Las ciudades son
repositorios de locos lindos:
personajes inofensivos, que colorean
el ambiente con su particularidad.
Uno de los locos lindos de Guayaquil, a quien
alcancé a conocer, fue Nicolás Vivar Aguirre, el conocido vigilante casi siempre
parado en la intersección de Lizardo García y 9 de Octubre, esquina NE del ‘Tennis Club’.
Como lo recuerda la
crónica de diario Extra publicada el 11 de abril de 1997, que no indica la
fecha precisa de su deceso, Vivar, “así lloviera, tronara o relampaguea, cada
mañana con sus brazos extendidos, cumplía con el anhelo de cuidar a los
transeúntes y de dirigir los vehículos, evitando que se produzcan accidentes de
tránsito.”
Un loco lindo que, con su gesto de
locura, hacía del mundo un lugar mejor.
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