Diario El Universo deparó un par de buenos artículos hoy. El primero, de autoría de Jaime Rumbea, acá, que expone la idea (lo hace con fundamento en Mark Penn y su libro Microtrends) que “las razones y los argumentos que caracterizan a las élites hoy en día, en sus debates políticos, se alejan de las que nuestro sentido común tendería a atribuirles. Son de hecho, salvo excepciones, razones mucho menos sesudas y menos cercanas a la realidad que las que caracterizan la reflexión política de ciudadanos que seguimos categorizando como población desinformada: clases trabajadoras, clase media, clase popular y otros siempre antipáticos nombres de catálogo. Mark Penn, el mayor encuestador de Estados Unidos, ratifica que esta percepción no está lejos de la realidad. Con datos estadísticos, afirma Penn en Microtrends que a mayor grado de formación y mayor nivel de ingreso, menor profundidad del debate político. Quienes tienen una posición cómoda para concentrarse en sus labores diarias, especializadas, privadas, suelen desconectarse de los principales problemas sociales y enfocarse en rasgos personales de la política [mientras que los] problemas que resultan tener una incidencia efectiva en nuestra política, significan mucho más para las clases populares que para la élite, y su voto lo evidencia”.
Comentario: Esta descripción, si profundizada en clave local, puede explicarnos el gigante hiato que existe entre la mayoría de los opinadores públicos y la mayoría de los votantes, así como la desaforada vocación que tienen esos opinadores al adjetivo gritón e insustancial.
El otro buen artículo de hoy es el de Jorge Barraza sobre la debacle argentina, acá.
Comentario: Lo de Argentina les pasa por pensar que Dios es multiuso. Ya lo dijo Woody Allen: "Dios es, o bien cruel, o bien incompetente”. Pues en este caso es decididamente lo segundo.
Bonus: Jorge Barraza, en la edición del domingo, sobre la derrota de Ecuador, acá.
Comentario: Ecuador es un ejemplo de autogobierno en un equipo que no cree demasiado en la comunidad porque la confunde demasiado con la trinca. Un equipo que tiene un técnico que diseña su “estrategia” en un papelógrafo y la deja librada a su suerte en la cancha por su incapacidad de leer un partido y de admitir siquiera su cuota de culpa en la derrota. No importa que el partido haya sido una mierda gris y sin ninguna llegada que valga la pena: la culpa la tiene el árbitro. A los hinchas sólo nos resta confiar en el autogobierno de la trinca. Mala tos.
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