El historiador se escribe

1 de mayo de 2017

Francisco Xavier Aguirre Abad (1808-1882) fue político e historiador. En esta última calidad escribió un libro de historia del Ecuador (“Bosquejo histórico de la República del Ecuador”) en el que Aguirre figuraba como político.

A inicios de 1850 el Presidente de la República designado por el Congreso Nacional era el Dr. Manuel de Ascázubi y Matheu (1804-1876), primer quiteño en ocupar la presidencia y vicepresidente de Vicente Ramón Roca, que gobernó entre 1845 y 1849. Ascázubi llegó de chiripa a la Presidencia: ante la imposibilidad de decidir a un sucesor de Roca entre los guayaquileños Antonio Elizalde y Diego Noboa, el Congreso Nacional de 1849 decidió designarlo a Ascázubi, como una alternativa frente a esta indecisión.

Pero Ascázubi no iba a durar. Empezó a gobernar el 16 de octubre de 1849 y, desde el vamos, en Guayaquil se concertaron planes para deponerlo. Es sobre una de esas tratativas, por las que Aguirre se escribe:

“Con este objeto se volvió a pensar en un Gobierno Provisorio y para componerlo llamó Urvina a su concuñado, el Dr. Aguirre, que había sido uno de los más opuestos a la revolución. Díjole, que consumada la revolución, los buenos patriotas debían interesarse en dirigirla; que un Gobierno compuesto del General Elizalde, del Sr. Novoa [sic] y del mismo Aguirre, inspiraría confianza a toda la población, con lo cual la República marcharía en el mejor orden, y para persuadir a su concuñado, quiso halagarle diciéndole que en el Gobierno podía contar con la amistosa deferencia del General Elizalde, lo que le daría siempre la mayoría en las deliberaciones. Aguirre se negó rotundamente, con lo cual quedó frustrado el proyecto del Gobierno Trino” (1).

Fuente: Bosquejo histórico de la República del Ecuador



Aguirre Abad se negó rotundamente, pero la “revolución” finalmente se hizo el 20 de febrero de 1850 y proclamó a Diego Noboa como Jefe Supremo. Esto, al historiador Aguirre no le extrañaba, pues era “cosa que debía esperarse de un hombre [Noboa] que siempre había aspirado a Gobernar la República, o al menos Guayaquil, y que no reparaba en la inmoralidad de semejante revolución” (2).

A Noboa se le puede aplicar el dicho “Quien a hierro mata, a hierro muere”, porque él a su vez fue depuesto por José María Urbina al año siguiente. El 17 de julio de 1851, cuando pretendía desembarcar en Guayaquil, lo recibieron…

“…dos esquifes armados a los comandantes Cornejo y Torres, para que lo aprendiesen [al Presidente Noboa] en el río y lo depositasen en el barquito de Guerra, que estaba frente a la ciudad. Los comisionados ejecutaron estas órdenes con toda puntualidad. Seguidamente le hicieron partir a Centro América en el mismo buque, en vez de recibirle con los arcos triunfales que su sobrino el Gobernador Carvo [sic] le tenía preparados” (3).
 
De la narrativa de estos hechos, de los que Aguirre fue parte, extrae como historiador una moraleja en relación con el triunfo fugaz de Noboa:

“La Historia no debe omitir la relación de hechos, que pasados en la oscuridad de la familia, sirven para hacer conocer la verdad y para formar un juicioso concepto del carácter y conducta de los hombres que por medios tortuosos y mezquinos logran elevarse al poder” (4).

(1) Aguirre Abad, Francisco Xavier, Bosquejo histórico de la República del Ecuador, Corporación de Estudios y Publicaciones, Guayaquil, 1972, p. 366. En el libro se coloca una nota al pie después de la primera mención del apellido en la que explica: “Es el autor mismo”.
(2) Ibíd., p. 363.
(3) Ibíd., p. 375. El problema de la estrategia de Noboa era su congénita debilidad: “Buen vecino, inmejorable padre de familia, habría sido verdaderamente feliz si su invencible ambición no le hubiese descarriado. La pretensión de mandar era en él una especie de monomanía. Hombre mediano, se creía grande sin tener para serlo ni malas ni buenas cualidades. Impelido por su manía nunca reparaba en los medios de satisfacerla. Se ligó con jóvenes militares calaveras, para subir a la Presidencia, no comprendiendo, que sólo les servía de biombo, pues mal podía pensar que esos jóvenes le guardaban lealtad, como a Presidente de la República, cuando habían sido desleales al Vicepresidente constitucional Ascázuvi [sic] elevado legítimamente a ese puesto, por la voluntad nacional y no como él por revoluciones de cuarteles. No debía pues extrañar, que esos mismos cuarteles lo destituyesen, puesto que él mismo había dado a los Caudillos militares el derecho de hacer y deshacer Presidentes”. Tras su destitución, Noboa se retiró de la vida política de manera definitiva. Murió en Guayaquil en 1870.
(4) Ibíd., p. 373.

0 comentarios: