La fina burla al P. Bartolomé
de las Casas que inicia el cuento “El atroz redentor Lazarus Morell” de Jorge
Luis Borges, ha cobrado merecida fama. Es como sigue:
“En 1517
el P. Bartolomé de las Casas tuvo mucha lástima de los indios que se extenuaban
en los laboriosos infiernos de las minas de oro antillanas, y propuso al
emperador Carlos V la importación de negros que se extenuaran en los laboriosos
infiernos de las minas de oro antillanas” (1).
Sigue una relación de hechos
que Jorge Luis Borges le atribuye a la negritud. Recuerda en su letanía a los
orientales Pedro Figari y Vicente Rossi, a los políticos Abraham Lincoln y
Toussaint Louverture, a la herencia musical en el candombe y en “la habanera
madre del tango”.
Elvis llegaría después (el
cuento se publicó en 1935). Pero bien hubiera podido añadir: “Y la música de
Elvis Presley”.
En una entrevista a
inicios de su carrera (1956), Elvis fue honesto sobre el origen de su estilo:
“Los
amigos negros [‘colored folks’,
en el original] llevan cantando y tocando esto desde antes de lo que yo puedo
recordar, amigo. Ya tocaban en sus chabolas y en sus garitos, y nadie apostaba
por ellos hasta que yo he despabilado el tema. Yo lo he copiado de ellos. En Tupelo, Mississippi, solía oír al
viejo Arthur Cudrup aporreando su guitarra igual que hago yo, y yo me decía si
algún día consigo sentir todo lo que siente el viejo Arthur me habré convertido
en un músico como nadie”.
(2)
Mason, Bobbie Ann, ‘Elvis Presley’,
Mondadori, Barcelona, 2003, p. 55. El resaltado no es del original.
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