Durante el papado del romano Eugenio Pacelli
(1876-1958), alías Papa Pío XII (2 de marzo de 1939-9 de octubre de 1958)
se excomulgó en masa a los católicos adherentes al comunismo, por “materialista y anticristiano”; esto sucedió el 1 de julio del año de N. S. de 1949 (1). Pero del nazismo, el buen Pío no
dijo ni pío. Incluso un historiador afín a la iglesia católica como César
Vidal, reconoce este doblez en Pío XII: “se negó repetidamente a condenar las
atrocidades nacionalsocialistas […] pero repetidamente manifestó su repulsa
frente al régimen comunista” (2). Michel
Onfray, en un capítulo de su “Tratado de
ateología” (“El vaticano ama a Adolf Hitler”), explica este punto con mayor
detalle:
“A modo de
información: ningún nacionalsocialista de las bases, ningún nazi de alto mando
o miembro del estado mayor del Reich fue excolmulgado y ningún grupo fue
excluido de la Iglesia por haber enseñado y practicado el racismo, el
antisemitismo o por haber hecho funcionar las cámaras de gas. Adolf Hitler no
fue excomulgado, y su libro Mi lucha, nunca formó parte del Índice. Recordemos
que después de 1924, fecha de publicación de ese libro, el famoso Index Librorum Prohibitorum agregó a su
lista –junto a Pierre Larousse, culpable del Grand Dictionnaire universal (!)-
a Henry Bergson, André Gide, Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre. Adolf
Hitler nunca figuró allí” (3).
¿En qué cabeza enferma se
condena un diccionario, pero se deja impune un libro de apología antisemita?
Tal parece que “La Puta”,
al decir de Fernando Vallejo, se acostaba con hombres vestidos de Hugo Boss.
(1) ‘Del día que la Iglesia excomulgó a los comunistas’, Religión en libertad, 16 de
enero de 2014.
(2) Vidal,
César, ‘Pontífices. De las persecuciones
a Benedicto XVI’, Ediciones Península, Barcelona, 2007, p. 196.
(3) Onfray,
Michel, ‘Tratado de ateología’,
Editorial Anagrama S.A., Barcelona, 2006, p. 193.
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