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Never been to Paris,
pero de haberlo hecho, habría tenido unas buenas dos millones de cosas más
interesantes que hacer que visitar una pinche iglesia, aunque sea esta
súper-dúper-archi-famosa. He entrado a varias a lo largo de mi vida en muchos
países de América y Europa, para encontrar en ellas un común denominador: en
arquitectura son, para mí, lo que en literatura es Paulo Coehlo: una bonita y
rentable pendejada, de la que resulta mejor prescindir. Y esto va para todas
las pinches iglesias católicas del mundo mundial, sin discriminación alguna.
Así, en un plano
estrictamente personal, que se queme la iglesia de Nuestra Señora de París me
vale un “oh, qué lindas son las iglesias
cuando arden”.
Y fue ocasión propicia para
contestar, como en Gone with the wind
(apropiado título) y en bilingüe rima:
- “Oye,
Xavi, que se quema Notre-Dame”
- “Frankly,
my dear, I don’t give a damn”
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