Hablando de Einstein...

5 de diciembre de 2008

En un post anterior hice imprecisa referencia a una frase de Albert Einstein sobre las cosas infinitas en el mundo: escribí “el infinito y la estupidez humana” y debí escribir “el universo y la estupidez humana” (de hecho, la frase completa y precisa es más lapidaria todavía: “hay dos cosas que son infinitas: el universo y la estupidez humana; de la primera no estoy muy seguro”. Yo añado: de la segunda dan fe B. de Valero y la Fundación Malecón 2000). Mientras escribía esta imprecisa referencia a Einstein me acordaba de esta anécdota sobre él que publicó el español José Luis de Vilallonga en el tercero de sus tomos autobiográficos. Yo le debo al inefable brother Curro (aquel aliado del campari, de la música mediterránea, de ciertos placeres esnobistas de bajo presupuesto y de frases precisas que salvan tardes y turban damas) la lectura de J. L. Vilallonga.

Vilallonga es como escritor lo que fue como actor: un cumplidor y decente secundario. Sus libros suelen ser variaciones sobre su ego (un buen punto de partida, admitamos) y consistir en una sucesiva narración de las diversas anécdotas que le ocurrieron en su ajetreada vida de bon vivant. Su lectura no está nada mal para salvar una tarde de sábado a la que amenace el vacío (siempre que no se tenga al Curro a la mano para una de sus frases precisas, ja). Aquí un fragmento de La flor y nata. Memorias no autorizadas*** que compré en Santo Domingo, R.D., a precio de ganga (del que traje, como debía en cumplida gratitud, un ejemplar al Curro) que contiene esta simpática anécdota cinematográfica de Vilallonga que involucra al actor Fernando Lamas y al físico Albert Einstein (Pág. 240-241):

“Jason Robbards llamó a gritos al argentino. Lamas se nos acercó con su paso estudiadamente indolente.
- ¿Qué le estabas contando a Einstein? –le preguntó Dalio.
El argentino levantó una ceja finamente dibujada.
- ¿Einstein? ¿Quién es Einstein?
- ¡El profesor Einstein! El anciano caballero con el que estabas hablando.
Una gran sonrisa iluminó el rostro de Fernando.
- ¡Ah… de modo que se llama Einstein! ¡Como el dentista de mi suegra! Ya me parecía a mí que tenía pinta de judío.
Presintiendo que Jason Robbards iba a pegarle un puñetazo, intervine rápidamente.
- Fernando, ¿pero es que no has leído tu invitación?
- Yo no estaba invitado. He venido con Dean Martin.
- Fernando, por favor –le rogó Dalio-, dinos de qué estabas hablando con Einstein.
El círculo se estrechó en torno al argentino, que se sirvió un whisky antes de contestar:
- Bueno, ya sabes de lo que se habla con un anciano… De todo un poco… Me decía que tengo mucha suerte de ser un actor porque estoy siempre rodeado de mujeres hermosas a las que puedo besar y hacerles el amor… ¡Figúrate! El pobre está completamente fuera de juego. Le he explicado que no hay que fiarse de las apariencias y que toda medalla tiene su reverso. Le he contado que en mi oficio nada es nunca como uno quisiera y que en este mundo todo es relativo.
Dalio empezó a dar saltitos sin moverse de sitio mientras la sonora voz de Jason Robbards tronaba:
- ¿Tú, Fernando Lamas, le has dicho al profesor Einstein que en este mundo todo es relativo?
- Pues sí. Y estaba perfectamente de acuerdo conmigo, porque me dijo que él también tenía una teoría al respecto. Fue entonces cuando me levanté para despedirme, antes de que me largara esa dichosa teoría….”

Y Vilallonga comenta:

“Al parecer, años más tarde, en tiempos de Perón, los argentinos quisieron nombrar ministro de cultura a Fernando Lamas. En el informe que el gobierno poseía sobre el actor pesaba mucho su estrecha amistad con el profesor Albert Einstein”.

Dicho sea con humor: ¡qué país generoso!


















P.S.- El de esta foto es quien pudo ser ministro de cultura de Argentina por su alegada parcería con el man que saca la lengua.

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