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Urbanismo responsable vs. Guayaquil (o tres desastres urbanos)

28 de diciembre de 2016

El director de ONU Hábitat, Joan Clos, explica en esta entrevista a diario El Tiempo de Bogotá lo que está mal en el crecimiento de las ciudades (1). Y, de manera nada sorprendente, es como hacer un CHECK LIST de las deficiencias de la administración socialcristiana en Guayaquil:

Una Metrópolis tropical cuyo crecimiento arrastra tres desastres urbanos.

1. PLANEACIÓN A FAVOR DE UN GRUPO DE INTERÉS.

“[El diseño urbano] es levantar el plano, hacer las calles, decir cómo un cruce resuelve los problemas. Tiene que ver con el diseño del espacio público y el diseño de las parcelas edificables, y la relación entre ambos. La planeación se le ha entregado al mercado inmobiliario, y ellos no tienen por qué saber sobre vías públicas porque es un servicio colectivo y no de un proyecto urbanístico. Se les delega a ellos por incapacidad del Estado”.

Como lo han puesto en evidencia los pocos urbanistas que se han preocupado de discutir a Guayaquil en profundidad, la planeación en Guayaquil está en manos del mercado inmobiliario. Para John Dunn, el Municipio se limita “a la simple aprobación de proyectos y construcciones” sin dar “las directrices de crecimiento de la ciudad e implementar una serie de objetivos que permitan medir el crecimiento urbano y la calidad del mismo”. Eduardo McIntosh es aún más rotundo: “Es fácil notar la confusión en el rol que el departamento de planeamiento urbano de Guayaquil debe tener. En lugar de dictar la política de crecimiento a seguir y de coordinar los esfuerzos de los promotores inmobiliarios para maximizar la calidad de sus ofertas, se piensa que el rol del departamento de planeamiento urbano es el de autorizar permisos de construcción y apenas relatar lo que sucede. Es sencillo entender la manera caótica en la cual la ciudad ha venido creciendo" (2).

CHECK

2. CRECIMIENTO DE MANCHA URBANA.

“Lo que estamos diciendo como Naciones Unidas es que, desde el punto de vista de la política urbana, hay que volver a poner la vivienda en el centro de las urbes. Y esto se puede conseguir si lo persigues y lo consideras. Desde el punto de vista funcional y financiero, es lo más eficaz y lo más productivo. La construcción en la periferia tiene como consecuencia que la ‘mancha urbana’ crece, y la dispersión disminuye la productividad de las urbes. Aparte de que el costo de los servicios per cápita es más alto, la productividad de la economía es más baja”.

El hecho de que un economista como Walter Spurrier (no sospechoso de afinidad alguna con el gobierno central) afirme que Guayaquil "creció menos que el resto del país" y que "nuestra ciudad ya no es imán de la migración interna y externa" encuentra una explicación en la forma en la que se ha construido Guayaquil (3). Pero como se demostró en el punto anterior, la “planeación se le ha entregado al mercado inmobiliario” y son ellos la facción ganadora de esta forma de construir, y aunque termine por perjudicar a la ciudad como un todo, ningún cambio puede esperarse bajo el imperio del PSC.

CHECK

3. CRECIMIENTO SEGMENTADO.

“A nivel teórico, la respuesta es siempre la misma: que hay que mezclar a toda la población. Precisamente, la capacidad de innovación y creación de la ciudad proviene no de la separación de grupos, sino de la mezcla de grupos. Este es el ideal. Hay que ver cómo se gestiona en la práctica”.

En la práctica, en Guayaquil el norte es la burbuja. La derrota de una ciudad sucede cuando, como ha pasado con Guayaquil, el aislarse de los demás se convierte en una aspiración común.

CHECK

(1) María Teresa Santos & Ernesto Cortés F., ‘“Sin ley, la urbanización es un desastre”: Joan Clos’, Diario El Tiempo, 16 de octubre de 2016.
(2)Explicando el negocio de la Alcaldía socialcristiana’, Xavier Flores Aguirre, 4 de abril de 2016.
(3) Walter Spurrier Baquerizo, ‘Guayaquil se rezaga’, Diario El Universo, 22 de febrero de 2015.

Sobre la indignación por las candidaturas

25 de noviembre de 2016

Por consistencia liberal, no creo en la exigencia de ninguna calificación especial para la representación política en el foro legislativo. Esos representantes son, en el mejor de los casos, una expresión de la diversidad de un país (1). Si realmente se cree que todos los seres humanos nacemos libres e iguales en dignidad y derechos (artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos), entonces no debe a nadie privársele de la posibilidad de representar a otros si esa persona se siente en capacidad para ello y asume el costo de hacerlo (una inversión de tiempo y recursos, con un resultado usualmente incierto).

He escuchado y leído mucho sobre la indignación por las candidaturas a la Asamblea Nacional. Mi inteligente amigo John Dunn ha expresado su “asco” y ha sugerido que debería votarse nulo (2). Realmente creo que la respuesta fácil es indignarse y sentir asco por esos otros que han asumido un costo personal que otros no. Y creo que lo realmente difícil es comprometerse, no digo siquiera a ser candidato (menos ahora que la inscripción de candidaturas ha cerrado) sino a conocer a otros candidatos que salgan del radar de las “caras conocidas”.

Cuando John Dunn dice que hay una “casi ausencia de candidatos alejados del escándalo y la farándula”, habría que entender esa frase con el añadido de “conocidos” al lado de la palabra “candidatos” (3). Porque las matemáticas no mienten: son 3.793 candidatos a dignidades nacionales y las “caras conocidas” del escándalo y la farándula apenas serán tres docenas (4). Hay miles (más de 3.700, de hecho) candidatos que no son conocidos, “que resultan inciertos para los votantes” (5). Sufren el estigma de que “a esos no los conoce nadie”, sambenito con el que se los suele desestimar enseguida. Pero si entonces la clave es ser conocido, ¿por qué sentir “asco” por las únicas “caras conocidas” que se atreven a participar?

En mi opinión, el problema no está en el que sirve a una estrategia (esto es, una “cara conocida” útil para un movimiento o partido político, un “mal” de la mayoría de actores políticos en esta elección) sino en el ciudadano que no busca informarse para decidir sobre su voto y que espera hacerlo exclusivamente en función de las “caras conocidas” (este ciudadano apático es transversal a todas las clases sociales y segmentaciones usuales; es la inmensa mayoría). Si el foro legislativo resulta a consecuencia de esta apatía, la expresión de una diversidad de “caras conocidas”, basta pensar en lo que ofrece la TV nacional a diario y el resultado aparece obvio. Y estará en tu papeleta electoral.

Bottom line: Creo que es razonable no culpar a otros por haber actuado de acuerdo con sus propios intereses (nadie está exento de ello) sino más bien procurar la búsqueda de alternativas que salgan del radar de las caras “conocidas”, así como difundirlas para el conocimiento de otros.

(1) Los debates que plantea la representación política son enormes. Pero me interesa apuntar a que en la sociedad ecuatoriana, la representación política usualmente ha respondido a un electorado masculino, conservador, religioso, blanco-mestizo y de clase media-alta. Estos lastres excluyentes de una amplia diversidad los arrastramos por decenas de años y resultan muy difíciles de superar (piénsese en el drama por el debate legislativo del aborto, para un ejemplo reciente). 
(2) John Dunn, ‘Asco’, Diario El universo, 24 de noviembre de 2016. La propuesta de darle valor al voto nulo me resulta sumamente interesante.
(3) 3.793 aspirantes a dignidades nacionales, han registrado sus candidaturas ante el CNE’, Diario El telégrafo, 22 de noviembre de 2016. 
(4) John Dunn, ‘Asco’, Diario El universo, 24 de noviembre de 2016.
(5) Ibíd. 

Explicando el negocio de la Alcaldía socialcristiana

4 de abril de 2016


Cuando hablamos del negocio socialcristiano en la administración pública de Guayaquil es en relación con su ‘modelo de desarrollo’ (1). Este modelo de desarrollo privilegia el negocio de la construcción, lo cual no tiene nada de extraordinario en vista de que el alcalde Jaime Nebot fue constructor durante muchos años (cosa distinta es conocer si privilegia este negocio por solidaridad de grupo o por intereses espurios). En todo caso, la alternativa que privilegia la Alcaldía de Guayaquil es, a primera vista, legítima y legal.

Este sometimiento de las políticas públicas a los intereses privados se observa en Guayaquil en la planificación, la que se ajusta a los intereses de las empresas constructoras (2). Se observa, también, en la ejecución, en la que se privilegia el desarrollo de construcciones horizontales, que no solo encarecen los costos sino que resultan ineficaces para enfrentar los riesgos de las inundaciones en la ciudad (3).

Una institución pública que busca (en la planificación y en la ejecución de sus políticas públicas) la satisfacción de intereses privados de un sector económico en vez de los intereses de la comunidad a la que se debe, es una institución que no está en capacidad de enfrentar los riesgos de las inundaciones (4). Porque para hacerlo, se requiere un modelo de desarrollo distinto. En este sentido, en el informe técnico elaborado por expertos internaciones sobre inundaciones en Guayaquil, se destacaron las "condiciones inmejorables" que tiene Guayaquil "para desarrolar soluciones integradas en el diseño urbano que combien programas de vivienda, transporte, agua potable, alcantarillado, drenaje, residuos sólidos y medio ambiente" que conviertan a Guayaquil en una "ciudad verde, además de inclusiva y sustentable" (5)

Algo que la Alcaldía socialcristiana de Jaime Nebot jamás va a hacer, a pesar de su urgencia: atenta contra su negocio. 

(1) Guayaquil a la deriva’, Xavier Flores Aguirre, 28 de febrero de 2016.
(2) Un comienzo que no sucede, porque nunca acaba’, John Dunn Insúa, 14 de abril de 2014. El arquitecto Dunn critica el que el crecimiento urbano de la ciudad se limita “a la simple aprobación de proyectos y construcciones” en vez de “dar las directrices de crecimiento de la ciudad e implementar una serie de objetivos que permitan medir el crecimiento urbano y la calidad del mismo”. También, v. Eduardo McIntosh, ‘Guayaquil: Drinking the kool-aid’, enero 13 de 2014. El arquitecto McIntosh critica ese mismo artículo de forma lapidaria, que cito en extenso: “A lo largo de todo el artículo, el representante municipal relata cómo son los promotores inmobiliarios los que deciden el crecimiento de Guayaquil. Es fácil notar la confusión en el rol que el departamento de planeamiento urbano de Guayaquil debe tener. En lugar de dictar la política de crecimiento a seguir y de coordinar los esfuerzos de los promotores inmobiliarios para maximizar la calidad de sus ofertas, se piensa que el rol del departamento de planeamiento urbano es el de autorizar permisos de construcción y apenas relatar lo que sucede. Es sencillo entender la manera caótica en la cual la ciudad ha venido creciendo. No hay una política que se enfoque en garantizar densidades mínimas para crear vida urbana eficiente, una correcta y homogénea distribución de equipamiento urbano –áreas deportivas, parques, comercio, servicios, educación, instituciones- un correcto mix de usos del suelo que ayuden a crear un sentimiento de comunidad y reduzcan el volumen del tráfico en la ciudad y una real construcción de tejido vial distribuido que evite cuellos de botella urbanos”.
(3) Sobre el crecimiento horizontal de Guayaquil, v. Juan C. Mestanza, 'Guayaquil crece de manera horizontal', Diario El comercio, 23 de mayo de 2014. Para la arquitecta Ana María León, este tipo de crecimiento es una alternativa equivocada: "Si 10 familias viven en un edifico de apartamentos, digamos de 5 pisos cada uno, ocupan el espacio de dos lotes medianos. Si las mismas 10 familias se trasladan a 10 viviendas unifamiliares, ocupan una extensión mucho mayor. Multipliquemos la infraestructura y las distancias: calles, tuberías, cableado: suben los costos, se ocupa más terreno y se incrementan las distancias", v. '¿Guayaquil, menos ciudad?', Ana María León, 27 de febrero de 2012. En conclusión, un crecimiento costoso e ineficaz, pero plenamente funcional para el negocio de la construcción.
(4) Probablemente el reto más importante que tenga la ciudad de cara al futuro: 'Guayaquil, entre las 10 ciudades del mundo más vulnerables a inundaciones', Diario El universo, 29 de septiembre de 2013; una visión crítica sobre la irresponsabilidad de la Alcaldía de Guayaquil, en: 'Inundaciones en Guayaquil', Xavier Flores Aguirre, 31 de diciembre de 2015.
(5) Mejía Betancourt, Abel, Morelli Tucci, Carlos Eduardo, Bertoni, Juan Carlos & Gabriel Cabezas Vélez 2013, 'La inundación de Guayaquil en marzo 2013. Opinión de expertos internacionales, Cooperación Técnica de CAF', Informe Gerencial [17 de jujnio de 2013], p. 32.

Nebot, campeón

3 de marzo de 2016


John Dunn publicó hoy un artículo de opinión (titulado ‘Hipertrofias urbanas’) en un diario de Guayaquil, en el que mostró un diagnóstico hecho por estudiantes del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la Universidad San Francisco de Quito. En este diagnóstico, los universitarios evidenciaron cómo la construcción del aeropuerto en Tababela convirtió al sector de los valles al este de Quito en “un sector emergente para instalaciones industriales, proyectos inmobiliarios suburbanos y nuevas carreteras”. Dunn concluyó su artículo aconsejando que en Guayaquil “se lleve a cabo un estudio sobre el impacto que puede tener el nuevo aeropuerto de Daular en sus poblaciones aledañas” (1).

Pero no es ese un consejo que le interese al alcalde de Guayaquil, porque él no cree en esas cosas. Lo dejó muy claro cuando en una sesión del Concejo Municipal de Guayaquil del año 2010, en la que se discutió en segundo debate la ampliación de los límites urbanos de la ciudad para incorporar el sector donde se construiría el nuevo aeropuerto de Daular, el alcalde se negó a aceptar la posibilidad de cualquier impacto económico del futuro aeropuerto en los terrenos aledaños al mismo. Un pensamiento absurdo si se considera que Jaime Nebot administra una ciudad, pensamiento que se torna incluso sospechoso si se toma en consideración que durante muchos años, como empresario privado, Jaime Nebot trabajó en el negocio de la construcción (2).

En dicha sesión, el alcalde de Guayaquil expresó su convicción de que:
 
 “… el que un terreno sea urbano o sea rural no cambia su ubicación, ni cambia su valor, porque está en el mismo sitio”. 
Enseguida, el alcalde reafirmó esa idea con una comparación, como si el absurdo sirviera para corregir la falsedad previa:
 
Si usted declara urbano al desierto del Sahara, ¿cree que vale más? Será siempre el desierto del Sahara”. 
El concejal Octavio Villacreses reconvino al alcalde y le señaló la diferencia: los terrenos de los que se habla se sitúan en el “polo de desarrollo del aeropuerto”. Por toda respuesta a esta sensata observación, el alcalde sacó a relucir su experiencia en el negocio inmobiliario:
 
“la tierra es lo que es por los tres factores que los urbanistas, las personas que conocen el negocio de desarrollo inmobiliario identifican, como a) ubicación, b) ubicación y c) ubicación. Si un terreno es un mal terreno, sino tiene futuro, podrá ser urbano, podrá ser rural” (3). 
Es cierto que un mal terreno no tiene futuro, pero el caso que interesa es el de los buenos terrenos, en los que sí que pesa la diferencia entre terrenos urbanos y rurales (4). Un terreno ‘bueno’ es, por ejemplo, uno cercano a un nuevo polo de desarrollo, porque como demostró Dunn en su artículo, un nuevo polo de desarrollo creado por su cercanía a obras como los aeropuertos de Tababela y de Daular, es un escenario propicio “para instalaciones industriales, proyectos inmobiliarios suburbanos y nuevas carreteras”. Es decir, es un escenario ideal para el negocio de la construcción.

Por sus funciones como alcalde y sus antecedentes como constructor, Nebot no puede jamás ignorar que los terrenos alterarán su precio cuando se cambie su uso del suelo. Lo que sí puede hacer es mentir con total impunidad y decir que el cambio de uso del suelo de rural a urbano no altera los precios de los terrenos. Porque a pesar de la resistencia de un pequeño grupo opositor, el bloque PSC/MdG del concejo municipal de Guayaquil son unos “alzamanos” sin fisuras y el alcalde Nebot puede, en efecto, hacer y deshacer a placer, pues encuentra siempre la zalamera obsecuencia de los concejales de su partido (5).

(1) John Dunn Insúa, ‘Hipertrofias urbanas’, Diario El universo, 3 de marzo de 2016.
(2) En opinión de Luis Fierro Carrión en su libro 'Los grupos financieros en el Ecuador': “el Grupo Nebot se especializa en el negocio inmobiliario. Su oficina central está localizada en el edificio Valra de Guayaquil, edificio que comparte con las oficinas del Ing. Febres-Cordero y de Ecuasal”, citado en ‘Los socialcristianos y el origen de las invasiones en Guayaquil: el gran negocio que se escapó de control’, Tripamishqui, 2 de junio de 2013. En el edificio Valra queda, a día de hoy, la inmobiliaria Ingersa que preside su hijo, homónima de la FIP que Nebot constituyó para proteger su patrimonio familiar, v. ‘La Fundación Ingersa de Nebot, en Panamá, administra todos los bienes del alcalde porteño’, El telégrafo, 1 de julio de 2015.
(3) ‘Acta de la sesión ordinaria del M. I. Concejo Cantonal de Guayaquil, celebrada el 07 de octubre del año 2010’, Alcaldía de Guayaquil, p. 13-14.
(4) En países con institucionalidad sólida como Chile (a diferencia de un feudo cantonal de un autoritario de derechas, como Guayaquil) un discurso como el de Nebot sería motivo de burla, pues allá se tiene claro que el cambio que una autoridad hace del uso del suelo afecta el valor de los terrenos. De hecho, ese cambio de urbano a rural es el núcleo del escándalo de corrupción en el que está involucrado el hijo de Michelle Bachelet, v. Rocío Montes, ‘Sombras familiares sobre Bachelet’, El país (España), 13 de febrero de 2015.
(5) Para muestra un botón, de esa misma sesión: “Yo he tomado esa decisión”, afirmó el alcalde, para después advertir: “ojalá el Concejo responsablemente la tome [esa misma decisión, N. del A.] como un apoyo a la sensatez, no porque jurídicamente necesite que ustedes tomen esa decisión, porque yo ya la tomé, corresponde a mí y estaba esperando el momento propicio para hacerla pública”. Nebot hace referencia a la decisión “de que aquí no vamos a legalizar un terreno ni vamos a poner una volqueta de cascajo ni un metro cuadrado de asfalto ni un metro de tubería de alcantarillado de agua potable más allá de lo que he expresado en el límite oeste, el límite de Flor de Bastión y el límite de la Sergio Toral”, v. ‘Acta de la sesión ordinaria del M. I. Concejo Cantonal de Guayaquil, celebrada el 07 de octubre del año 2010’, Alcaldía de Guayaquil, p. 12. Nebot está muy equivocado. La decisión de dotar o no de un servicio público a un sector de la población no es, ni puede ser, la decisión exclusiva de una sola autoridad, como él cree. De acuerdo con la ley que regula esta materia de desarrollo cantonal y de ordenamiento del territorio (el COOTAD), la atribución de un alcalde es “dirigir la elaboración del plan cantonal de desarrollo y el de ordenamiento territorial” con enormes limitaciones, entre ellas, hacerlo “con la participación ciudadana y de otros actores del sector público y la sociedad”; la atribución jurídica de “aprobar el plan cantonal de desarrollo y el de ordenamiento territorial formulados participativamente” le corresponde de manera exclusiva al concejo municipal que Nebot ningunea.  

Para la Alcaldía de Guayaquil, criminalizar es innovar

21 de enero de 2016


Este martes, una lluvia mediana evidenció las falencias del modelo para la prevención de inundaciones de la Alcaldía de Guayaquil, que lo orilló al alcalde a innovar su discurso y a ofrecer una nueva excusa. Sus líneas tradicionales son: (1) no es mi culpa (porque dragar es responsabilidad de otros) y (2) no es mi culpa (porque el control de las mareas es voluntad de Dios). Pues bien, el alcalde agregó una nueva variante de “no es mi culpa” con su innovación discursiva del miércoles 20 de enero.

‘Innovación’ es una forma de decirlo, porque en su cadena radial de este miércoles el alcalde recurrió, en realidad, a un antiguo recurso retórico, especialidad de nuestra derecha: la criminalización. En esta variante de “no es mi culpa” se le atribuyó la comisión de un delito a un colectivo anónimo, del que nada se sabe. Una categoría que existe, porque el alcalde la dice.  

La cadena radial de los miércoles es un monólogo, sin cuestionamiento alguno de parte de los periodistas que acompañan al alcalde. Tomemos este último 20 de enero como ejemplo. Nebot anunció su nueva excusa: “ayer hubo además un problema que lo quiero denunciar y por eso me quedé hasta altas horas de la noche investigando esto y pidiendo que se me compruebe” (1). Un periodismo, no digo ya crítico, sino meramente preocupado por lo básico de su oficio, le hubiera preguntado al alcalde cuáles fueron los resultados de esa investigación y cuáles fueron las evidencias que obtuvo para llegar a comprobar los hechos que denuncia (2).

Porque lo que el alcalde “comprobó” fue la existencia de una nueva modalidad delictiva: tapar las alcantarillas “con tapas de balde, cartón y troncos, sin duda por gente que hacía eso para causar inundación adicional, y asaltar”. Un periodismo responsable preguntaría enseguida por las víctimas de estos asaltos: ¿cuántos, dónde, cómo? Y preguntaría también por el delito: ¿cuáles son las evidencias que lo comprueban? Pero el alcalde no recibe nunca ni una pregunta incómoda. Tan sencillo es: los asaltos son porque él los dice. Para la prensa privada de Guayaquil, eso es palabra santa.

Guayaquil es una sociedad en la que su máxima autoridad puede decir “existe una nueva modalidad de delito” sin que nadie se atreva a cuestionarlo en lo más mínimo. Tiene razón John Dunn, en su artículo de hoy: nos conformamos con poco y, por ende, “somos culpables de nuestra propia desgracia, al no cuestionar a nuestros gobernantes; al creer que las inundaciones son culpa de los delincuentes, de la basura y de la marea alta” (3).

(1) 20 ENERO 2016 Enlace radial del Alcalde Jaime Nebot, Alcaldía de Guayaquil, YouTube, min. 3:49-4:47.
(2) En vez de eso, uno de los periodistas le pregunta al alcalde si cree que es un complot contra su administración, dando así por buena su “investigación”.
(3) John Dunn Insúa, Disparar al otro bando, Diario El universo, 21 de enero de 2016.