El 2012, todavía cómodo en la Vicepresidencia, la revista
“¡Hola!” entrevistó a Lenín Moreno. Una de las preguntas fue: “¿Cómo es Lenín
Moreno en casa?”. El hoy Presidente contestó:
“En mi
vida tengo una doble función: vicepresidente del Ecuador y vicepresidente de la
casa. Le digo esto porque mi esposa Rocío es la presidenta. Ella es el amor, la
compañía y la solidaridad. Además es quien maneja la casa, lo viene haciendo
desde hace rato, principalmente desde mi accidente. Tomó a su cargo la empresa
familiar que teníamos, que se dedica a la edición de textos. Ella fue sostén
mientras pasábamos por momentos difíciles y ¡se acostumbró! Ahora no hay quien
la saque (risas). Soy tan malo para los temas económicos que es ella quien
maneja la chequera” (¡Hola! Ecuador, No 18, 2 de abril de 2012, pp. 47-48).
Lenin Moreno es un hombre
que se ha resignado mansamente a ser un mandado. En casa esto es cosa suya,
pero aplicar esa misma lógica para la administración de un Estado resulta
claramente insuficiente, pues lo hace ver como un redundante (igual las cosas
se hacen, y se harán después, sin él). De ahí los resultados menos que mediocres
de su gestión en todas las áreas sensibles (economía, seguridad, inversión
social) y su desplome en las encuestas, donde ya más de la mitad de los ecuatorianos desaprueba su gestión.
Es el eterno Vice, un segundón
para siempre.
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