reduce a una porción mínima, poco influyente del mundo. El resto podría ver que nos inundamos y muy tranquilamente no hacer nada por nosotros. No nos engañemos: estamos en el mismo nivel de periférica importancia que un bombardeo en Siria o una sequía en el centro de África.

Otra cosa, por supuesto, es la ciudad de Nueva York, USA. Allá se toman muy en serio lo que le pueda pasar a la ciudad, entre otras cosas, porque Nueva York es la capital no oficial del mundo mundial. Y su administración pública sí se ha tomado en serio los efectos del cambio climático y han creado varias oficinas para tratar este tema. Tiene a un responsable máximo, quien responde directamente al Alcalde de NYC, con el cargo de “Senior Director of Climate Policy and Programs”. Este cargo lo ocupa Daniel A. Zarrilli, quien supervisa la gestión de los varios departamentos que se dedican a tratar con los efectos del cambio climático en esa ciudad (Mayor’s Office of Recovery and Resiliency, Mayor’s Office of Sustainability, Mayor’s Office of Environmental Coordination) y quien también tiene a su cargo la coordinación del programa de Nueva York (OneNYC) para una acción climática inclusiva. 

OneNYC
Daniel A. Zarrilli es un ingeniero que se toma en serio el futuro de la ciudad para la que presta sus servicios. Bajo su dirección, Nueva York orienta sus políticas y programas a la obtención de ocho (8) metas: una democracia vibrante, una economía inclusiva, barrios florecientes, una vida saludable, la equidad y excelencia en la educación, un clima habitable, movilidad eficiente, infraestructura moderna. Para alcanzarlas, la ciudad se ha comprometido a treinta (30) iniciativas concretas cuyo cumplimiento puede medirse: hay mucha información disponible al público, hay una rendición de cuentas constante desde la autoridad, hay indicadores para medir la efectividad de las gestiones emprendidas; hay un Plan de Acción y una estrategia a seguir de aquí a 30 años… El mundo de cosas que ocurre en Nueva York (la tercera ciudad con la mayor población de ecuatorianos en el mundo, por encima de Cuenca) de cara a enfrentar los riesgos asociados a la inevitable elevación del nivel del mar, es abrumador.

Pues resulta abrumador frente a la desidia que hay acá, porque en Guayaquil no pasa nada a pesar de que se proyecta como la cuarta ciudad en el mundo que enfrentará los mayores costos económicos (alrededor de 3.000 millones de dólares) asociados a la elevación del nivel del mar en 30 años. Acá, en el Puerto Principal y Perla del Pacífico, lo tenemos a Juan Ramírez. Ramírez es el ingeniero a cargo de la Gestión de Riesgos en la Alcaldía de Guayaquil, acostumbrado a obedecer órdenes y a cumplir protocolos. En su dirección municipal no hay ninguna planificación para enfrentar los riesgos que las futuras inundaciones imponen a Guayaquil (la palabra “inundación” no aparece en la normativa de su dirección).

Web Alcaldía GYE

El Ing. Juan Ramírez es un funcionario pensado para ser reactivo: si ocurre una situación de riesgo en la ciudad, él debe coordinar muchos esfuerzos para resolverla.

Web Alcaldía GYE

Y habría que ver si realmente Ramírez cumple con lo que se supone que hace: por ejemplo, si su Dirección prepara esos “planes anuales” de reducción de riesgos con indicadores… Pero no hay que comerse el coco con vanas ilusiones: para la Alcaldía de Guayaquil, el uso de planes con indicadores es material de ciencia ficción.

El problema es que un funcionario como Ramírez no es suficiente (OJO: no es culpa de él, es la falta de criterio en la administración municipal en general). Como ciudad, en Guayaquil no se está haciendo nada, o casi nada, para enfrentar un problema que en unos 30 a 50 años tendrá unas consecuencias catastróficas si no son adoptados los necesarios correctivos ahora, como los que ha empezado a adoptar una ciudad que sí está consciente del problema como Nueva York.

Por contraste a NYC, Guayaquil está en la peor situación posible. A su administración pública, en manos de los irresponsables de los socialcristianos, no le ha importado lo que pueda llegar a pasar en el futuro con la ciudad, porque sus ganancias son AHORA (nuestro crecimiento urbano está hecho “inconscientemente” para facilitar las inundaciones venideras, dada su impermeabilidad) y son mis conciudadanos, en una amplísima mayoría, ignorantes de los problemas que se les avecinan (en el caso más feliz, piensan como Jazmín). A mayor inri: NYC tiene muchos recursos y puede generar muchísimos más a través de redes de solidaridad que ciudades como Guayaquil simplemente ni tienen, ni podrán tener, por su condición de periferia pobre del mundo mundial.

La desgracia de Santiago de Guayaquil es que, o la salva la preocupación y el esfuerzo de sus propios habitantes, o en unos años post-socialcristianos se nos inunda y que el último residente apague las luces (si aún queda algún vestigio de electricidad en una ciudad anegada)**. Y por como vamos en tamañas irresponsabilidad e inconsciencia, este segundo escenario es muy posible. 


* A guisa de ejemplo: la ciudad de Buenos Aires (excluyendo el Gran Buenos Aires) tiene una población de aproximadamente tres millones de personas, tiene un presupuesto anual de alrededor de 10.000 millones de dólares. Guayaquil, con una población similar, tiene un presupuesto anual de apenas 800 millones de dólares (las consecuencias de vivir con cinturones de miseria e informalidad).
** Guayaquil sufrirá por la elevación del nivel del mar, a consecuencia de lo cual (si continuamos en la feliz ignorancia de nuestros problemas) varias zonas de la ciudad quedarán anegadas de forma permanente, o tan recurrente, que se volverán inhabitables. Esto provocará cientos de miles de desplazados por efecto del cambio climático, que en un país tan anárquico e idiota como el Ecuador, se dispondrán a crear situaciones de descontrol tiro 30 de septiembre, pero por días y días y días. Un apocalipshit guayaco.

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