Hace unos días (el jueves pasado, dicho sea en aras de la precisión) una amiga que es todo un personaje divertido apareció en mi depa con un documental sobre Cortázar y una botella de vino marca in vino veritas cuya procedencia delataba un promocional de navidades anteriores. El vino (aunque se le agradeció mucho la buena intención) estaba, sí, a la altura de un promocional de navidades anteriores o de simples navidades y nos salió peleón y marrullero y sólo toleramos un par de copas: bajé a comprar un inmediato reemplazo al Economarket cuya oferta lastimera ofrecía cartones, Leche de la mujer amada y Gato negro. Adiós a los cartones, dignos de esos tiempos de presupuestos muy malucos, opté por el Gato, que es peleón ma non troppo aunque me recuerda esas palabras del Juez Woolsey en aquel célebre caso sobre libertad de expresión United States vs. One book called Ulysses cuando resolvió (1933) permitir la importación del Ulysses de James Joyce al territorio estadounidense (prohibida desde 1921 por petición de los papanatas de la New York Society for the Suppression of Vice): “whilst in many places the effect of Ulysses on the reader undoubtedly is somewhat emetic, nowhere does it tends to be an aphrodisiac” (en castizo: “si bien en muchos parajes el efecto de Ulises en el lector es indudablemente algo vomitivo, en ningún momento la novela pretende convertirse en un afrodisíaco”. Ummm, ¿y, Woolsey: si se convirtiera? En fin.) El recuerdo es preciso porque el Gato Negro es un vino algo vomitivo y no constituye de ninguna manera un afrodisíaco (lo que no quiere decir que no deje de alentar noches de braguitas de quitaipón) pero tiene el mérito de dejarse beber y Cortázar siempre amerita un brindis.
Mi amiga obtuvo el documental en YouTube, donde máquina y procedimientos que desconozco mediante, amalgamó los nueve episodios del mismo (estrenado en octubre de 1994) para verlos de continuo. El documental lo dirigió Tristán Bauer con guion de autoría conjunta entre él y Carolina Scaglione; el primero de los nueve episodios que constan en YouTube nos revela ya la que será su emotiva belleza de 80 minutos a partir de los textos de y las entrevistas al cronopio Cortázar. A mí en particular (es que me parece de las más lindas cosas que yo he leído en mi vida en conjunto con Hay que ser realmente idiota para… -con la que tanto me identifico) la lectura del fragmento del post-scríptum de Los Autonautas de la Cosmopista fue la parte del documental que más me emocionó y que casi me pianta un lagrimón. Los Autonautas de la Cosmopista lo escribió Cortázar a dos manos con Carol Dunlop (“Lobo” y “Osita”, respectivamente) cuando juntos recorrieron la ruta entre París y Marsella en treinta y tres maravillosos días de 1982: ambos sabían que el otro estaba enfermo y que moriría pronto pero ninguno sabia que el otro sabía: se amaron con la ansiedad de quien sabe que perderá pronto lo amado y con la resistencia gozosa de quien se niega a aceptarlo. Carol se le adelantó a Julio en ese viaje hacia lo desconocido. Transcribo, no puedo menos, el fragmento final de este post-scriptum de diciembre de 1982 que escribió Cortázar in memoriam de su amada y que la voz de Alfredo Alcón lee al principio del episodio octavo: "La vi emprender su viaje solitario, donde yo no podía ya acompañarla, y el 2 de noviembre se me fue de entre las manos como un hilito de agua, sin aceptar que los demonios dijeran la última palabra, ella que tanto los había desafiado y combatido en estas páginas. A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato. Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir como acaso hemos llegado a mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista".
Julio, maestro: los cronopios nunca mueren.
Mi amiga obtuvo el documental en YouTube, donde máquina y procedimientos que desconozco mediante, amalgamó los nueve episodios del mismo (estrenado en octubre de 1994) para verlos de continuo. El documental lo dirigió Tristán Bauer con guion de autoría conjunta entre él y Carolina Scaglione; el primero de los nueve episodios que constan en YouTube nos revela ya la que será su emotiva belleza de 80 minutos a partir de los textos de y las entrevistas al cronopio Cortázar. A mí en particular (es que me parece de las más lindas cosas que yo he leído en mi vida en conjunto con Hay que ser realmente idiota para… -con la que tanto me identifico) la lectura del fragmento del post-scríptum de Los Autonautas de la Cosmopista fue la parte del documental que más me emocionó y que casi me pianta un lagrimón. Los Autonautas de la Cosmopista lo escribió Cortázar a dos manos con Carol Dunlop (“Lobo” y “Osita”, respectivamente) cuando juntos recorrieron la ruta entre París y Marsella en treinta y tres maravillosos días de 1982: ambos sabían que el otro estaba enfermo y que moriría pronto pero ninguno sabia que el otro sabía: se amaron con la ansiedad de quien sabe que perderá pronto lo amado y con la resistencia gozosa de quien se niega a aceptarlo. Carol se le adelantó a Julio en ese viaje hacia lo desconocido. Transcribo, no puedo menos, el fragmento final de este post-scriptum de diciembre de 1982 que escribió Cortázar in memoriam de su amada y que la voz de Alfredo Alcón lee al principio del episodio octavo: "La vi emprender su viaje solitario, donde yo no podía ya acompañarla, y el 2 de noviembre se me fue de entre las manos como un hilito de agua, sin aceptar que los demonios dijeran la última palabra, ella que tanto los había desafiado y combatido en estas páginas. A ella le debo, como le debo lo mejor de mis últimos años, terminar solo este relato. Bien sé, Osita, que habrías hecho lo mismo si me hubiera tocado precederte en la partida, y que tu mano escribe, junto con la mía, estas últimas palabras en las que el dolor no es, no será nunca más fuerte que la vida que me enseñaste a vivir como acaso hemos llegado a mostrarlo en esta aventura que toca aquí a su término pero que sigue, sigue en nuestro dragón, sigue para siempre en nuestra autopista".
Julio, maestro: los cronopios nunca mueren.
6 comentarios:
Ese documental es muy bueno, por lo humano y lo emotivo. Es algo que Cortázar -a diferencia de otros grandes escritores- supo conjugar muy bien. La de él y C. Dunlop es una historia que, a pesar de la muerte, terminá en un verdadero compromiso amatorio. Finalmente ella terminó siendo La maga. Pero igual eso no deja de ser tan triste... así como muchos pasajes de Rayuela, como ese que empieza algo así como: ...Quien nos salvará del fuego eterno que corre por la rue de la Huchette, o el de Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca...Hay algo terriblemente melancólico en los relatos de Cortázar.
Ah, y sobre El gato negro pues lo mejor de ese vino es su nombre, pero yo diría también que a caballo regalado...felices los dos borrachos.
Saludos
Hola Xavier:
Primera vez que comento en tu blog pese a que si lo habia leido.
No he visto este documental pese a que se bajar y pegar las 9 partes de yutub y a que encima recuerdo que lo dieron en esa salita chiquita que ya no tiene sino algo de nostalgia en cada proyeccion, nostalgia del maac cine. Que no fue perfecto pero fue algo de lo que se puede decir que no fue perfecto porque algunas cosas buenas tenía.
Saludos, te felicito por tu blog, me he divertido leyendolo y ademas he aprendido y recordado un par de cosillas.
Soy un personaje divertido? jajaja eso es bueno? en fin, si... ese documental lo dieron en una proyección que organizó el 8 y 1/2 en Riocentro los Ceibos y era gratuito, fui a verlo pero tuve que compartir la sala con un poco de adolescentes con una actitud de terror y más me morí de la rabia de lo que disfruté del espectáculo, así que llegué a mi casa y lo bajé de youtube... (si, la piratería es lo más cool !!!) Tenía que compartirlo con usted abogadito, así como el vino IN VERITAS jajajajajajaja TERRIBLEEEEEE!!! Le recuerdo que te pregunté cuál llevaba y me dijo que lleve ese, usté escogó el IN VERITAS.
Feliz navidad!
Yo he visto el documental 1800 veces y aún me voy de moco...
Mirabella, gracias, todo un detalle que pases por aquí. Vi que en tu bitácora que colgaste el "toco tu boca...", benissimo. Lo del caballo regalado y que no se le mira el dentado, pues se le aplicaría en esta historia al in vino veritas porque el Gato sí que fue de licorera y pago... en todo caso, ni la mejor de las buenas voluntades salvaba el brebaje que precedió al chance infame felino. Como dice Lorena (la implicada en este invinoveritacidio) el vino era terrible, ja, y vaya que lo era.
AD..., mucho gusto de tenerte de visita, de veras. Y sí, algo de nostalgia el viejo Maac da. En fin, espero que vuelvas por acá y con comentarios, siempre muy bienvenidos.
Lorena, bue, primero lo primero, sí que eres muy mucho divertida. Y segundo, el abogadito hace su defensa: a mí me planteaste un malbec argentino y yo dije benissimo. Yo no podía prever que el malbec se llegaría a convertir en ese brebaje de miedo y merecedor de drenaje, que mereció un pronto cambio por algo modesto (el Gato de marras) pero ostensiblemente mejor. En fin, no dejes de venir. Próxima función, ¿Tarkovski?
Salutes.
Jajajajaja recién veo esto, malbec argentino mismo era, aunque rancio...y la verdad que si, estaba del terror, lo bueno es que siempre hay divisa en sus bolsillos... Próxima función: Tarkovski. Oye cómo escribessssss!!!
Oe, pilas para la próxima función. Salgo el 23 de viaje, vuelvo el 4. Tú sales el 7. Insisto, pilassss. Saluz.
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