Nos atizamos unas botellas de vino con JC, ese fenómeno de tía abuela que es Macuchín y las estelares participaciones de Isabel y Gabi, el sábado en casa de mi abuela, en el centro de esta urbe tropical. En plan random terminamos por aterrizar (todos, menos Macuchín que se quedó happy at home) en el matrimonio de un compañero de colegio de JC que se realizó en un “salón de eventos” (o sea, un "espacio físico de lo improbable”) en la ciudadela LG (“La Garzota”) vecindad con la porteña L.A. (“La Alborada”).
Para no hacerle swicht a mis sesos no crucé calle rumbo al Viejo Parr sino que me entregué a los champucitos, copa tras copa. En un momento de la noche, estaba yo en la barra para pedirme uno más y hete aquí que se me acercan dos mujeres y un sujeto portador de un antifaz morado, seguro remanente de la hora loca de hace una hora atrás. Las mujeres estaban bien, sin aspavientos. Una de ellas me preguntó mi nombre. Se lo di. Aseguró que me conocía de alguna parte. Me excusé: yo no la registraba de ninguna. Me habló de un conocido en común, le respondí que no lo conocía. Sostuvimos un intercambio de corteses trivialidades, que mi memoria no conserva y que merecieron los matices simples de sonrisas compartidas. Las mujeres se despidieron sin énfasis y se alejaron rumbo al otro extremo del salón. Me quedé con el tipo del antifaz morado, frente a frente.
¿Cuál te gustó? Sorbí mi champú. Ninguna. Me sonrió. No, no. De las dos, ¿cuál te gusto más? Las miré alejarse, caderas bamboleantes. La de negro le dije, para cortar rollo. Ok. Déjalo por mi cuenta. Se lo agradecí, en plan meramente cortés. No me lo agradezcas, me atajó, para apostillar de inmediato: Esto es un negocio. El tipo del antifaz empezó a caminar tras ellas y yo no tenía certeza de si lo habían extraído de la radionovela de Kaliman o de alguna comedia tropical. Todavía no alcanzo a configurar si me encontré con un extraño cafishio o con un llano sujeto banana falto de afecto que pretendía hacerle creer a su prójimo algo que evidentemente no era. Su antifaz, valga decirlo, no aportaba demasiado para la primera hipótesis.
La noche siguió, champú tras champú y rica música tropical mediante. El tipo del antifaz seguía allí, con las mujeres de simpatía sin aspavientos alrededor. Nunca más me se acercó. Salimos del matrimonio y nos fuimos a un bar, donde se suponía que miraríamos el partido del Manchester United vs. Liga de Queto. No lo hicimos. El amanecer nos pilló en otro borde.
En la tarde, cuando desperté, averigüé de inmediato y experimenté la satisfacción de saber que habían perdido. Lo único que lamenté es que no haya sido por paliza.
Para no hacerle swicht a mis sesos no crucé calle rumbo al Viejo Parr sino que me entregué a los champucitos, copa tras copa. En un momento de la noche, estaba yo en la barra para pedirme uno más y hete aquí que se me acercan dos mujeres y un sujeto portador de un antifaz morado, seguro remanente de la hora loca de hace una hora atrás. Las mujeres estaban bien, sin aspavientos. Una de ellas me preguntó mi nombre. Se lo di. Aseguró que me conocía de alguna parte. Me excusé: yo no la registraba de ninguna. Me habló de un conocido en común, le respondí que no lo conocía. Sostuvimos un intercambio de corteses trivialidades, que mi memoria no conserva y que merecieron los matices simples de sonrisas compartidas. Las mujeres se despidieron sin énfasis y se alejaron rumbo al otro extremo del salón. Me quedé con el tipo del antifaz morado, frente a frente.
¿Cuál te gustó? Sorbí mi champú. Ninguna. Me sonrió. No, no. De las dos, ¿cuál te gusto más? Las miré alejarse, caderas bamboleantes. La de negro le dije, para cortar rollo. Ok. Déjalo por mi cuenta. Se lo agradecí, en plan meramente cortés. No me lo agradezcas, me atajó, para apostillar de inmediato: Esto es un negocio. El tipo del antifaz empezó a caminar tras ellas y yo no tenía certeza de si lo habían extraído de la radionovela de Kaliman o de alguna comedia tropical. Todavía no alcanzo a configurar si me encontré con un extraño cafishio o con un llano sujeto banana falto de afecto que pretendía hacerle creer a su prójimo algo que evidentemente no era. Su antifaz, valga decirlo, no aportaba demasiado para la primera hipótesis.
La noche siguió, champú tras champú y rica música tropical mediante. El tipo del antifaz seguía allí, con las mujeres de simpatía sin aspavientos alrededor. Nunca más me se acercó. Salimos del matrimonio y nos fuimos a un bar, donde se suponía que miraríamos el partido del Manchester United vs. Liga de Queto. No lo hicimos. El amanecer nos pilló en otro borde.
En la tarde, cuando desperté, averigüé de inmediato y experimenté la satisfacción de saber que habían perdido. Lo único que lamenté es que no haya sido por paliza.
9 comentarios:
Futbolísticamente hablando, eres un amargado a carta cabal. Dios bendito, y gracias a él, la vida ha sabido mantener a ese elefante blanco pintarrajeado de amarillo y llamado Barcelona como una supina ignominia, merecedora del escarnio público, que no ve el día, y espero así siga per secula seculorum, en que levante cabeza.
Viva el Aucas!
Exacto, no hubo tal paliza. Uno, no es ninguno.
El ego sigue blanco, vicecampeones del mundo.
Eso si, es un mundial de clubes y las cosas de clubes, son como en todo club, por ejemplo el " Club Unión", asi que nada de hipocresías color amarillo, azul, rojo y sus combinados. Solo una mezcla, la de verlos a todos VERDES de la envidia, ja.
Como las letras son blanco y negro: me gustan estas, tus historias de diario, un cotidiano no vicioso.
Nel, KM, solo hincha. Apesadumbrado hincha, porque el elefante blanco ve elefantes de colores (delírium tremens, lo llaman). amanda, es cierto: uno no es ninguno (einmal ist keinmal). Y seguimos: dos para la tos, tres de una vez. Pero funciona para las copas. Uno es mucho cuando el otro es cero. Se llama derrota. Me alegra, en todo caso, que la palabra "vicecampeón" cobre vigencia: ¡tanto la ningunearon cuando no les servía! ¿Envidia? Solo se la tributo a Aute, ya fue dicho. Al resto, admiración o risas. En este caso, más lo segundo que lo primero. Saluz.
Ja ja ja. Admiro tu prosa y argumentos Xavier pero algún defecto tendrías que tener: eres barcelonista.
Ya pues hermano, total, nadie es perfecto.
Felicitaciones por la incorporación al Telégrafo. Suerte por allá
No hay más grande cojudo que Kojudo Mayor, la neta, con todo lo que he visto en este mundo, este tío es insuperable..."Viva el Aucas"??? Un Grande, Kojudo, un grande...
¿El del antifaz existió o fue una alucinación alcohólica? Porque neta que es bien bizarra la historia. Me imagino a JC en peor situación que la tuya por lo que no podrá comprobar la existencia de tal sujeto.
Gracias por tus buenos deseos ALM. Anónimo, neta: ¡viva el Aucas! jajajaja, grande KM. Fernando, sí existió. Incluso Whirpool le quiso pegar (él tendría que explicarte las razones) y yo lo alcancé a sosegarle su electrodoméstica furia. Y tienes razón: JC estaba en peor situación que yo, ja.
¿Se le sobrecalentó el compresor a Whirpool? De seguro el del antifaz le quitó un plato de comida. Ja.
See U en la provincia 24.
O le regó el whisky. W. se le venía como un vendaval, pero amainó. Nos vemos mañana en la yaplax. Salú.
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