Desde su exilio en Managua, capital de Nicaragua, el manabita Eloy Alfaro distribuyó el 5 de febrero de 1895 su ‘Proclama a los habitantes del Ecuador’. Fuertes declaraciones:
‘Solamente a balazos dejarán vuestros opresores el poder que tienen únicamente por la violencia. […] Sin sacrificios no hay redención. La libertad no se implora como un favor: se conquista como un tributo inmanente al bienestar de la comunidad.
¡Afrontemos, pues, resueltamente los peligros y luchemos por nuestros derechos y libertades, hasta organizar una honrada administración del Pueblo y para el Pueblo. En fin, hagamos algo digno que merezca los aplausos de la posteridad!
[…] Marcho, pues, en vuestro auxilio para participar en las penalidades de la campaña y tener la honra de conduciros al combate y a la victoria!’.
La proclama de Alfaro surtió efecto, prendió la mecha. Primero fue Milagro el 12 de febrero, para después sumarse decenas y decenas de ciudades y pueblos con nuevas insurrecciones y proclamas. Eloy Alfaro llegó en barco a Guayaquil el 18 de junio. Organizó un ejército, con el que el 15 de agosto derrotó en Gatazo al ejército gubernamental. Cayeron un Presidente Constitucional (el cuencano Luis Cordero) y dos Encargados del Poder (los quiteños Vicente Lucio Salazar y Aparicio Ribadeneira Ponce), el último de los cuales huyó de Quito el 23 de agosto para pedir refugio en Colombia. La Virgen del Quinche y las oraciones de los fieles católicos en Quito (su inmensa mayoría) resultaron infructuosas (v. ‘Mala estrategia’), pues el indio Alfaro y su gente entraron en la capital el 4 de septiembre. A partir de ese día, Alfaro empezó a organizar la administración del Ecuador bajo los principios y las instituciones liberales.
En el curso de los días entre el 5 de febrero y el 4 de septiembre de 1895, en un tránsito de Nicaragua al Ecuador y de Guayaquil a Quito, tras una guerra civil con el bando conservador, el viejo luchador había cumplido su palabra: había venido al Ecuador a liderar el combate contra el enemigo conservador y había triunfado a balazos.
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