Como con el gol de
Maradona a los ingleses, todo aquel que presenció el bukkake de goles que
Alemania le puso a Brasil en semis, se acordará el resto de su vida el lugar
donde lo vio. Si alguno me decía que Brasil iba a perder 7 a 1 un partido en un
mundial, lo tomaba por loco; si me decía que iba a verlo en una embajada llena
de brasileros, ídem y plus. Pero el destino es un cabrón demencial.
Por cosas de ver el
futbol, conocí a un peruano que trabaja para su embajada en Australia. Para
este partido, me dijo que tenia la invitación (cosa común en el mundo diplomático)
para verlo en la embajada de Brasil, con desayuno incluido y en pantalla
gigante. Sure shot.
Pantalla gigante. Bandera gigante. Decepción gigante. |
Yo le iba a Alemania
porque es un equipo, a secas y con todo lo que eso implica. Pero más le
iba porque Brasil nunca me ha gustado mayor cosa. Y menos este Brasil, que fue
una mentira desde Nishimura en adelante. Pero lo que pasó no se podía creer.
Hubo quien decía “necesito un whisky” y, para el siguiente gol, ya lo reclamaba
doble. Si seguía en ese tren, se convertía en la leyenda de Dylan Thomas y no
por poeta, precisamente. El desánimo era generalizado. Brasileros y no, todos
atónitos. Muchos se retiraron al medio tiempo.
Con un chipriota con el
que hicimos migas viendo el fútbol, convinimos que más que a Neymar, Brasil
extrañó en este partido a Thiago Silva: aquel que podía poner un cierto orden
defensivo en lo que era un total descalabro. Por suerte, los alemanes tienen
códigos (no como éstos) y decidieron no humillar a su rival. Porque muy bien
pudieron hacerle un 10 a 1, como le aplicó Hungría a El Salvador en 1982 (hay
un documental salvadoreño muy lindo sobre esto, oportunamente llamado “Uno”).
Es más, si Özil no jugaba como Arroyo (es decir, la cagaba) y se la cedía a Schürrle, no solo que Alemania ganaba 8 a 0 (porque en
esa contra se originó el descuento; de paso, colocaba a Brasil al nivel de Arabia Saudita) sino que Schürrle
habría compartido el récord del húngaro László Kiss, la única persona hasta el
día de hoy en anotar un hat-trick (en el partido contra El Salvador,
precisamente) entrando como suplente. Pero son éstas, meras exquisiteces de un fanático
futbolero. Ya la suerte estaba echada y el gang-bang consumado.
Para mayor inri, no sólo
es la peor derrota de la historia de Brasil (el precedente era un 6 a 0
propinado por Uruguay en 1920) sino que el gordo Ronaldo perdió el récord que
ostentó durante 8 años. Los muchachos de enunabaldosa.com (enorme página para
seguir el mundial con humor) no perdieron ocasión para gastarlo.
Hay que reconocer, eso sí,
la grandeza de Klose, quien ha dicho que Ronaldo es el jugador “más completo de la historia”. Y también el poderío del fútbol alemán, explicado en este artículo de Karla Morales (lo que hace Alemania está en las antípodas de lo que
hace la FEF; y así nos va). Alemania es un equipo que no ha jugado todos los
mundiales (el único equipo que lo ha hecho es Brasil; Alemania no fue a los de
1930 y 1950) pero es el equipo que más partidos ha disputado (106 con la final del
domingo) y el que tiene más jugadores que han convertido 10 o más goles. Ese
privilegio lo tienen 13 solamente, cinco de los cuales son alemanes. Uno de
ellos (T. Müller) tiene solo 24
años. En un par de mundiales, casi sin duda, lo reemplazará a Klose en el tope.
El siguiente país en la lista es Brasil, con dos: el gordo destronado con 15 y
aquel que debutó con un pibe con 12.
Y sí, voy a recordar toda
la vida ese lugar y ese momento. La derrota estuvo espectacular. El pão de queijo, también.
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