Quito, 1809-1812

16 de julio de 2017

El momento culminante de la llamada “Revolución de Quito” fue la aprobación de la Constitución del Estado de Quito el 15 de febrero de 1812, documento en el que se proclamaba un manejo autónomo de las ocho provincias que componían el naciente Estado quiteño. En su artículo 5, sin embargo, la Constitución establecía que si el Rey de España Fernando VII El Deseado volviese a reinar (estaba capturado por los franceses), el Estado de Quito se reintegraría al Reino de España (1). A fin de cuentas, eso es seguir perteneciendo a España, pero administrarse por cuenta propia: es decir, “autonomismo”. Jamás independencia.

Una declaración de independencia se escribe distinto. Por contraste y para ilustrar, véase la de Cartagena de Indias, fechada el 11 de noviembre de 1811 (es decir, anterior a la constitución quiteña):

“[…] declaramos solemnemente a la faz de todo el mundo que la provincia de Cartagena de Indias es desde hoy de hecho y por derecho Estado libre, soberano e independiente; que se halla absuelta de toda sumisión, vasallaje, obediencia y de todo otro vínculo de cualquier clase y naturaleza que fuese, que anteriormente la ligase con la corona y el gobierno de España, y que como tal Estado libre y absolutamente independiente pueda hacer todo lo que hacen y pueden hacer las naciones libres” (2).

Lo que hubo en Quito en los años 1809-1812 fue una revuelta autonomista, explicada en lo esencial por Enrique Ayala Mora en términos más prosaicos que patrióticos: “Los protagonistas del proceso fueron poderosos latifundistas, para cuyo manejo político la burocracia española era un impedimento. Una vez instalados en el mando, suprimieron las contribuciones de los blancos, manteniendo las de los indios, e hicieron desaparecer la constancia de las cuantiosas deudas que habían contraído con la Corona por compra de tierras. Los notables criollos fueron los usufructuarios de la libertad(3).

Pero este es el país de un Abdón Calderón en trocitos sosteniendo una bandera tricolor que no existía para la época. Lo fabuloso nos salva de enfrentarnos a lo real: un país de segundo orden, con una independencia tardía.

(1) O sea que de todas maneras, esta administración autónoma de Quito instituida por la Constitución de 1812 habría fenecido cuando Fernando VII volvió a reinar España, en 1814. Pero ni a eso llegó, pues su duración fue más efímera: se extinguió tras la derrota de los combatientes quiteños en la batalla de Ibarra, concluida el 1 de diciembre de 1812.
(3) Ayala Mora, Enrique, ‘Resumen de historia del Ecuador’, Corporación Editora Nacional, Quito, 2008 [Tercera edición].

0 comentarios: