La rama de la familia
gallega Noboa asentada en Guayaquil ha dado a la República del Ecuador dos Presidentes, Diego y Gustavo.
Ninguno de ellos fue elegido por votación popular y los dos constituyen ejemplos
de inestabilidad política del paisito. Uno más que el otro.
Gustavo Noboa sucedió el
21 de enero del año 2000 al defenestrado Mahuad, el tipo a quien la mierda
del país le explotó en la cara. El propio Gustavo Noboa retrató la
inestabilidad de su gobierno, en una frase memorable:
“Soy como
los miembros de alcohólicos anónimos. Tomo las cosas un día a la vez” (1).
A su tatarabuelo, Diego
Noboa, le fue incluso peor. Elegido por una Asamblea Constitucional el año 1851,
su gobierno duró alrededor de seis meses de ese mismo año. En septiembre, el
general Urbina lo inquietó, por lo que Noboa “decidió bajar a Guayaquil,
creyendo conjurar el peligro personalmente. En la misma lancha en que se
acercaba a la ciudad fue tomado preso por el general Francisco Robles, que
cumplía órdenes de Urbina, transbordado sin más a una goleta y desterrado del
país” (2).
Diego Noboa (1789-1870) vale un chuchaqui. |
Ante esta chapeta colosal, incluso los casi tres años de rehab presidencial de Gustavo Noboa
parecen un modelo de estabilidad. A los dos Noboa, en 1851 como en 2003, los
sucedió un militar.
(1)
Stein et al. (Coord.), ‘La política de las políticas públicas. Progreso económico y social de América latina. Informe 2006’, Banco
Interamericano de Desarrollo, Cambridge, USA, p. 63.
(2)
Villalba F., Jorge, ‘Los gobiernos marcistas o la reacción antifloreana’, en:
Salvat, Juan & Eduardo Crespo (Dir.), ‘Historia
del Ecuador’, Vol. 6, Salvat Editores Ecuatoriana, S.A., Navarra, España,
1982, p. 66.
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