El 3 de agosto de 1992, días
antes de que el expresidente León Febres-Cordero asuma la Alcaldía de Guayaquil,
Expreso mostró su respaldo a esta futura autoridad en una causa que dicho
diario (llamado “de la vida nacional”) juzgaba como fundamental: “crear una
conciencia guayaquileña”.
Editorial del 3 de agosto de 1992. |
El problema es que el
ciudadano que aquella “conciencia” debía superar con un nuevo y “consciente” ciudadano sirve como una descripción del ciudadano del Guayaquil del año 2019:
“Los
habitantes de Guayaquil nos singularizamos por arrojar papeles, cortezas de
frutas, envases ya usados, etc., porque todo lo dejamos para que el ‘servicio
de limpieza’ se encargue de recoger los desperdicios. No hay conciencia cívica,
amor a nuestra urbe, cuidado elemental por la ciudad en la cual vivimos”.
La Alcaldía de Guayaquil
mal podría negar que esto sigue así, pues ha sido su recurrente excusa para
justificar las inundaciones en la ciudad (“la gente es sucia, por eso se
taponan las alcantarillas”).
Pasaron ocho años con León
Febres-Cordero, diecinueve años con Jaime Nebot, pero la conducta del
guayaquileño se mantiene casi invariable después de 27 años socialcristianos.
El rapto jipi fue muy breve.
“Crear conciencia” fue apenas el anuncio de un fracaso por venir (uno de tantos).
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