Ah, Domínguez. Un tipo que ofrece un espectáculo sentado todo el tiempo, con pose adusta y mirada de hombre sensible, que nos recita quedita la revolución. Tiene poesía, pero es lánguida. El canto de Domínguez nos invita a participar a sus oyentes de una verdad no exenta de angustiarnos porque la angustia es el precio de ser uno mismo, según enseña este trovador. Sigh. (Como quería que lo fleten a Domínguez a Cuenca y que en GYE se presente Calle 13. Chiale!)
Me aburro. Tengo la impresión de que Domínguez escoge el camino equivocado, el de la Verdad revelada y el Hombre sin fisuras (que se angustia el pobre porque sabe que las tiene). Valga afirmar lo opuesto a esa severa frase, la dicha es la paga de ser muchos otros: así, la capacidad de reinventarse, de jugar con las posibilidades de la libertad, de no pertenecerse a ninguna etiqueta (o, en otras palabras, el arte por oposición al Dogma dominguero). Me temo que el buen Domínguez no lo entendería. Ya se sabe, es un poco necio.
P.S.- El unicornio contraataca.
P.S. (2).- Ah, y dice "pepas con alcohol".
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