Dos conquistadores
españoles disputan un territorio en tierras del naciente Perú en el mes de
agosto de 1534, pero para evitar la lucha se sientan a negociar (1). En esta negociación, el
conquistador Diego de Almagro tenía las de ganar, pues de su parte estaban el
derecho y la fuerza (2). El saldo de
la negociación fue una compraventa forzada y una licencia general: el pago de
100.000 pesos de oro por todo el bagaje que el conquistador Pedro de Alvarado
había traído de Guatemala a Perú y la libertad a los hombres que habían venido
con él a conquistar, para decidir si regresaban o se quedaban. La mayoría se
quedaron.
Esta negociación entre
Diego de Almagro y Pedro de Alvarado tuvo lugar el 26 de agosto de 1534. Unos
días antes, el 15 de agosto, Diego de Almagro había fundado la ciudad de
Santiago de Quito como estrategia para afirmar la posesión del territorio. De
esta manera, Almagro (nacido de apellido Montenegro en Almagro, La Mancha) sumó
un argumento para demostrar la posesión del territorio en disputa a favor del
adelantado Francisco Pizarro y, en consecuencia, orillar a Alvarado al abandono
inmediato de su empresa conquistadora.
Es imposible determinar en
qué medida pesó, pero la fundación ese 15 de agosto de 1534 de la ciudad que
derivó en Santiago de Guayaquil, a juzgar por los resultados, satisfizo el
propósito que espoleó su intempestiva hechura (3).
(1)
Pudo ser distinto: ‘El mal clima contra la expedición de Alvarado’, Xavier
Flores Aguirre, 9 de abril de 2016.
(2) El
derecho, pues Francisco Pizarro tenía una capitulación a su favor (dada por la
corona de Castilla en Toledo, el 25 de abril de 1529) que lo nombraba
“Gobernador del Perú”, mientras que Pedro de Alvarado tenía una capitulación a
su favor (dada en Medina del Campo, el 5 de agosto de 1532) que le impedía
conquistar “las tierras en las que hoy hay proveídos gobernadores”, v. Ortuño
Sánchez-Pedreño, José María, ‘Los afanes del adelantado de Guatemala, Pedro de Alvarado por descubrir y poblar en el mar del sur. Documentos y exploraciones’. Revista de Estudios
Histórico-Jurídicos, Vol. 27 [2005], pp. 251-279. La fuerza, pues las huestes
de Alvarado llegaron a las alturas de Liribamba ya muy mermadas. Al respecto, ver
el enlace anterior.
(3) ‘El azar de un nombre’, Xavier Flores Aguirre, 3 de noviembre de 2015.
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