La historia de un fracaso

8 de octubre de 2018


Ahora que ya se va a ir en alrededor de 6 meses después de casi 20 veinte años de gobernar una ciudad de alrededor de 2 millones de habitantes (podría ser un récord latinoamericano), le han preguntado sus amigotes de la prensa al Alcalde Jaime Nebot cuál es la obra que le deja él a la ciudad. La respuesta del Alcalde indica que realmente no tiene ninguna (pues sería indigno mencionar a la rueda, así como sería mentiroso hacerlo con la Metrovía). “Haber servido”, dice.

Luego viene lo hermoso, pues le preguntan al Alcalde si hay alguna obra que quiso ejecutar que no haya ejecutado. Y él dice, muy suelto de huesos, que no:

“He logrado hacer todo lo que me propuse”.

Y claro, desde el periodismo no hubo capacidad de respuesta (era El Universo). Es así, porque Nebot dijo que así era. Ahí acaba la noticia, todo mundo lo sabe.

Pero eso no es lo que Nebot decía. O mejor dicho, antes dijo cosas de las que ahora ya no se acuerda (tal vez es la edad). Porque en su primer período en la Alcaldía de Guayaquil, el visionario Alcalde Nebot soñaba con recuperar el estero Salado, con hacer de Guayaquil una ciudad “competitiva” y con convertirla en un “corredor tecnológico”. Eran los sueños de un Alcalde todavía joven, que los declaró en la edición de revista Vistazo del 18 de julio de 2002, la que tenía en portada a una Dallyana Passailaigue en las escalinatas del Cerro (entonces era figura de TV, hoy es parte del PSC en la Asamblea Nacional). La No 838.

FUENTE
Ya no pudo hacer el Alcalde lo que prometió entusiasta el año 2002, pero el reconocimiento de su fracaso sería mostrarse débil y eso un Cuco Viejo como Jaime Nebot no puede permitirse (¿cómo creen que ha durado tantos años en el ejercicio del poder de una ciudad grande y caótica como es Guayaquil? Sin aliados en el negocio de la comunicación, eso es imposible). Entonces, lo mejor es echarle tierra, no mencionarlo nunca. Total, en Guayaquil el periodismo jamás indaga, porque las cosas son lo que Nebot diga y, por ende, los ciudadanos nunca se enteran, no tienen capacidad de contraste. Y entonces se repite el ciclo de siempre: “en Guayaquil, no pasa nada”.

El Alcalde Nebot siempre ha tenido esta altísima aceptación en Guayaquil porque sabe cultivar sus alianzas en los medios de comunicación locales y porque nadie nunca realmente ha cuestionado, en la esfera pública, su obra (a pesar de que sobran los motivos para hacerlo).

Pero lo que no tiene es memoria para recordar la ciudad que él soñó que sea Guayaquil, que es una muy distinta a la que va a entregar el 2019 venidero.

Visto desde su propia perspectiva, es un fracaso.

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