Obispo Sudamericano a las finas hierbas

6 de marzo de 2019


Hubo una época, en la temprana conquista española de Sudamérica, en la que un único obispo católico gobernó todo el territorio. Este fue el caso del sacerdote castellano Vicente de Valverde y Álvarez de Toledo, el que le dio la Biblia a Atahualpa*. Desde que lo nombraron Obispo del Cuzco en 1537 se convirtió en el único obispo para millones de kilómetros que él no conocía y para millones de personas que a él no lo conocían.

En 1541, el padre Valverde fue a la isla Puná a predicar el evangelio de Yisus y sus amiguetes para que los vayan conociendo. Los aborígenes punáes no le aguantaron paro a su verso cristiano, y muy paganamente, se lo comieron. Hasta ahí llegó la carrera del primer Obispo Sudamericano, Vicente de Valverde: a cena de la familia Tumbalá y otros habitantes de la isla, hoy perteneciente a la jurisdicción del cantón Guayaquil.

Diríase una forma sui géneris (aunque efectiva) del Écrasez l’Infâme.

Y un hecho que merece memoria: jamarse un Obispo Sudamericano no es poca cosa. Es, literal, masticar, deglutir y cagar una de las autoridades católicas con mayor jurisdicción de todos los tiempos.

* Atahualpa, AKA “el cuzqueño más ecuatoriano de todos los tiempos”.

1 comentarios:

MamaQuil dijo...

La isla Puná y los Tomalá o Tumbala fueron malditos por Huayna Capac, cuando se le cruceteó y le quitó a la princesa Posorja.
http://margaritalinop.blogspot.com/2011/08/leyenda-de-posorja.html?m=1


Esta historia del obispo no la sabia. Con razón es una isla espantosa.