“Si uno lee los grandes estudios abstractos, las teorías, las proclamas de la época, muy bien; pero cuando se leen las memorias de quienes vivieron esos acontecimientos, se da uno cuenta de que fueron espantosos.”(Emil Cioran)
Esta idea de Cioran
se aplica a las narrativas oficiales de la historia de la independencia de
Guayaquil. Si se lee, por ejemplo, el libro Historia de Guayaquil financiado
con nuestros impuestos (que califica para “gran estudio abstracto”) (1), o si se leen las proclamas de la
época, que no en vano las escribió el poeta Olmedo. En ellas, uno se encuentra con un
proceso de independencia libre de mácula. Una historia de gente feliz.
Por eso, hay que
tener claro que esos dos documentos están orientados a falsear la verdad, porque no sirven a los hechos, sino a un mensaje
que quieren transmitir: en el caso de la historia oficial de Guayaquil pagada por la Alcaldía de la ciudad es un
propósito de adoctrinamiento político a mayor gloria del PSC/MdG; en el caso de
las proclamas de la época, el propósito es lisonjear la gesta para mayor gloria
de la idea de libertad.
Por eso, como dice
Cioran, lo que revela la época realmente es la lectura de “las memorias de
quienes vivieron esos acontecimientos” para darse cuenta “de que fueron
espantosos”. Hay tres relatos de quienes vivieron los acontecimientos del 9 de
octubre de 1820: los de José María Villamil y Joly, Manual Antonio Fajardo y
Vicente Ramón Roca (puesto en limpio por su hijo Juan Emilio). Y, al menos, un
reputado historiador guayaquileño, Francisco Xavier Aguirre Abad, fue
contemporáneo de esos hechos y tuvo trato personal con muchos de sus
participantes. A partir de sus narrativas, de sus impresiones en primera
persona de un período clave de la historia de la ciudad, se puede construir un
relato de los espantos de la época de la independencia. Vaya en adelanto el que
Aguirre consideraba al peruano Gregorio Escobedo, quien fuera el primer presidente de la Junta de Gobierno del Guayaquil independiente, “hombre dispuesto a todo
lo que pudiera darle medios para satisfacer sus vicios” (2).
(1) ‘Guayaquil, la aldeana’, Xavier Flores Aguirre, 26 de diciembre de 2015.
(2)
Aguirre Abad, Francisco Xavier 1972, Bosquejo histórico de la República del
Ecuador, Corporación de Estudios y Publicaciones, Guayaquil, p. 178. Al
arequipeño Gregorio Escobedo, Guayaquil lo recuerda con una calle en cuya
intersección con Junín (y sobre esta última) quedaba la ya extinta picantería ‘Mini-Rico’, en la que a mediados de los
noventa acometí por vez primera ese constitutivo acto de guayaquileñidad que
es la jama de encebollado.
1 comentarios:
Xavier, que refrescante volver a leer tus entradas tan interesantes en este mar de superflujismo socialcristiano. Crees que sea posible que publicaras en linea esas joyas de informacion sobre la independencia de guayaquil?. I sino, al menos podrias decirnos donde poder encontrarlas?. Gracias!
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