La Alcaldía de Guayaquil actúa
de una manera firme para impedir los emprendimientos de los comerciantes autónomos
y de las pequeñas y medianas empresas en las calles de la ciudad (1). Empezó con los food trucks, los que fueron impedidos de
operar por trabas burocráticas, pues “no están homologados para su revisión
técnica vehicular y matriculación respectiva” (2). Así, un emprendimiento que funciona alrededor del mundo, impedido de
operar en Guayaquil.
Después le tocó el turno
al servicio que presta Uber. Según el alcalde Nebot: “Conozco el servicio [de
Uber]. Sé que es bueno; pero hay que tener en cuenta a las miles de familias
que viven de una actividad lícita como para ponerles una competencia de esa
naturaleza” (3). Esta era una
disposición extraña, pues al tiempo de prohibir a Uber, la alcaldía permitía que
en Guayaquil opere una plataforma similar a Uber, como lo es Cabify (4).
El día de ayer la Alcaldía
de Guayaquil enmendó esta situación (para mal) y actúo de forma consistente con
su política anti-emprendimiento: prohibió también el servicio de Cabify. Lo
hizo con estos argumentos:
Si la Alcaldía de
Guayaquil fuera una entidad favorable a los emprendimientos de pequeñas y
medianas empresas, establecería reglas claras e incentivos para implementar los
food trucks, Uber y Cabify. Pero como es contraria a dichos
emprendimientos, los prohíbe y que todos se jodan. Tanto los emprendedores como
los usuarios de los productos y servicios que ellos ofertarían, de no existir
las trabas que impone la alcaldía.
Cabify presta un buen
servicio: más económico, con taxímetro y seguro. La Alcaldía de Guayaquil
debería preocuparse de garantizar que los habitantes de Guayaquil tengan acceso
a servicios así, pero su preocupación no es por el servicio que reciban los
guayaquileños, sino por proteger el negocio de los taxistas formales, quienes
prestan un servicio más caro que el que prestaba Cabify (o que el que prestaría
Uber), sin taxímetro, e inseguro.
En resumidas cuentas: la
Alcaldía de Guayaquil protege el mal servicio del gremio de los taxistas
formales, es contrario a los emprendimientos de quienes podrían prestar un
mejor servicio y perjudica, con ello, a los guayaquileños a los que dice servir
(5).
N.B.:
Esta seguidilla de prohibiciones se ha dado desde septiembre del año pasado,
cuando la Alcaldía de Guayaquil prohibió los food trucks. Casi ninguno de los “liberales guayaquileños” que reclaman
por las regulaciones del gobierno central sobre los emprendimientos dicen ni
pío sobre las regulaciones de igual tipo del gobierno seccional de Guayaquil.
No lo hacen ni los gremios de comerciantes o emprendedores, ni mucho menos lo
hace este periodismo servil al poder político que es moneda común en Guayaquil.
No hay columnista de opinión de la prensa guayaquileña que haya opinado en
contra de ninguna de estas regulaciones.
Algún día pensaremos del
periodismo y de la sociedad guayaquileña, durante el gobierno socialcristiano
de Guayaquil: “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez”.
(1) Los
comerciantes autónomos (llamados también “informales”) son usualmente
demonizados por la Alcaldía de Guayaquil y su prensa servil, v. ‘Extrema y persistente desigualdad en Guayaquil’.
(2) ‘Los food trucks están prohibidos en Guayaquil’, Diario El universo, 19 de
septiembre de 2016. Además, v. ‘Informales a motor’.
(3) Blanca
Moncada, ‘Nebot no quiere a Uber en Guayaquil’, Diario Expreso, 22 de
septiembre de 2016.
(4) ‘Guayaquil contra Uber’.
(5)
Esto es normal en un institución como la Alcaldía de Guayaquil orientada a
satisfacer, no tanto las necesidades de sus habitantes, como el negocio de los
amigotes. Un ejemplo redondo de “capitalismo de amigos”. Ojalá que algún
día, como ciudad, nos levantemos la venda.
1 comentarios:
Sin tomar en cuenta que muchos taxitas formales actuan en comturbenio con los delincuente
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