Periodismo y crónica

21 de diciembre de 2008

Agradezco al amigo poeta Fabián Darío Mosquera por invitarme a participar de un foro sobre periodismo y crónica, en la grata compañía de María Paulina Briones, el propio FDM (en calidad de moderador, con tendencia a la tinosa intervención) y Francisco El Negro Santana. El acto se desarrolló el 3 de los corrientes en el MAAC y su auditorio fueron los estudiantes de sexto curso del Liceo Panamericano, donde FDM enseña literatura.

El lugar estaba lleno; la mesa que ocupamos tenía sendas copas de vino (siempre se agradece). Empezó María Paulina (su bitácora, acá) con la lectura de un texto que sirvió de propicia entrada a la discusión; tomé la posta y empecé por advertirle al público que me sentía (como tantas otras veces) un meteco en ese panel y que mi (de)formación era de otra índole, que yo venía desde el periodismo de opinión (sin embargo de interesarme mucho como lector la crónica y en alguna hobby medida como escritor); eso sí, precisé, el escribir periodismo de opinión no implica disminuirse a las posibilidades de la letanía y los lugares comunes (los “hay que” tan propios de tantos mediocres) sino abrirse a distintos conceptos y distintas posibilidades de estilo (donde puede aparecer la grata visita de la crónica –por ejemplo-, u otros especímenes). Yo enfaticé algunas evidencias particulares: mi interés en el derecho y la política, en la defensa de los conceptos de autonomía individual y de autogobierno colectivo, los que me interesan como puntos de partida para caminos cuyo recorrido depara la visita de otros temas, cómplices y amigos, o cosas de mi estilo, como el evitar los gerundios y las preposiciones. La idea que quise transmitir es acercarse sin prejuicios a una idea, divertirse en el proceso de escribirla, matizarla sin énfasis y sin privarla de gracia. Ummmm, no sé si logré mi cometido.

Luego, el plato fuerte a cargo de El Negro Santana, capo de crónicas locales, de una ciudad tan peculiar y tan propicia para la crónica. Hoy, El Negro publica sus crónicas en El Telégrafo; no tienen pérdida. El Negro desgranó sus historias en pleno dominio de la palabra y del auditorio, con solvencia y gracias totales, un capo di tutti capi. Contó sus experiencias en El País de España y en El Uni(co)verso, contó historias de cómo redacta sus crónicas y nos encandiló a todos.

Se abrió una ronda de preguntas: nos llovieron, no porque les hallamos sembrado a estas almas en formación jardines de dudas sino porque la nota del examen de literatura les iba en ello. En todo caso, preguntaron bien: nos obligaron (en particular a El Negro, en su rol de figura estelar) a reformular y precisar nuestras observaciones de hacía unos minutos. Mientras El Negro explicaba, yo recordé una frase de Ryszard Kapuściński que se aplica, creo yo, a la responsabilidad de escribir crónicas tal como él la entiende y la practica, el que “la mayoría de la gente en el mundo vive en muy duras condiciones y si no las compartimos no tenemos derecho a escribir”. El cuore de la crónica (de toda actividad periodística, si me apuran) late allí, en ese compromiso. Muchos corazones han dejado de latir al amparo del cinismo y hoy nos sonríen, impasibles, desde su cara de dólar. Abundé sobre este punto en otra respuesta y con otra cita del gran Kapuściński, “los cínicos no sirven para este oficio”, la que complementé con esa clásica frase del pícaro tío Óscar, “cínico es aquel que conoce el precio de todo y el valor de nada”. Postulé entonces lo contrario de esa definición de Wilde: que quien se involucra en la actividad periodística, desde cualquiera que sea su trinchera, debe defender ciertos valores: la más amplia libertad para expresarse, el compromiso de ponerse en los zapatos de los otros, el reconocimiento de ciertos mínimos que no se pueden y no se deben negociar.

La noche vino bien, me encontré con varios amigos, presenciamos una obra de Molière, abrevamos varias copas de tinto, nos cruzamos a Nicotina a seguirla (nos acompañaron varios estudiantes: cuando me contaron que pensaban apenas salidos del colegio empezar a trabajar, les reconvine que no cometieran ese error, que se dediquen a viajar y a vivir de noche, que se pierdan un poco: esa es siempre la mejor manera de encontrarse.) Como detalle de agradecimiento de mi participación, Mencha (la rectora del Liceo) me hizo entrega de la foto que abajoubico (que la tomó, con su natural talento, el amigo Ricky Bohórquez). En la carta que acompañó este detalle, Mencha escribió: “la foto fue seleccionada especialmente para ti”. Mencha sabe de mis pesares de hincha.

P.S.- En la foto arribaubicada, el ilustre panel. Fabián, desternillado de risa sin causa aparente, comme il faut.











P.S.- Nótese la seductora uña que sostiene la foto, ja.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

"Se abrió una ronda de preguntas: nos llovieron, no porque les hallamos sembrado a estas almas en formación jardines de dudas sino porque la nota del examen de literatura les iba en ello"

no fue necesariamente así! si nos interesó jaja