En marzo 20 de 1827, José Joaquín de Olmedo, guayaquileño, de 44
años cumplidos en ese mismo día, le escribió una carta al gran Andrés Bello*, una de las cumbres intelectuales de
América, en los siguientes términos:
‘Si Ud. me dijera que desea verme para darme
un abrazo, me haría una expresión dulce y lisonjera para mí; pero diciéndome
que desea verme para pedirme consejos, me hace Ud. un cumplimiento que debe ser
risible, puesto que me ha hecho reír’.
Después se dirige a Bello, así: ‘Ud. es el demonio. ¡Pensar que yo puedo hacer versos ahora, y aquí, y
pronto, y para EL REPERTORIO! Ud. ha visto los pocos que tengo conmigo;
indignos, no digo de la prensa pública, pero aun de la prensa de la carpeta en
que duermen en paz’.
Y debe haber sido buen dato, Olmedo, por el tono gracioso y componedor
con el que sale al paso de este brete: ‘Pero
con el deseo de complacer a Ud. de algún modo, le propongo darle una
composición muy superior a todo lo que yo puedo dar ni aun exprimido’, le dice,
para ofrecerle a Bello la obra de otro, una ‘Oda a los Pueblos de Europa’, que iba a ir firmada ‘Un Colombiano. 1824’.
Y se despide de Bello, con esta chanza:
‘En fin ya mis hijos no podrán escribir sobre
mi losa:
Yace aquí Olmedo,
que no era
Ni académico
siquiera’
Después de su firma, agregó, con cortesía: ‘Finísimas a mi comadre, ahijado, niños y García’. Un final sublime.
Leída y releída, puedo decir, como Olmedo, que su carta ‘debe ser risible, puesto que me ha hecho
reír’. Y es un gran cumplido**.
* ‘José Joaquín de Olmedo. Epistolario’,
Biblioteca Ecuatoriana Mínima, Editorial J. M. Cajica Jr., Puebla, 1960, pp.
270-1.
** Decía el egregio Negro Fontanarrosa: ‘Yo me doy por muy bien pagado cuando alguien
se me acerca y me dice: «Me cagué de risa con tu libro»’. Creo que una
aspiración similar abrigaba José Joaquín de Olmedo en algunas de sus cartas.
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