Colombia es un país
entrañable (de gente entrañable), razón por la cual este Acuerdo de Paz es una
noticia tan feliz. Su ratificación popular se la prevé para el 2 de octubre; si
triunfa la opción por el “sí” sería, además de una sonora cachetada al culibajito (1), el punto de partida “para olvidar
el dolor pasado, para disminuir el dolor presente y para prevenir el dolor
futuro” (2).
Esta última frase
pertenece al hermoso alegato escrito por Héctor Abad Faciolince (autor de una
de las novelas esenciales de la literatura en castellano: “El olvido que
seremos”) para persuadir a su excuñado Federico Uribe (sin ninguna relación con
el culibajito), dos veces secuestrado por las FARC y su “contribuyente”,
para que cambie su opinión y vote por el “sí” en el plebiscito de octubre. El alegato de
Abad concluyó con esta pregunta a su excuñado:
“¿No es
mejor un país donde tus mismos secuestradores estén libres haciendo política,
en vez de un país en que esos mismos tipos estén cerca de tu finca, amenazando
a tus hijos, mis sobrinos, y a los hijos de tus hijos, a tus nietos?” (3)
Colombia está entre
perpetuar el odio o buscar un bálsamo, una posibilidad para sanar sus heridas
de decenas de años.
(1) “Culibajito”
es como el escritor Fernando Vallejo lo llama a Álvaro Uribe: “un culibajito
con pinta de sacristán que tiene todo el tiempo a Dios y a la patria en la
boca”, y que “como es de voz débil pero de carácter fuerte, se empina y aprieta
el culito para entonar”, v. ‘Fernando Vallejo, cortejando a la muerte’.
(2) Héctor
Abad Faciolince, ‘Ya no me siento víctima’, Diario El país (España), 3 de
septiembre de 2016.
(3) El
Uribe expresidente respondería, apretando el culito, que no.
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