Está claro que sobre fútbol puede hablarse ad infinitum. Hablarse de cosas triviales o profundas, en tono amable o agresivo; vituperarse cosas despreciables: la corrupción de los dirigentes, la desaforada ambición de los jugadores (escudada en un profesionalismo que todo lo convierte en negociable), la mediocridad infame de la prensa deportiva local (Vito Muñoz induce al vómito), así como extraerse lecciones morales valiosas (alla Camus: “Después de muchos años, durante los cuales el mundo me ha permitido vivir experiencias variadas, lo que sé acerca de la moral y de las obligaciones de los hombres se lo debo al fútbol”) o incluso postularse una identidad nacional en cierne. Hablar sobre los hechos inmediatos de un partido implica casi la bullosa necesidad de evocar hechos del pasado y profetizar sucesos futuros: sobre cualquier hecho mínimo (digamos, un tiro libre indirecto o el color de la casaca de un arquero) el contexto puede ampliarse y multiplicarse, fue dicho ya, ad infinitum.
En particular, ante las miserias notorias del fútbol moderno (trivialidad, agresividad, corrupción, ambición desaforada, mediocridad infame) yo sugiero dos cosas: la primera, conjugar la esencia dialogada del fútbol en lo que Julián García Candau llama su épica y lírica. Porque como sentenció Ángel Cappa en el fútbol no se recuerdan los resultados, se recuerdan las emociones y son, precisamente, esos recuerdos los que nos constituyen en creyentes de una iglesia o una secta fubolera. Lo trivial, lo aleve y lo miserable tienen cabida, pero una podada de la sabia Prestobarba de Occam les viene siempre bien. Cifrémonos en las emociones, en lo que de veras importa: lo que nos constituye en hinchas y nos diferencia de los funcionarios y de las cuotas de imbecilidad que siempre nos acechan. Lo segundo, que en razón de que el fútbol (como toda otra experiencia –pregúntenle sino al de Quincey de El asesinato como una de las bellas artes) puede apreciárselo como una apuesta estética, acaso prescindiendo de las emociones y disfrutándose de la cerveza y la compañía, donde el goce nos lo depara su ejecución excelsa, sea ésta la manera de apreciarlo. (Esta hipótesis podría aplicarse a los partidos de la Champions.) Acaso sean estas dos vertientes las islas que nos conviertan en sobrevivientes de un naufragio moral.
La primera (digamos, la vertiente emocional por oposición a la vertiente estética) de esas vertientes nos convierte en feligreses de iglesias en ruinas (Barcelona, Emelec, Aucas –el equipo de Kojudo Mayor) o de sectas sin futuro (¿qué otra cosa es el hincha del equipo camarata o del Automotriz Macas?): nos convierte en creyentes de una fe que, si nos atuviéramos al asomo de una lógica sensata, debería desencantarnos. Pero la fe desecha los argumentos de la razón (lo que ha teñido de sangre la historia de las religiones y no pocos estadios contemporáneos) y se cree, simple y llanamente, porque se quiere creer. Credo quia absurdum, cuentan que postuló Tertuliano: es extraño que no apadrine un equipo de fútbol. Lo más probable es que yo no tenga noticia del Tertuliano F.C., un ariete de la honestidad.
Digamos que, en general, creemos porque queremos creer. En El Factor Borges (un libro que acabo de leer y que comentaré en otra entrada) se cuenta la siguiente anécdota (Pág. 121):
“Una vez, en Madrid, un periodista me preguntó si en Buenos Aires había un Aleph. Casi cedo a la tentación y le digo que sí, pero un amigo intervino y señaló que si un objeto semejante existiera sería no sólo la cosa más célebre del mundo sino que revolucionaría toda nuestra concepción del tiempo, la astronomía, las matemáticas y el espacio. ‘Ah’, dijo el periodista, ‘entonces usted inventó todo el asunto. Yo pensé que era verdad porque usted había puesto el nombre de la calle’”.
Si un sujeto de mediana instrucción (un periodista) puede fundar la sospecha de la existencia de un objeto de ostentosa imposibilidad (el Aleph) en un hecho tan espurio (la mención de una calle), ¿qué no puede esperarse de la fe de un fanático fubolero? Al menos en comparación (dicho sea a pesar de tanto imbécil que anda suelto y que empaña, todavía sin mancharla(1), su hermosura) la fe de un fubolero no intenta imponerse coactivamente a otros (como no sea en la educación sentimental de la niñez(2)) ni se despacha con inquisiciones u otras variantes imbéciles que son comunes en otras formas de la fe. Todavía es la fe de la niñez, la recuperación semanal de la infancia que postuló Javier Marías. Benditos sean entonces todavía estos 22 salvajes-hijos-de-puta detrás de un balón.
(1) Porque “la pelota no se mancha”, dijo un enviado.
(2) La foto muestra a un señor vestido de azul y de mostacho ladri, a la sazón mi viejo, en circunstancias en que se convierte en proveedor de educación sentimental para el loco bajito de su sobrino-nieto (el hijo del que tiene que pagar la mitad de un Zacapa 23).
En particular, ante las miserias notorias del fútbol moderno (trivialidad, agresividad, corrupción, ambición desaforada, mediocridad infame) yo sugiero dos cosas: la primera, conjugar la esencia dialogada del fútbol en lo que Julián García Candau llama su épica y lírica. Porque como sentenció Ángel Cappa en el fútbol no se recuerdan los resultados, se recuerdan las emociones y son, precisamente, esos recuerdos los que nos constituyen en creyentes de una iglesia o una secta fubolera. Lo trivial, lo aleve y lo miserable tienen cabida, pero una podada de la sabia Prestobarba de Occam les viene siempre bien. Cifrémonos en las emociones, en lo que de veras importa: lo que nos constituye en hinchas y nos diferencia de los funcionarios y de las cuotas de imbecilidad que siempre nos acechan. Lo segundo, que en razón de que el fútbol (como toda otra experiencia –pregúntenle sino al de Quincey de El asesinato como una de las bellas artes) puede apreciárselo como una apuesta estética, acaso prescindiendo de las emociones y disfrutándose de la cerveza y la compañía, donde el goce nos lo depara su ejecución excelsa, sea ésta la manera de apreciarlo. (Esta hipótesis podría aplicarse a los partidos de la Champions.) Acaso sean estas dos vertientes las islas que nos conviertan en sobrevivientes de un naufragio moral.
La primera (digamos, la vertiente emocional por oposición a la vertiente estética) de esas vertientes nos convierte en feligreses de iglesias en ruinas (Barcelona, Emelec, Aucas –el equipo de Kojudo Mayor) o de sectas sin futuro (¿qué otra cosa es el hincha del equipo camarata o del Automotriz Macas?): nos convierte en creyentes de una fe que, si nos atuviéramos al asomo de una lógica sensata, debería desencantarnos. Pero la fe desecha los argumentos de la razón (lo que ha teñido de sangre la historia de las religiones y no pocos estadios contemporáneos) y se cree, simple y llanamente, porque se quiere creer. Credo quia absurdum, cuentan que postuló Tertuliano: es extraño que no apadrine un equipo de fútbol. Lo más probable es que yo no tenga noticia del Tertuliano F.C., un ariete de la honestidad.
Digamos que, en general, creemos porque queremos creer. En El Factor Borges (un libro que acabo de leer y que comentaré en otra entrada) se cuenta la siguiente anécdota (Pág. 121):
“Una vez, en Madrid, un periodista me preguntó si en Buenos Aires había un Aleph. Casi cedo a la tentación y le digo que sí, pero un amigo intervino y señaló que si un objeto semejante existiera sería no sólo la cosa más célebre del mundo sino que revolucionaría toda nuestra concepción del tiempo, la astronomía, las matemáticas y el espacio. ‘Ah’, dijo el periodista, ‘entonces usted inventó todo el asunto. Yo pensé que era verdad porque usted había puesto el nombre de la calle’”.
Si un sujeto de mediana instrucción (un periodista) puede fundar la sospecha de la existencia de un objeto de ostentosa imposibilidad (el Aleph) en un hecho tan espurio (la mención de una calle), ¿qué no puede esperarse de la fe de un fanático fubolero? Al menos en comparación (dicho sea a pesar de tanto imbécil que anda suelto y que empaña, todavía sin mancharla(1), su hermosura) la fe de un fubolero no intenta imponerse coactivamente a otros (como no sea en la educación sentimental de la niñez(2)) ni se despacha con inquisiciones u otras variantes imbéciles que son comunes en otras formas de la fe. Todavía es la fe de la niñez, la recuperación semanal de la infancia que postuló Javier Marías. Benditos sean entonces todavía estos 22 salvajes-hijos-de-puta detrás de un balón.
(1) Porque “la pelota no se mancha”, dijo un enviado.
(2) La foto muestra a un señor vestido de azul y de mostacho ladri, a la sazón mi viejo, en circunstancias en que se convierte en proveedor de educación sentimental para el loco bajito de su sobrino-nieto (el hijo del que tiene que pagar la mitad de un Zacapa 23).
27 comentarios:
y con un viejo tan pilas, ¿cómo así acabaste amarillo hepático?
me gustó esta entrada. una es hincha porque le gusta hinchar y sufre y se angustia y blasfema en el estadio, frente a la tele, contra los directivos, los jugadores, la mamá del árbitro, el cargoso otro hincha que grita el partido entero como si estuviera ganando (ése es mi hermano) porque así es la vida, pues. ya, qué carajos. lo que sorprende es que otros se amarguen porque yo sufro así...
(por cierto, tu secta se va a quedar sin iglesia, dicen que la va a comprar el negro paz)
saludos azules (desde el fondo oscuro y fresco de la tabla)
Lindo artículo pero en la última línea no puedo más que disentir.
Bendito Polo Wila?? Narciso Mina?? Oscar Bagui?? No, no y NO!!!
Bendita la pelota, bendito el espíritu amateur de algunos jugadores, bendito el hincha honesto y fiel, bendito el fútbol mismo (profesional, entre amigos, entre enemigos), benditas las buenas emociones que despierta el fútbol.
Esos 22....esos...siguen siendo unos salvajes hijos de puta!!!
Jajaja, azul, qué bueno tenerte por aquí. Mi viejo es lo más a pesar de ser azul, ja (¡aunque como nos divertimos en mi niñez y adolescencia hablando de fútbol!). En realidad, para hacerte corta la historia larga yo iba para azul por herencia paterna, pero mis viejos se separaron cuando yo era muy niño todavía y me tomaron a cargo los Aguirre (todos amarillos menos mi tía Jovita y mi prima Paula -y cuando te digo todos, te hablo de descendientes de 13 personas: cientos) en cabeza de mi tío Óscar que me proveyó de educación sentimental ultra-pasional por la amarilla y con quien asistí tantos años de mi vida al Modelo y al Monumental. Gracias Tío. Gracias.
Corrijo: mi iglesia se quedará sin templo. Tampoco me lo creo. Por cierto, felicitaciones. Al fin conocieron el sabor de la esquiva victoria: todo un detalle, ja.
josé: pero es que no puedo menos que concordar contigo y creo que precisamente ese es el mensaje de mi entrada. Uno quiere el fútbol por sus emociones o por su belleza y muchas veces lo quiere a pesar de un cerro de hijueputas que lo conforman (dirigentes, jugadores, periodistas). Es como aquella afirmación de Sabina: la droga y el alcohol tienen toda mi solidaridad, no así el drogadicto y el alcohólico. El símil: el fútbol tiene toda mi solidaridad, no así (preciso: no muchos de los hijos-de-la-grandísima-puta que son) los futbolistas.
Saludes.
como dice el manipulador de Niembro "cómo explicar con la razon un deporte que se basa en la pasíon" ; y si ... creo que tiene que ver mucho la familia, los genes, las ganas de ir a ver a tu equipo asi lo goleen, la pasas mejor viendo la goleada que estando en otra parte sin saber que estas pendiente de tu equipo , ... para mi el Barce es como un hijo enfermo (ojo, aún no tengo la dicha de tener hijos) mientras mas enfermo está , mas pendiente estoy de el.
para muchos seré buen hincha , para muchos un tonto por seguir creyendo... eso es la FE
CM
A mí me gusta el fútbol.
Valdano tiene razón "el fútbol es como la vida".
Una anécdota: a mi papá no le gusta el fútbol, es azulejo (se entiende: no le gusta el fútbol es azulado). Nunca desperdiciaba sus tardes dominicales frente al televisor, peor en la grada.
Yo, por alguna especie de correcta alineación astral, no puedo vivir sin el fútbol, veo cualquier partido que dan en la televisión, no falto al estadio y, por cierto, soy barcelonista.
Sobre esos 22 salvajes: tienen su suerte, la gloria o la condenación en sus pies.
No hay como el fútbol para historias fabulosos, sueños de pibe hecho tango.
El que no lo entiende es porque es hincha de algún equipo chico.
Saludos,
JM
pd: azulita, no te preocupes por nuestro templo. preocúpate por tener uno de verdad.
Hay preguntas que uno no puede responder, varias son las del equipo. Dicen que èl ùnico requisito para ser hincha es amar a tu equipo y odiar al resto.
Como uno llega hacia un color , es siempre largo pero parace la respuesta de la vida. Yo quise ser azul, pero blanco el primer estadio donde vivì el fùtbol fuè la casa blanca y desde ese dìa no hay nada como el campeòn de sudamèrica. Eso si, a los amarillos les reconozco la necedad, mi hermana por ejemplo cuando se identifica como extranjera, saca esa bandera por donde sea y creànlo si las de venezuela y colombia son semejantes, ese trapo mugroso de barcelona, es inconfundible por otros lares.
Uno puede renegar de todo en la vida, nacer ecuatoriano y nacionalizarse gringo (desgraciado completo en plena época de la revolución ciudadana), llamarse USNAVY y acudir al Registro Civil para cambiarlo por Agapito, casarse y luego divorciarse para luego volver a casarse y divorciarse cuantas veces quiera, hasta Michael Jackson pasó de negro a blanco. Pero si hay algo de lo que nunca se va a renegar es del equipo del que uno es hincha, la explicación de lo que es amor verdadero está ahí, ese que no entiende de razones, qué chucha que Wila use la 8 que antes usó el gran Juárez, qué chucha que la 10 de Bolaños la lleve un enano paraguayo que es incapaz de dar un pase correctamente. Qué chucha que los jugadores, el técnico y los dirigentes sean un desastre, en la cancha está la camiseta, está el amor inquebrantable, está la prueba de que la fidelidad existe, ¿cómo darle la espalda a eso?.
http://www.youtube.com/watch?v=6VpH34-f89s
Si me pasa esto lo boto de la casa al loco bajito. ja
El futbol es exactamente la dosis semanal de sufrimiento que uno necesita, aunque ultimamente a los barcelonistas nos quieren matar de una sobredosis de sufrimiento mezclada con grandes cantidades de aburrimiento.
Saludos...
¡grande, amanda! en fútbol, los enemigos de mis enemigos son mis amigos aunque claro, ese principio fundamental de amar a mi equipo y odiar al resto siempre prima.
en cuanto al 'templo', vaya que el blog aguanta todo...esos noveleros monumentos al ego (y aquí se incluye la casa blanca, amanda. disculpa, es el principio fundamental el que aplica en este punto...), ésos, digo, no se comparan con el glorioso capwell.
CM: simón, esa es la fe, es que esa es.
JMLC, creo que el hincha de equipo chico no sólo que no tiene por qué no entender sino que acaso entienda mejor: nos recuerda Villoro (llegas a su comentario vía el enlace "Javier Marías" en mi entrada) que Bioy Casares decía que "la mejor manera de adquirir un temple frente a la adversidad es ser hincha de un club perdedor". Intuyo que tú me puedes decir algo sobre el destino de nuestro templo. Si es así, por favor: soy todo ojos. Y sí, azulita: preocúpate por tener un estadio de verdad, ja.
amanda: blanco, ¡puaj! Ayer mi grito de guerra era, ¡viva Pernambuco! Y ganamos por dos de diferencia.
Fernando, un tipo que me diga, "yo era hincha de A (así A sea un equipo de leprosos moribundos) pero a partir de los 23 años soy hincha de la Liga. ¡Con eso que fueron campeones de América, ñaño!" sólo merece que le pierda automáticamente el respeto: yo sé, de ese momento en adelante, que esa persona no es confiable, que es basurilla y nada más. Ahora, me imagino al loco bajito como hincha de B.S.C. y me muero de la risa(porque ampárenos el Dios de los cristianos o de cualquier otra ralea: que no se haga de un equipo paisano: si así, yo le negaré todas las cervezas y trago de cualquier índole en el futuro, hasta el último de mis días). En todo caso, todo apunta (la educación sentimental en casa es demasiado sólida, casi como la de la mismísima propaganda) a que no, but you never can tell, man.
RF: sí, a veces ya parece tumoch, pero sabemos bien que nunca es tumoch, ¿no?
Azul: ¿glorioso Capwell? Supongo que te referirás al bonachón gringo y no a la fosforera de la calle San Martín, ja.
(Estos comentarios ya se están poniendo pasionales, ja, la pucha que el hincha que tenemos no nos abandona nunca).
Saludetes.
jajajaj, cierto es, estamos enseñando las costuras...
y, por cierto, guayaco que se precie es regionalista por algún lado. en quito hay gente del bombillo, de barceleche, sin problemas. pero en gquil puedes ser de cualquier equipo -hasta se perdona que no te guste el fútbol- pero, eso sí, nada de hinchar por alguno serrano. salvo que seas milico o chapa (paisano, pues). así que, amanda, ¿qué grado tiene ud., compañera?
un abrazo eléctrico
Noseas tan sanatero, que ahora te regocijas "estéticamente" con un partido de la "champions". De suyo, que si juega un equipo italiano de sin algún desadaptado (alla kaká) el partido sale bastante más chato que un caracas vs monterrey. Creo que te dejas llevar por el populismo futbolero, más que por al estética, en esa afirmación.
azul, es cierto. Sería interesante buscar la genealogía de ese hecho. Acaso el devenir del equipo que fue popular en Quito que cayó en franco declive (el Aucas llegó a jugar en segunda) a diferencia del equipo popular de Guayaquil que fue en ascenso (BSC) aunque ahora está en picada o, al menos, en zona patética desde hace un decenio y más, sea parte de la explicación. En adición, que el que fue durante mucho tiempo el equipo victorioso de Quito haya sido un equipo que no incentive el que te conviertas en hincha (ser hincha de El Nacional era formar parte de una corporación, no de una tradición) no contribuyó en nada a generar un arraigo de los paisanos por sus equipos paisanos. Obvio que la mayoría de los paisanos son hinchas de equipos paisanos, pero existe una porosidad que en la Costa, hasta hace poco (ahora observo con horror algunos tipos con la camiseta de la Liga: ¡impresentables!), era impensable. Al uso, una anécdota. En el Colegio donde estudié, el Cristóbal Colón, en uno de los cursos de primaria (tendríamos unos 9 ó 10 años) fuimos 64 estudiantes, de los cuales 5 eran azules (y eran vilipendiados por padecerlo), 58 éramos amarillos y había uno que declaraba que no le gustaba el fútbol. Nos parecía un imbécil, un pobre diablo, pero vaya y pase, cada loco con su tema. Hasta que un día nos reveló que era hincha del Deportivo Quito. Ese día, en el recreo, lo golpeamos. No fue una paliza ni mucho menos: alcanza para llamarla tute. Pero fue porque nos pareció absolutamente impresentable, ofensivo y de mal gusto que un sujeto se declare hincha de un equipo paisano. Emelec ya era para esa mayoría amarilla que éramos una desviación grave que merecía vilipendios varios, pero ser del Quito: eso era demasiado impresentable, tumoch. Se ganó el disidente a pulso esos cocachos, ja.
EM, de acuerdo. La Champions no siempre deparará aquel goce estético y menos que menos cuando juegan los aburridos equipos italianos. Y es perfectamente posible, me hago cargo, que un partido Caracas vs. Monterrey sea mejor que toda la Champions 2009. Pero sería una excepción. Lo lógico es que un Liverpool-Barcelona sea un partido para apreciarlo (valga el símil) como escuchar una sonata. Un abrazo, y a ver si nos encontramos para que me pases esos libros de una pinche vez, ja. Salute.
Azul y Xavier, no concuerdo tanto con ustedes.Recuerdo que cuando la liga salio campeon de la libertadores varios emelecsistas lloraban de la felicidad. No creo que la liga campeon nos haga mejores ecuatorianos, ni tampoco lo creere el dia en que la miss mundo sea ecuatoriano, simplemente fue un acto patetico de los electrocutados. A los de liga aunque nos duele si habia que felicitarlos. Imaginaba que el Rodri Paz le iba a soltar algo de plata ante tanta lamboneria a su equipo filial en el Guayas.
Saludos...
RF, no sé quiénes eran esos emelecistas pero eran bastante lamentables. Yo no recuerdo haber visto ningún fanático azul que haya hecho algo tan patético como "llorar de la felicidad" por el triunfo de Liga. En todo caso, esa actitud está lejos, muy lejos (lo digo en mi condición de hincha) de parecerme encomiable. Yo vi la final de la Libertadores en compañía de un pana azul (El Mediodía, para más señas) y ambos le íbamos (pero, es que sensatamente dicho en clave de fútbol, ¿cabía otra opción?) al Fluminense. Lo siento pero en materia de fútbol mi equipo es mi patria y así como no le voy a la Liga, tampoco espero si BSC (cosa que parece andar muy lejana dadas sus perfomances, pero en fin) gana un torneo internacional (llámese Libertadores o lo que sea) recibir felicitaciones ni lágrimas de quienes no son parte de mi patria amarilla. Lo siento, es simplemente parte de ser hincha. Salute.
Mi azul guapa: (te estoy cogiendo cariño, por este y otros sitios) esa popularidad "sòlo gràfica" PUAJ, bicolor no me llegò nunca, el fin del asunto, un 7-0 que le propinó mi liga a tu equipo, en èl mencionado puesto de los deseos del negro Paz de blanquearse, fueron màs.
Azul y Xavier, si es que me chanto el guante, por ahì algunos cromosomas me ayudan a la permeabilidad con la "paisanada" y sin penas porque si "soy del rìo" en serio, algunos madera de guerrero escondes sus antecedentes de Alausì o Guaranda. A mì me brotaron en el fùtbol. El aucasaucasaucasaucas, tampoco me diò, uff.
Les cuento compañeros, que en el algunos lugares migratorios , les toca elegir equipo, gente que crece con una total "orfandad " de educaciòn hincha, merecen nuestra compasiòn, que en Galàpagos hay serios hinchas del Macaracito.
Me contaron mis tios serranos que se fueron al Japòn con nuestra leega, que habìa varios en ese paìs declarados del equipo, y que la mayorìa de los del Manchester eran japoneses. En esto si coincido Xavier, guacala, impresentables, que desfachatez, cuanta mala fè, cuanto desdèn.
Azul, en broma , como me dijiste, te respondo: el grado de zafada, oficialmente.
Lo de Raúl Farias es un sueño húmedo de amargado barcelonista. Yo escribo en una página web de EMELEC y precisamente antes del partido escribí un artículo apoyando al FLU, todos los comentarios que recibí fueron a favor por lo que no sé de dónde saca lo de llorar de alegría, cosa que como emelecista hice las dos veces que el equipo color meado perdió las finales de la Libertadores.
http://www.youtube.com/watch?v=ErItAihZyW4
Vean y escuchen lo que es una hinchada de verdad, los demás no existen.
Para mí, en general, un partido de la Libertadores es mejor que un partido de la Champions. Me llena más. Por ahí no tiene el glamour de los partidos europeos, pero en la Libhertadores se ven otros ingredientes que no hay allá en el viejo continente.
Acá salta el equipo local a la cancha, y la popular expolta en rugidos y se ven bangalas por doquier, una fiesta. Allá saltan los pañuelos blancos y las bufandas de colores (excepto en Turquia y los países de la antigua Yugoslavia, también en el Giuseppe Meazza).
Acá se ven estadios antiguos que son verdaderos monumentos históricos. Allá están todos nuevos y le dan un aire snob al fútbol. Acá incluso te encuentras con un Alejandro Serrano Aguilar o un Palo Grande de Manizales; impensables escenarios para un partido de copa europea.
Acá el estado de la cancha varía desde óptimo hasta casi impresentable, creando un ambiente algo amateur y de potrero. Allá son unas alfombras más para un "green" de golf que una cancha de fútbol.
Allá los jugadores jóvenes entran rápidamente en los esquemas rígidos de los equipos y son parte de un sistema colectivo. Acá cada tanto aparece un pibe desubicado que le tira un caño a un "consagrado" (me emocionó verlo a "dinamita" Paredes del Cuenca vejándolo un par de veces a Morel Rodríguez con un desparpajo conmovedor).
Acá todos los años (antes era mucho más seguido) se arman verdaderos "battle-royals" entre jugadores y miembros del cuerpo técnico que incluyen a veces hasta hinchas desubicados que saltan al campo de juego. Allá se golpearon entre Inter y Valencia y los suspendieron a todos por 1 o 2 años o salta un hincha a mostrarle una banderita en la cara a Dida y casi suspenden a ese estadio de por vida.
Acá hay FOLCKLORE, allá hay GLAMOUR.
El fútbol no tiene porque ser fino ni glamoroso, prefiero a los Chapus Braña, Pumas Carranza, Blases Giunta, Carlos Hidalgo; antes que a los Cristianos Ronaldo, Beckhams, Gutis o Niños Torres.
"Much ado about nothing"
La procesión se lleva por dentro. El resto de comentarios están demás. Que si yo esto; que mi equipo lo de acá; que esto no es aceptable en el fútbul y esto si...
Bull shit!
El verdadero hincha, igual que el verdadero feligrés, lleva su procesión por dentro y su cruz a cuestas en silencio.
Dado que la irracionalidad sustenta y justifica el accionar del hincha de manera similar a la fe de los que creen en un dios, resulta tautológico y necio abundar en comentarios como los "sapiencialmente" han sido vertidos en esta entrada.
Fernando: bonita la hipérbole. Na' más.
josé: emotivo alegato, buena pluma. Y muy de acuerdo con la alegría de potrero de lo sudamericano (porque Centroamérica es otro rock, eso también). Pero si el glamour viene cómo ciertos partidos del Manchester o vestido de la magia de jugadores alegres de potrero tipo Messi o Tévez, celebro muy mucho ese teñido glamour. Pero a festejar siempre, porque no hay pérdida: la Libertadores o la Champions, todo bien: nos sobran los motivos.
KM: not nothing. No estoy para nada seguro que el "verdadero" (ufff, qué término) hincha sea aquel silente sufridor que tú refieres. Puede que haya hinchas así, como también aquello que exteriorizan su sentimiento. No siento que haya nada "verdadero" o "falso" en esto, sino simplemente distintas maneras de sentirlo y expresarlo. En todo caso, yo si prefiero a aquel que exterioriza lo que siente, porque es una forma de liberar pulsiones y de expresar el innato sentido de competencia de los seres humanos (ese es el sentido que tiene el deporte en general: liberar de manera civilizada las pulsiones guerreras inmanentes a lo humano).
Salute.
Xavier;
Te recuerdo que KM es hincha del Aucas con eso se aclara su comentario.
Por pura joda, y desviándome del tema:
...prefiero a aquel que exterioriza lo que siente, porque es una forma de liberar pulsiones y de expresar el innato sentido de competencia de los seres humanos...(sic)
Ese parrafito contradice tu espíritu socialista en el "core".
Se desprende de tus palabras que el innato sentido de competencia de los seres humanos, es un sano impulso.
El socialismo y las ideas de izquierda son la antítesis de ese innato sentido de competencia. Buscan oprimirlo, controlarlo, sobordinarlo a un ente burocrático.
Contradictorio. En el fútbol, nos resultaste ser un capitalista alharaquiento, altamente místico. En la vida, un come-curas socialista. Nimiedades por supuesto.
No leíste la letra pequeña. La idea detrás de mis palabras es que, la relación entre el hincha y su equipo, a la final, se torna en algo entre ese hincha y su ídolo, cosa similar a lo que sucede con un feligrez y su Dios. Resulta odioso y contraproducente exteriorizar y "compartir" con otros su experiencia religiosa. Un hincha que espera de los otros una exaltación de lo que él mismo profesa, para tener ese "reasurance" me parece que no es un fiel hincha, pues necesita del apoyo moral de los otros, para vindicar y confirmar su acto de fe. "Peer presure-peer support", tan fatuo y frívolo, que convierte esa reverencia al deporte y a los equipos, en una idiotez deleznable.
Necesitar de los gritos y alaridos, (y preferir eso) de los otros compinches, para sentirse seguro de sus afectos hacia ese ídolo y afianzar la devoción, un verdadero absurdo.
Preferir el fariseismo y a las beatas que rezan a voz en cuello, se dan de golpes en el pecho y se sientan en primera fila en el templo, es el equivalente a tu afirmación. Absurdo.
Fernando: lo sospeché desde un principio.
KM, interesante joda porque permite aclarar algunos puntos que suelen confundirse (por asumir de manera simplista algunos conceptos). Mi defensa usual en materia política es el respeto a la autonomía individual (el más amplio respeto al desarrollo de las libertades individuales -se pueden aceptar restricciones, pero esas restricciones deben tener un sólido fundamento) y la promoción del autogobierno colectivo (la posibilidad de toda persona de intervenir en los ámbitos de interés común de la manera más amplia y crítica). Subyace a estos postulados un mínimo de igualdad que los habilite (el concepto de libertades individuales y de participación política se viene al carajo sino admitimos un mínimo común para poder desarrollar ambos ámbitos) y una sociedad que, con base en una sólida idea de igualdad, no admita discriminaciones de ninguna índole. Este entramado teórico, en la medida en que tiene la igualdad como un valor importante a defender, se lo puede considerar de izquierdas, e incluso podríamos motejarla de "socialista" en la medida en que le añadas el adjetivo "democrática". Un adjetivo no menor, que implica la defensa de una serie de libertades que el socialismo ortodoxo no respeta; por cierto, ese socialismo ortodoxo yo no lo suscribo. Mi crítica hacia ese socialismo y, en particular, hacia el ideal comunista (a instancias de Cioran) es que se trata de un ideal anti-psicológico, que no toma en cuenta, digámoslo en crudo, la madera de la que estamos hechos los seres humanos, esa impronta de amor propio que no siempre estamos dispuestos a sublimar en el altruismo pero que tampoco puede realizarse sino solamente en comunidad.
En todo caso, mi respeto a la libertad individual supone un respeto a esa innato sentido de competencia (que si se encauza en el deporte, tanto mejor) que no es sino una de las tantas manifestaciones de la sociabilidad humana y que, bien entendida y practicada, nos ayuda a convertirnos en mejores personas. Mi concepto de, llamémoslo así, "socialismo democrático" no resiente la posibilidad de la competencia: la postula. No existe entonces contradicción alguna. Ah, y por cierto, fuck the priests.
En el tema fubolero, acaso los tantos años de auquismo te hayan introducido en un celibato de gritos (en razón de la escasez de emociones que le reporta el así llamado "Papá" Aucas a su cada vez más lánguida hinchada) que lo vives como (espero que no alla enriqueiglesiana manera) una "experiencia religiosa". Pero créeme: los hinchas no gritan, ni se exaltan, ni exteriorizan risas o lágrimas, ni esperan que otros lo hagan, para sentirse bien o para justificarse. Lo pueden hacer en soledad o en compañía: nos vale madres. Simplemente lo hacemos porque somos hinchas, no hinchas místicos ni célibes de gritos, pero hinchas al fin y al cabo. Salute.
Punto a parte. Deponiendo los estereotipos y prejuicios homofóbicos, gustoso compartiría con vos, si es de tu interés, vino y tertulia algún día.
Me preguntó una vez un niño: ¿Qué es la Copa Libertadores?
Con asombro y pena, pero sin pizca de verguenza, le contesté:
No sé. Yo solamente soy hincha del Aucas.
en el fútbol, el único que lleva la procesión por dentro es el árbitro.
triste personaje...por eso, juez ni en broma...
KM, encantado. Ojalá se dé. Y sí, siguen invictos en la Libertadores, ja.
Azul, ni juez ni chapa, ja.
Salute.
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