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Arthur Schopenhauer, la lengua francesa y los monos

2 de mayo de 2019


A lo largo del siglo XVIII, la lengua francesa se convirtió en la lengua de la diplomacia, del pensamiento y del buen gusto, al menos en la vieja Europa. Los tratados internacionales empezaron a escribirse en francés (aunque las partes no sean francesas), las obras de la filosofía empezaron a escribirse en francés (incluso si sus autores, como en el caso de Gottfried Wilhelm Leibniz [1646-1716], no eran franceses) y la etiqueta se originaba en Versalles. Al final del siglo, Antoine de Rivarol (1753-1801), en su “Discours sur l’universalité de la langue française” de 1784, acuñó la famosa frase: “Ce qui n’est pas clair n’est pas français!” [“¡Lo que no es claro, no es francés!”]. Por esta época, los franceses juzgaban a su lengua como el referente de la racionalidad par excellence*, y en su desmesurado elogio llegaron a reputar a su lengua como una de las “clásicas”.

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer (1788-1860) pensaba muy distinto en esta materia. En una crítica a un libro publicado en Francia el año de N. S. de 1.857, en el que se aludía precisamente a la existencia de tres langues classiques, poniendo así al francés a la par del griego y del latín, Shopenhauer se mandó nomás:

“En otras palabras: esta misérrima jerga románica; esta pésima mutilación de palabras latinas; esta lengua que debería alzar la vista con respeto a su más antigua y venerable hermana, la italiana; esta lengua, cuya característica peculiar son las repugnantes nasales en, on, un, así como un espasmódico y extremadamente desagradable acento en la última sílaba, mientras que todas las demás lenguas se valen de las tranquilizantes graves; esta lengua, carente de toda métrica; en que la rima, que por cierto recae siempre sobre é u on, constituye la única forma de poesía; ¡esta miserable lengua es exhibida aquí como langue classique al lado de la griega y la latina! Convoco a toda Europa a una buée [abucheo] general para humillar a estos señores tan presumidos e impúdicos.”§

La neta que los franceses no le caían bien a Schopenhauer. En otro fragmento de su obra, advirtió: “Otras partes del mundo tienen monos; Europa tiene franceses. Una cosa compensa la otra.”.

* Datos tomados de: Ostler, Nicholas, ‘Empires of the word. A language history of the world’, Harper Perennial, Nueva York, 2006 [Primera edición: 2005], pp. 403-421 (Sección “La francophonie”).
§ Schopenhauer, Arthur, ‘El arte de insultar’ [Die Kunst zu beleidigen], Alianza editorial, Madrid, España, 2018 [Primera edición: 2005], p. 92. (Edición e introducción de Franco Volpi.)
Ibíd., p. 93. Variantes: “Mon sembamble, mon frère, monkey”.

Yes, the Potato can't do wrong (or not)

5 de enero de 2017

La infalibilidad del papa se consideró una “doctrina del diablo” por el papa Juan XXII (1316-1334) en la bula Qui quorundam del año 1324. Unos siglos después, el 18 de julio de 1870, la iglesia católica oficializó su total cambio de opinión sobre la infalibilidad papal en la constitución Pastor aeternus aprobada por el Concilio Vaticano I durante el papado de Pío Nono (1846-1878). En ese documento se señaló:

“El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables” (1).

Los procedimientos para su adopción fueron humanos, demasiado humanos (2). También lo fueron los fines políticos perseguidos con su aprobación, los que finalmente no sirvieron de nada (3). Al día siguiente de su promulgación, “estalló la guerra franco-prusiana y las tropas francesas que defendían al papa tuvieron que retirarse de Roma. Al ser tomada la ciudad por los italianos, concluyó el concilio” (4). Los Estados Pontificios dejaron de existir.

Pío Nono, antes de convertirse en postre.

*

De todas maneras, las contradicciones están en la base constitutiva de la iglesia católica. De hecho, son comunes en los Evangelios (5).

*

Un firme defensor accidental de las contradicciones eclesiásticas es el poeta francés Charles Baudelaire, quien postuló como un olvido la no inclusión en el número “de los derechos del hombre que la sabiduría del siglo XIX repite tan a menudo y con tanta complacencia” del derecho “a contradecirse” (6).

(1) Constitución dogmática Pastor aeternus. Se la aprobó con 563 placet y dos non-placet (uno del obispo Aloisio Riccio de Cajazzo, Italia, y otro del obispo Edward Fitzgerald, de Little Rock, Estados Unidos). El resto de los congregados (de un total de casi setecientos obispos) se abstuvo, v. Vidal, César 2011, Pontífices. De las persecuciones a Benedicto XVI’, Ediciones Península, Barcelona, p. 182. La contradicción entre Juan XXII y Pío IX se salva, por supuesto, si aceptamos que el papa es el diablo. Uno sabidísimo, por viejísimo.
(2)Cómo llegó el Papa a ser infalible’, Celso Alcaina [blog], 15 de noviembre de 2015. Una de las fuentes principales de este artículo es August Hasler y una de sus principales críticas, resumida por él mismo en una entrevista concedida al diario español El país, es como sigue: “La ‘infalibilidad papal’ ejerce una influencia social muy importante, en cuanto que da paso a un autoritarismo que afecta a la comunidad humana. Este principio autoritario es el mismo que animó a regímenes como los de Franco, Mussolini y Hitler, por citar algunos”, v. Sierra, Julio, ‘Debe replantearse el dogma de la infalibilidad del Papa’ [entrevista a August Bernhard Hasler], Diario El país (España), 13 de abril de 1979.  
(3) ¿La explicación? El Espíritu Santo le habla al papa, por eso su opinión se torna infalible (Slicky Bird’s had pussy, so It knows). De hecho, según se dice fue el mismísimo Espíritu Santo el que le sugirió a Pío IX que convoque el Concilio Vaticano I. Es cualquiera.
(4) Vidal, César 2011, Pontífices. De las persecuciones a Benedicto XVI’, Ediciones Península, Barcelona, p. 182. La iglesia católica finalmente pactó con el gobierno fascista de Mussolini (Acuerdos de Letrán, 1929) y se quedó con 0.44 kilómetros cuadrados en la Ciudad Eterna. Una tranza más: hace un par de días permitió la apertura de un McDonald’s en sus dominios: ‘Pese a las protestas, abrió un McDonald’s cerca del Vaticano’, Diario La nación (Argentina), 3 de enero de 2017.
(5)Contradicciones en los evangelios’, Simon Keller [blog]. Un estudio extenso y documentado de este tema se encuentra en: Rodríguez, Pepe 1998, ‘Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica’, Ediciones B, Barcelona [en especial, ‘De cómo los propios evangelistas dieron versiones paganas y contradictorias de la vida de Jesús y de cómo la iglesia católica acabó tergiversando a su antojo todos los datos que no convenían a sus intereses doctrinales’, pp. 125-259].
(6) Baudelaire, Charles, ‘Edgar A. Poe: Su vida y sus obras’. Paradoja: apoya a la iglesia uno de los “derechos del hombre” que el mismo Pío IX, como cabeza de la iglesia, contribuyó tanto a denunciar (en particular, en las 80 tesis de su Syllabus Errarum del año 1864).

El derecho a la contradicción (el caso "Vargas de Preysler")

5 de agosto de 2016


Para el poeta francés Charles Baudelaire, uno de los derechos cuya incorporación se olvidó en la Declaración de los Derechos del Hombre fue el derecho a contradecirse (1). El contraste entre el Vargas Llosa setentero (fresquito el caso Padilla) frente al Mario Vargas de Preysler actual es una muestra del ejercicio pleno de este derecho (2).

Hace unas semanas publiqué una entrada en la que cité a Ignacio Sánchez-Cuenca cuando recordaba que Vargas Llosa había convertido a ese esperpento llamado Esperanza Aguirre (presidenta calamitoso-derechosa de la Comunidad de Madrid por años) en una “Juana de Arco del liberalismo” (un poderoso pedo mental del arequipeño). Sánchez-Cuenca sitúa a Vargas Llosa como un intelectual que “cuando habla de política, lo hace de forma muy superficial, con gran osadía y sin demasiado amor por los hechos o la lógica” (3). Tal vez un desamor por los hechos similar al que Varguitas mostraba cuando era un irrestricto defensor del castrismo y afirmaba muy suelto de huesos que la Revolución Cubana había “mostrado que la justicia social era posible sin despreciar la dignidad de los individuos, sin dictadura policial y estética” (4). Esto, tras el Caso Padilla.

El proceso de derechización de Vargas Llosa es, por supuesto, tan legítimo como contradictorio. La contradicción, en todo caso, se resuelve en un poso común que tienen sus dos versiones (el izquierdista de antes, el derechista de ahora): la ligereza de sus opiniones políticas, las más de las veces tan superficiales como sentenciosas. No está en cuestión el derecho de Varguitas a contradecirse; el que sus argumentos resulten pobres en uno y otro caso, eso es ya otra cosa, que merece un análisis por cuenta propia (5).

(1) Charles Baudelaire (1821-1867) encarnó como nadie el derecho a la contradicción: v. Silvina Friera, ‘La mayor provocación del poeta maldito’, Página/12, 26 de enero de 2016.
(2) El mito del liberal heroico’, Xavier Flores Aguirre, 23 de abril de 2016; ‘¡Ay, Varguitas!’, Xavier Flores Aguirre, 17 de mayo de 2016.
(3) Miguel Mora & Vanesa Jiménez [entrevista a Ignacio Sánchez Cuenca], ‘"Hay que acabar con la cultura de amiguetes"’, Contexto y Acción, No 53, 24 de febrero de 2016. Comenté este artículo en: ‘Periodismo de opinión’, Xavier Flores Aguirre, 10 de abril de 2016.
(4) El mito del liberal heroico’, Xavier Flores Aguirre, 23 de abril de 2016.
(5) Así como otra veta de análisis es su indiscutible talento literario. Un fuera de serie.