Francisco Xavier Aguirre
Abad (1808-1882) fue político e historiador. En esta última calidad escribió un
libro de historia del Ecuador (“Bosquejo histórico de la República del
Ecuador”) en el que Aguirre figuraba como político.
A inicios de 1850 el
Presidente de la República designado por el Congreso Nacional era el Dr. Manuel
de Ascázubi y Matheu (1804-1876), primer quiteño en ocupar la presidencia y
vicepresidente de Vicente Ramón Roca, que gobernó entre 1845 y 1849. Ascázubi llegó
de chiripa a la Presidencia: ante la imposibilidad de decidir a un sucesor de
Roca entre los guayaquileños Antonio Elizalde y Diego Noboa, el Congreso
Nacional de 1849 decidió designarlo a Ascázubi, como una alternativa frente a
esta indecisión.
Pero Ascázubi no iba a
durar. Empezó a gobernar el 16 de octubre de 1849 y, desde el vamos, en Guayaquil se concertaron planes para deponerlo.
Es sobre una de esas tratativas, por las que Aguirre se escribe:
“Con este
objeto se volvió a pensar en un Gobierno Provisorio y para componerlo llamó
Urvina a su concuñado, el Dr. Aguirre, que había sido uno de los más opuestos a
la revolución. Díjole, que consumada la revolución, los buenos patriotas debían
interesarse en dirigirla; que un Gobierno compuesto del General Elizalde, del
Sr. Novoa [sic] y del mismo Aguirre,
inspiraría confianza a toda la población, con lo cual la República marcharía en
el mejor orden, y para persuadir a su concuñado, quiso halagarle diciéndole que
en el Gobierno podía contar con la amistosa deferencia del General Elizalde, lo
que le daría siempre la mayoría en las deliberaciones. Aguirre se negó
rotundamente, con lo cual quedó frustrado el proyecto del Gobierno Trino” (1).
Fuente: Bosquejo histórico de la República del Ecuador |
Aguirre Abad se negó
rotundamente, pero la “revolución” finalmente se hizo el 20 de febrero de 1850 y
proclamó a Diego Noboa como Jefe Supremo. Esto, al historiador Aguirre no le
extrañaba, pues era “cosa que debía esperarse de un hombre [Noboa] que siempre
había aspirado a Gobernar la República, o al menos Guayaquil, y que no reparaba
en la inmoralidad de semejante revolución” (2).
A Noboa se le puede aplicar
el dicho “Quien a hierro mata, a hierro muere”, porque él a su vez fue depuesto
por José María Urbina al año siguiente. El 17 de julio de 1851, cuando
pretendía desembarcar en Guayaquil, lo recibieron…
“…dos
esquifes armados a los comandantes Cornejo y Torres, para que lo aprendiesen [al
Presidente Noboa] en el río y lo depositasen en el barquito de Guerra, que
estaba frente a la ciudad. Los comisionados ejecutaron estas órdenes con toda
puntualidad. Seguidamente le hicieron partir a Centro América en el mismo
buque, en vez de recibirle con los arcos triunfales que su sobrino el
Gobernador Carvo [sic] le tenía
preparados” (3).
De la narrativa de estos
hechos, de los que Aguirre fue parte, extrae como historiador una moraleja en
relación con el triunfo fugaz de Noboa:
“La
Historia no debe omitir la relación de hechos, que pasados en la oscuridad de
la familia, sirven para hacer conocer la verdad y para formar un juicioso
concepto del carácter y conducta de los hombres que por medios tortuosos y
mezquinos logran elevarse al poder” (4).
(1) Aguirre
Abad, Francisco Xavier, Bosquejo
histórico de la República del Ecuador, Corporación de Estudios y
Publicaciones, Guayaquil, 1972, p. 366. En el libro se coloca una nota al pie
después de la primera mención del apellido en la que explica: “Es el autor
mismo”.
(2)
Ibíd., p. 363.
(3)
Ibíd., p. 375. El problema de la estrategia de Noboa era su congénita
debilidad: “Buen vecino, inmejorable padre de familia, habría sido
verdaderamente feliz si su invencible ambición no le hubiese descarriado. La
pretensión de mandar era en él una especie de monomanía. Hombre mediano, se
creía grande sin tener para serlo ni malas ni buenas cualidades. Impelido por
su manía nunca reparaba en los medios de satisfacerla. Se ligó con jóvenes
militares calaveras, para subir a la Presidencia, no comprendiendo, que sólo
les servía de biombo, pues mal podía pensar que esos jóvenes le guardaban
lealtad, como a Presidente de la República, cuando habían sido desleales al
Vicepresidente constitucional Ascázuvi [sic]
elevado legítimamente a ese puesto, por la voluntad nacional y no como él por
revoluciones de cuarteles. No debía pues extrañar, que esos mismos cuarteles lo
destituyesen, puesto que él mismo había dado a los Caudillos militares el
derecho de hacer y deshacer Presidentes”. Tras su destitución, Noboa se retiró
de la vida política de manera definitiva. Murió en Guayaquil en 1870.
(4)
Ibíd., p. 373.
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