Quiero suponer que fue Río...

20 de noviembre de 2008

Ayer Gabriela Calderón publicó en diario El Universo “Acato pero no obedezco”, columna que escribió en Río de Janeiro. Yo quiero suponer que la muy fascinante ciudad de Río de Janeiro no le concedió a la Calderón el tiempo necesario para escribir una columna que valga la pena. Río es así: yo sé en carne propia cuán difícil resulta escribir una columna porque estuve en Río en octubre del año pasado y el envío de una columna fue un acto acrobático, que sólo porque las pasiones agudizan el ingenio (Séneca dixit), alcanzó a concretarse con Bijari. Sé también, dicho sea de paso, lo que es una favela porque estuve allí: después de un concierto de la enorme María Creuza en el bar Garota do Ipanema (sito en Ipanema, calle Vinicius de Moraes al 49 –todo un lujo para el alma) nos fuimos, en compañía de un pana brazuca a tomarnos unas birras, entrada la madrugada, en una cantina de la favela Rozinha. Aquella fue toda una experiencia, que constituye una de las formas vivenciales del realismo mágico.

Dicho lo antecedente, veamos. El artículo de Gabriela me hace mucho ruido porque su crítica de la situación de anomia social en las favelas brasileñas (lo que en el campo del derecho se llama “zona gris”) es descriptivamente correcta; el remedio que sugiere, sin embargo, es partícipe del absurdo. Suponer que el solo hecho de que el Estado intervenga mediante impuestos y permisos es razón suficiente para que se “acate pero no se obedezca” constituye un reduccionismo económico muy ingenuo. La economía, dijo Fernand Braudel, influencia a la política, la cultura y la sociedad; es cierta también, acotó Braudel, la influencia en sentido viceversa. Y en este caso, es precisamente lo viceversa lo que de veras importa, y lo que brilla por su ausencia. Ya ruido no me causa, pero sí mucha gracia, el que Gabriela cite a Suecia como modelo de sociedad que brinda seguridad a sus ciudadanos porque Suecia se encuentra en las antípodas del ideario liberal que suele defender en sus columnas. Yo nunca he visitado la patria de Ingmar Bergman (lo más cerca que he estado de allí fue liarme con la hija de un embajador acreditado en Suecia: sucedió en México, en tiempos de la Eurocopa 2004) pero una cuatacha, Cecilia Sandoval, que vivió allí y que escribió una indignada carta al diario El Comercio en razón de un artículo de ese señor con nombre de cantante berreta, Montaner, nos lo cuenta en detalle: “Este señor no sabe que en Suecia el sueldo básico mínimo de cualquier asalariado es 20 dólares la hora, y eso no es lo importante: toda la educación es subvencionada por el Estado: desde la guardería hasta la universidad, son gratuitas. Reciben colación y almuerzo en sus centros escolares hasta los 18 años. Todos los niños y jóvenes reciben subsidio del Estado para gastos personales hasta los 18 años. El servicio médico de toda la población corre por cuenta del Estado: operaciones, tratamientos, terapias, partos, cesáreas, enfermedades terminales, prótesis, lo que sea. Las madres se quedan un año con sus hijos recién nacidos, recibiendo paga completa. Las personas desempleadas reciben un subsidio temporal mientras consiguen trabajo. Todo está incluido dentro de los altísimos impuestos que los suecos pagan al Estado, el cual redistribuye esta riqueza y la revierte a su pueblo en salud, educación y una vida digna para todos. En Suecia inclusive se paga un impuesto a la riqueza”, y sigue, pero dejémoslo ahí. Dicho lo cual, es chistoso que en el párrafo que cierra su columna Gabriela refiera que la principal función del Estado debería ser la “protección de la vida y la propiedad de los ciudadanos”. ¿Y entonces, Suecia? Ummmm.

Quiero suponer que fue Río…

17 comentarios:

Luis dijo...

Mencionas la Anomia Social, sigues la línea de Gargarella, luego no debes dejar de leer "País al Margen de la Ley", de Carlos Santiago Nino.

Comparto el siguiente comentario al artículo de Gabriela Calderón:

Primero: ¿qué hacer ante esta realidad que describes, es Brasil una potencia económica de nuestra región al igual que México y Chile?, ¿debemos seguir su modelo?
¿La clase alta brasileña padece de violaciones a sus derechos "innatos" a la vida, la libertad y la propiedad?
¿Cómo puede resolverse el problema de las favelas sin redistribución de la riqueza?, ¿si el gobierno brasileño elimina subsidios (nose cuales específiciamente, pero supongamos que subsidia fuentes de energía), no perjudicará ello más a las favelas?
¿Los elites brasileñas, de ausentarse el Estado, invertirán en las favelas para desarrollarlas? En las favelas sí, grandes miradores seguro, pero ¿y los que viven allí qué?
¿Cómo concilias tus políticas públicas libertarias con el desarrollo de las capacidades (alimentación, salud, educación, vivienda digna) de grandes grupos humanos?
Recuerda que las políticas libertarias prohiben de forma absoluta violar la propiedad, entonces, ¿de dónde saldrán los recursos? No creo que apeles al ingenuo argumento de la solidaridad cristiana, o al famoso efecto del derrame: precisamente, el caso de las favelas es un caso de núcleos duros de pobreza, no como falta de recursos económicos, sino como falta de desarrollo de las capacidades (Ver Sen, Amartia).

Bueno por ahí va la cosa.

Saludos.

José María León Cabrera dijo...

Leí el artículo de Gabriela Calderón. Me parece que es uno de sus tantos desaciertos, y creo que es un mal bastante recurrente entre alguno de los editorialistas del Universo: sus columnas están diseñadas para defender una agenda política y en el caso de Gabriela Calderón una agenda ideológica e institucional (la del cuestionado instituto CATO).

No es la primera de algunas cosas lamentables que ha escrito y alguna vez hice referencia sobre ello, pero me di cuenta que iba a terminar escribiendo casi uno por semana, así que ahí nomás lo dejé.

Curiosidades aparte, Cecilia Sandoval es prima de mi mamá y la estuvo visitando hace poco que estuvo por Quito, donde Cecilia vive con su esposo sueco, Jonas.

Qué pequeño el mundo es.

Saludos,

JM

Micaela Delgado dijo...

Me parece ingenuo comparar Suecia con Brasil. Los países latinoamericanos estamos muchos años desfasados de los niveles de vida que se han alcanzado en Escandinavia o en los países de Europa Central. Por eso digo que una comparación entre ellos es absurda. A mi manera de ver deberíamos seguir su modelo, que es mucho mejor que el estadounidense en el que, aunque hablan mucho de libertad, existen las mayores desigualdades que uno se puede imaginar. El estándar de vida en Alemania, por ejemplo, es muy alto. Así como en Suecia, a uno le descuentan casi la mitad del sueldo en diversos impuestos. Todo esto sirve para mantener los niveles de infraestructura, seguridad, educación, salud, etc. Aquí ningún alemán debería en teoría morirse de hambre, porque el estado subvenciona a los desempleados, a los discapacitados, etc. Hasta a los alcohólicos y drogadictos en algunos casos (igual la gente se queja de que aquí existen muchas injusticia; si conocieran Ecuador seguramente pensarían de otra manera).
Yo estoy de acuerdo con que se cobren diversos impuestos, siempre y cuando uno los vea revertidos en un estándar de vida como el de los países desarrollados. El peligro es que también se desperdicie mucho en burocracia, que también está a la orden del día en Alemania. Para que este sistema funcione de la mejor manera debería existir transparencia y se debería eliminar la corrupción en la medida de lo posible para que los impuestos recaudados no sean despilfarrados. Todos idealismos en el Ecuador o el Brasil actuales, pero ese debería ser nuestro norte.

Anónimo dijo...

Xavier;
Al parecer Gabriela Calderón no se enteró que las favelas funcionan a través del narco que las gobierna, de nada sirve lo que el gobierno municipal o estatal haga o deje de hacer porque quien decide lo que se hace es el narco. Basta mirar la película Ciudad de Dios para tener una idea un poco clara del submundo (única frase del cholito que me agrada) que allí se vive.

Estoy de acuerdo con José María León, aquel artículo es uno de los tantos desaciertos en los que incurre la Calderón producto de su defensa a ultranza del libre mercado.

ceciluchis dijo...

Xavier, te quiero por ser quien eres y te odio por hacerme leer a Gabriela Calderón. Acabo de tragar sin agua su deslucido y des-lúcido artículo "Acato pero no obedezco".
Observaciones: 1. "El Estado termina sacrificando los derechos más basicos de muchos brasileños". Si son básicos, ese "más" está de más. Si son "de muchos", no son de todos; no hay que sorprenderse ante esta afirmación, ya que el principio (más) básico del mundo libertario es: clamar por los derechos, sí, pero de unos pocos.
2. Qué barbaridad, se ha "parado encima de un edificio". Por suerte no se cayó. Yo hubiese pensado que alguien que ha estudiado tanto podría encontrar una manera mejor de expresarse.
3. Peró éste es el mejor:"cada que el Estado brasileño asume una responsabilidad...". Hace tiempo alerté a los editores de El Universo sobre la terrible redacción de Calderón, "cada que escribía" -ni hablar de su parte "ideológica"- pero creo que me gané algunas antipatías irreconciliables.
Seguro que Calderón no ha estado en Suecia, ya que el respirar el mismo aire de justicia e igualdad social que los suecos, hubiese causado alguna positiva modificación a sus distorsionados y algo obsesivos planteamientos.
Eso. Recibe un abrazo,
Cecilia.

Xavier dijo...

Luis, el comentario que compartes es muy acertado y esa línea de análisis que desarrollas es muy interesante (y fluye natural a partir de la usual postura de GC y la crítica que se le posteó). Sobre Nino, un capo, me interesa el libro que mencionas; yo conseguí en Buenos Aires Los Escritos de Carlos S. Nino (vol. 1 y 2) y podríamos hacer un sabroso intercambio, just let me know. Sobre el efecto “derrame” (cuyo único derrame posible es el cerebral, por falta de atención en materia de salud) a la mejor cuelgo algo a partir de Gargarella sobre el tema, con una acerba crítica a esta visión de “los derechos, pero después”.
JM, el diseño de columnas es notorio; lo peor, es que se dé con pobres argumentos, como es este caso. Si uno escribiera posts sobre las críticas (laudatorias o cuestionadoras, y mucho, mucho más, habría de estas últimas) a las columnas de los medios de comunicación social se nos iría la vida en ello, porque Chimoltrufia mediante, “hay gente que ni qué”. Neta, cuando leí el artículo de la Calderón pensé que no valía dos pesos pero no pensé escribir nada al respecto; recuerdo que lo llamé a Fernando y le dije, “óyeme, ¿leíste a la Calderón?, es que es impresentable”. Pero luego, lo pensé un poco más en detalle y la sabrosura de Río podía dar para sazonar el post y no dejar la columna de GC impune en su torpeza, al tiempo de no faltarle gracia a la redacción del post y fomentar el debate sobre las ideas de GC como en efecto en estos comentarios, en alguna medida, ha surgido y me alegro que así sea. Sobre Cecilia, pues segunda coincidencia en tres posts, qué pequeño el mundo es, ja. Cecilia es lo más, no la conozco en persona, pero mantengo con ella una correspondencia inteligente (de parte de ella) e irónica, que es todo un deleite.
MicalaDA: en efecto, es ingenuo, acaso torpe. Compartimos la visión de riesgos y de norte.
Fernando: la película es excelente pero para enfatizar el asunto es mejor el documental que viene con ella, que revela (con imágenes pepa) la vida en las favelas. Me quedé con las ganas de conseguir el libro de Paulo Lins en el que se basa la película, que en una ocasión, hace años, lo vi en venta en la Científica del centro, cuando tenía un segundo piso con alguna literatura surtida (ni tanta) y la atención de Carlos C. Chico (ni tanta). Les había llegado un lote de libros, muchos de ellos interesantes. Yo estaba chiro pero tomé nota de varios para volver; cuando volví, al trío de días, el lote de libros interesantes había sido trocado por útiles escolares. Mi intuición: no compró nadie y los devolvieron: habituales problemas del páramo cultural. Y no he tenido la suerte (tampoco lo he buscado con ahínco, tengo que admitirlo) de volverlo a ver, ni en este páramo, ni en las surtidas bibliotecas de México D.F., Bogotá o Bs. As., donde todo, o casi todo, puede hallarse. Supongo que una lectura del libro de Lins ayudaría a GC a pensar las favelas con mayor detalle; el solo documental o la peli haría mucho a su favor.
Ceciluchis: ¿ya ves José María, que la prima de tu mamá es lo más? Ni te cuento el correo que me envió por cuerda separada, todo un lujo, ja. Cuatacha Cecilia (todo un homenaje decirte cuatacha: así la llama Sabina a la Vargas): coincido, punto por punto. Eso. Abrazo.
Salutes.

Xavier dijo...

Fernando, gracias por traer a colación Ciudad de Dios, me puso a buscar en Internet al respecto y San Google trajo esta nota de Página 12, con entrevista a Paulo Lins. La nota se llama, "el arte de vivir con fe sin saber con fe en qué" y la subnota (i.e., la entrevista) "400 años a la buena de Dios". Crudo y para pensar, precisamente, sobre el tema que nos ocupa. El enlace:
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-2219-2005-05-09.html

F dijo...

Lo que sostienen es bonito para filosofar pero no existe un asidero ético para justificar el intervencionismo.

Tampoco existe una base racional al sostener que la economía es secundaria en un proyecto político, sonaré marxista, pero esa es la infraestructura que te permitirá determinar hasta donde llegará la superestructura.

Por otro lado fácil es hablar de los pobres cuando se vive alejado de ellos y no se entienden sus necesidades e intereses. A ellos no los beneficia la regulación comercial, ni la rigidez laboral, ni la guerra contra las drogas.

Pero es común el intelectual paternalista. A unos toma más tiempo y a otros menos reconocer sus errores en pretender imponer sus proyectos de vida a los demás (generalmente los menos estudiados o los menos billeteados) porque piensa que sabe más y por eso se piensa moralmente superior.

Un cordial saludo.

Xavier dijo...

Francisco, interesante intervención. Más interesante sería todavía que expliques cómo el no intervencionismo del Estado resuelve la situación de pobreza y marginación de los pobres de las favelas brasileñas (¿por qué algo debe hacerse, o no?) y cómo esos conceptos que tiene este no intervencionismo están cercanos y entienden las necesidades y los intereses de los pobres.
Lo de los intelectuales moralmente superiores está gracioso como prejuicio.
Recibe un cordial saludo.

Xavier dijo...

Perdón, Fabricio. Excúsome del error. Salute.

F dijo...

Luego te contesto, estoy haciendo un trabajo.

Lo que si te adelante es el tema de la autonomía individual, por qué existe para tí una base ética que supone que nadie le da el derecho a elegir, regular, prohibir sus actividades religiosas, morales, sexuales, alimenticias, etc... pero se hace una excepción en la economía.

Y lo del intelectual moralmente superior justamente lo digo por eso, porque sino quién decide hasta dónde llega la regulación sobre la vida privada, quién te dice que sí y que no regula de la vida privada (el intelectual?, el legislador?, bajo qué autoridad que no sea la fuerza?).

Y ojo que no hablo de "derechos" del rico (un prejuicio más regado aun, a más que yo estoy muy lejos de serlo), empiezo hablando por los pobres, como individuo preocupado por el bienestar del otro.

Xavier dijo...

Perdona la demora, Fabricio, casi se me pasa responderte. En relación con tu comentario, solo podemos todos gozar de libertad en la medida en que están garantizadas ciertas condiciones mínimas para que todos accedamos a ese goce. Lo otro, suponer que dejarlo todo al libre juego de las voluntades humanas es ingenuidad, hipocresía o mala fe.
Suerte con tu trabajo. Salute.

F dijo...

Y quién lo decide?, con qué autoridad?

Quién es tan "bueno" y "sabio" que hay que permitirle que su voluntad sea la decisoria...

Xavier dijo...

En una democracia, lo decidimos los ciudadanos que somos quienes legítimamente le concedemos autoridad a unas personas (se llama Gobierno) para cumplir con un amplio catálogo de derechos y obligaciones (se llama Constitución).

F dijo...

Entonces rechazas el principio de autonomía del individuo, y sometes los derechos y obligaciones a obra y gracias del demos o de la mayoría.

Pregunto, porque los ciudadanos también podrían decidir convertir a Ecuador en Estado confesional católico, por ser mayoría.

F dijo...

De hecho la República Islámica de Irán cumple los requisitos de decisión legítima, por mayoría o el pueblo, han concedido a sus líderes o gobierno que cumplan con un amplio catálogo de derechos y obligaciones.

Luis dijo...

Leer John Elster "Sobre el Precompromiso y la Paradoja de la Democracia".

El liberalismo no solo se fundamenta en la autonomía individual, sino también en la inviolabilidad de la persana humana (personas son fines en sí mismas) y el principio de la dignidad de la persona (eliminando rasgos del determinismo). "Etica y Derechos Humanos" de Nino.

De estos tres principios básicos se deducen una serie de derechos (distributivos e individuales) OJO AQUÍ, el liberal no reconoce entes colectivos como sujetos de derechos.

Se puede sostener que Dworkin, a su vez, amalgama estos tres principios en lo que él denomina como el derecho moral "absoluto" a ser tratados con igual consideración y respeto, "Los Derechos en Serio". Para él, no existe un derecho general a la libertad, sino entonces, ¿cómo justificar el imponer una manera de conducir, en uno u otro sentido, o la imposición de límites de velocidad, censura para ciertas expresiones, etc... Cuando se dice que uno tiene derecho a algo, se supone que no importa cuánto beneficio o perjuicio cause a la colectividad, los derechos son "antiutilitarios", se deben imponer a los objetivos colectivos o políticas.

Garantizados estos derechos, la democracia, como forma de gobierno, se asemeja o recrea, lo que en la "modernidad" se conoce como el discurso moral. Constructivismo ético, o neokantianismo.

Esto significa ser un demócrata genuinamente radical, de acuerdo a la concepción de Gargarella en "Justicia frente al Gobierno".

Ahora, ¿cómo justificar al liberalismo? Leer historia crítica.