Realmente siento un poco
de pena por Litardo, el Presidente de la Asamblea Nacional. Es claro que él es
una persona sin liderazgo, circunstancialmente al mando del Primer Poder del
Estado, cargo que le quedó sobradamente ancho. Ha sido como agarrar
al más flaquito de la clase y llevarlo a una competencia de fisicoculturismo, o
enviar a un analfabeto a un concurso de Libro Leído, o mandar a competir los
100 metros planos a Lenin Moreno. Es seguro que ellos fracasarán, pues ninguno
de ellos está capacitado para esa tarea. Tampoco lo ha estado Litardo.
Ahora bien, en el reino de
los incapaces que es este Gobierno Nacional (v. “El Estado irresponsable”,
para botón de muestra), Litardo debería recibir un bono por ser el que más. En
casi un tercio de su período de dos años, el Ejecutivo ha remitido a la
Asamblea de Litardo ocho proyectos de ley, de los que sólo se ha podido
tramitar uno hasta su publicación en el Registro Oficial: los otros siete continúan
en el limbo legislativo. Todo el trabajo de la Asamblea de Litardo se resume en esto: la afortunada nueva Ley que remitió el Ejecutivo (que fue la derogatoria
del Impuesto Verde), otra ley derogatoria (a la Ley de Plusvalía) y dos leyes
reformatorias (a la LOC y al COIP). Esto, en casi ocho meses de… ¿trabajo?.
La Asamblea de Litardo es
tan Carabina de Ambrosio que no le funcionan siquiera algunas de sus
Comisiones. En algún momento fueron tres de ellas, pero ahora le quedan: una
disfuncional, que es la de Trabajadores, que sesiona pero que no llega a
acuerdos sobre sus autoridades ni su agenda, y la ociosa de Gobiernos Autónomos,
que está paralizada desde hace cinco meses “porque no se acepta a sus autoridades”. A ellas se las había acordado en un principio con Litardo,
pero es claro que a él no le hacen caso.
Pensando en tanta nulidad,
me vino a la cabeza esa anécdota que contó Octavio Paz de la vez que escuchó un
ruido en un cuarto contiguo al suyo y preguntó en voz alta: “¿Quién anda por
ahí?” Paz recibió por respuesta la voz de una criada recién llegada de su
pueblo, que le contestó: “No es nadie, señor, soy yo”.
Porque es tan “nadie” Litardo,
que hoy exhibe como positivo el que durante el estado de excepción, la
Asamblea que él preside no haya hecho nada. Él dice que eso es un mérito, cuando
en realidad es un claro reconocimiento de no tener agencia política, de carecer de voz propia y de ideales y derechos
que defender (pues ultimadamente para
eso se le paga). Su táctica fue, digamos, la del avestruz*. Ilustración:
Litardo, en toda su gloria. |
A estas alturas, es claro que
el único ideal de César Litardo es ser como la criada de Paz: quiere ser útil a
los que sirve, pero sin hacerse notar. Y tampoco es que podría hacer otra cosa.
Y la Asamblea, mientras
tanto, que se joda.
* En
realidad, ningún avestruz hace eso,
pero no descarto que el primus inter
pares de los legisladores lo haya hecho.
1 comentarios:
'...mandar a competir los 100 metros planos a Lenin Moreno.'
xD
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