Putas por error: las damas quiteñas en el período garciano

1 de agosto de 2019


El diplomático norteamericano Friedrich Hassaurek describió a las damas de Quito en su célebre libro en el que recordó los cuatros años que pasó entre los ecuatorianos (entre 1861 y 1865) durante el primer período de gobierno de Gabriel García Moreno. El panorama descrito por el diplomático Hassaurek no es nada auspicioso. Empieza de esta manera: “No faltan mujeres hermosas, especialmente en las clases medias, si bien falta en los rostros femeninos esa expresión que solo puede dar la intelectualidad” (p. 165). De volea, Hassaurek insinúa que las de clase alta son feas y que todas son brutas. Tremendo.

Más adelante sostiene: “Las damas salen descubiertas la cabeza si están peinadas; pero generalmente llevan un pañolón que les cubre la cabeza y parte del rostro y de los hombros. Esta prenda les da una apariencia de monjas y aunque a veces se las ve muy elegantes y alegres, no les aventaja para nada” (p. 166).  Y se pone aún peor: “Su gusto en el vestir es muy primitivo. Son amigas de los colores chillones y de un atuendo ostentoso y elegante. Cuando están obligadas a presentarse en sociedad, suelen llevar trajes que nosotros solo hemos visto en espectáculos” (p. 166). Plop.

Pero se pone todavía peor, pues Hassaurek asocia a las damas quiteñas con el puterío: “Las que pintan su rostro –muchas lo hacen- tienen la desafortunada costumbre de exagerar. Si las encontráramos en New York, Boston o Philadelphia, las confundiríamos con mujeres de mala fama por la festividad de sus atuendos. A pesar de esta costumbre poco natural, sin embargo, no podemos poner en tela de duda su calidad moral”. Es decir, el de las damas quiteñas es un raro caso de putas por error.

Finalmente, cuando no van de putas por equivocación, van disfrazadas de una especie de buzón de correo (al decir del pelmazo de Boris Johnson): “Para pasear por las calles, para ir al banco, para ir a la iglesia, no se despojan de su salto de cama, con el cual, cuando desean pasar desapercibidas, ocultan sus rostros, dejando al descubierto solo un ojo” (p. 166). Un pelotón de viejas desarregladas, “tuertas” y en batona, recorriendo la franciscana ciudad. Debió ser un espectáculo dantesco.

A esta mujer le sobra un ojo para estar a tono con el Quito del siglo XIX

El saldo de toda esta eclosión de fealdad es que el “mayor objetivo que le produc[ía] ansiedad y angustia” a las damas quiteñas durante el período garciano, era “encontrar un marido tan pronto como sea posible” (p. 167). Una vez conseguido este propósito, decía Hassaurek, ellas se vuelven “indiferentes [y] se resignan tanto a las pulgas como a la apatía social” (p. 167). A las pulgas, ¡qué pobre hijueputa!

Tomando en cuanta el panorama anterior, no cabe duda que el mejor momento de las damas quiteñas durante el período garciano fue el de putas por error.

Fuente: Hassaurek, Friedrich, ‘Cuatro años entre los ecuatorianos’, Ediciones Abya Yala, Segunda Edición, Quito, 2015, pp. 165-167.

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