Esta madrugada leí el artículo Un plato de pólvora que el periodista argentino Juan Cocco publicó en diario El Telégrafo. Su lectura nos entera de estadísticas, vía la cita al Balance Militar de América del Sur 2008 que edita el Centro de Estudios Nueva Mayoría, como que Brasil es uno de los 15 países del mundo que más gastan en defensa (20.700’000.000 en 2007) y que representa el 53% de los gastos que realiza el UNASUR (que en total gasta 39.000’000.000) y
el triple de lo que gasta la CAN. Indigna saber, sin embargo, que en la relación gastos de defensa/PIB Ecuador es el país cuyo porcentaje es el más alto de la región con el 3.38% de su PIB destinado a gastos de defensa en el 2007 (por encima del promedio regional que es 1.7%, lejos de Argentina y Surinam, con solamente el 0.92% y, para peor, en alza el 2008 con el 3.81%). La pregunta entonces es, ¿a quién le ganaron, esos? (1) (sea dicho con perdón) ¿a las fachadas de los edificios?
La respuesta no es sencilla, pero supongo que una genealogía de la institución militar nos conducirá desde caudillos dispersos en los albores de la República hasta su clara preeminencia en la esfera pública (“árbitros de la democracia”, como si la democracia fuera un partido de fútbol en Parcayacu) y la cooptación de espacios civiles por elementos militares (2), en razón de la incesante debilidad de las otras instituciones del país durante la segunda mitad del siglo XX (ese contraste entre fuerzas armadas y sociedad civil sucede en especial a partir del decidido apoyo de los Estados Unidos en la aplicación de la Doctrina de la Seguridad Nacional). Este asunto merece debatirse con seriedad. De allí que el editorial que en diario El Universo publicó Manuel Ignacio Gómez Lecaro titulado Buques en el mar merezca mi aplauso. Coincido con GL en que en Latinoamérica sólo se juega a la guerra: en casi doscientos años de repúblicas independientes los únicos conflictos bélicos que se registran son la guerra de Chile con la Confederación peruano-boliviana, la guerra del Pacífico con idénticos actores, la guerra de la Triple Alianza en que Brasil, Argentina y Uruguay (a instancias de Gran Bretaña –wanckers) mermaron a Paraguay, la guerra del Acre entre Bolivia y Brasil, la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, la guerra entre Ecuador y Perú y la guerra del Fútbol (casi un blooper, dicho sea con perdón) entre Honduras y El Salvador. Una cantidad ridícula, mínima, para casi 200 años de historia. Pero ese jugar a la guerra les ha reportado a los militares (Ecuador es vivo ejemplo) jugosos dividendos. Entre tantos, en el caso local, la Base Naval de Salinas, tal como lo critica GL (quien ya lo había mencionado antes y un capitán de la armada con pocas pulgas lo declaró enemigo y amenazó con perseguirlo como “perro en el desierto”)… Y vuelve la pregunta, ¿a quién le ganaron, esos?
La respuesta no es sencilla, pero supongo que una genealogía de la institución militar nos conducirá desde caudillos dispersos en los albores de la República hasta su clara preeminencia en la esfera pública (“árbitros de la democracia”, como si la democracia fuera un partido de fútbol en Parcayacu) y la cooptación de espacios civiles por elementos militares (2), en razón de la incesante debilidad de las otras instituciones del país durante la segunda mitad del siglo XX (ese contraste entre fuerzas armadas y sociedad civil sucede en especial a partir del decidido apoyo de los Estados Unidos en la aplicación de la Doctrina de la Seguridad Nacional). Este asunto merece debatirse con seriedad. De allí que el editorial que en diario El Universo publicó Manuel Ignacio Gómez Lecaro titulado Buques en el mar merezca mi aplauso. Coincido con GL en que en Latinoamérica sólo se juega a la guerra: en casi doscientos años de repúblicas independientes los únicos conflictos bélicos que se registran son la guerra de Chile con la Confederación peruano-boliviana, la guerra del Pacífico con idénticos actores, la guerra de la Triple Alianza en que Brasil, Argentina y Uruguay (a instancias de Gran Bretaña –wanckers) mermaron a Paraguay, la guerra del Acre entre Bolivia y Brasil, la guerra del Chaco entre Bolivia y Paraguay, la guerra entre Ecuador y Perú y la guerra del Fútbol (casi un blooper, dicho sea con perdón) entre Honduras y El Salvador. Una cantidad ridícula, mínima, para casi 200 años de historia. Pero ese jugar a la guerra les ha reportado a los militares (Ecuador es vivo ejemplo) jugosos dividendos. Entre tantos, en el caso local, la Base Naval de Salinas, tal como lo critica GL (quien ya lo había mencionado antes y un capitán de la armada con pocas pulgas lo declaró enemigo y amenazó con perseguirlo como “perro en el desierto”)… Y vuelve la pregunta, ¿a quién le ganaron, esos?
(1) Viene de la frase de un amigo argento de mi primo Fernando, quien desde un taxi quiso levantarse a una rubia pulposa con piropos borrachosos. La rubia lo ignoró. El grito del argento retumbó en la avenida quiteña, ¿a quién le ganaste?, le dijo (o sea: término utilizado para significar que la persona a quien se lo dirige no tiene derecho a actuar de la manera en que lo hace).
(2) Llegando a extremos ridículos, únicos en América latina, como éste: http://xaflag.blogspot.com/2007/07/ilcito-militar.html
P.S.- El domingo, el equipo con el más alto porcentaje en la relación gastos de defensa/PIB enfrenta al equipo con el mayor gasto militar regional. La selección local entrena, ay, en Parcayacu. Against all odds, ¡Aguante el tricolor!
1 comentarios:
yo creo que es una decision que hay que tomar como pais, el tener o no fuerzas armadas. Pq, si la mayoria de ecuatorianos consideran que las fuerzas armadas son una perdida de recursos y libertades, seria cuestion de llevar una consulta popular y suprimirlas como en costa rica. O, si optamos por mantenerlas, pues tenerlas bien armadas. Pero lo que ha sucedido en nuestro pais, y la ultima vez que se profesionalizo a las FFAA fue en la epoca de Alfaro, es que se tenian una FFAA de pacotilla que no estaba preparadas para la defensa del Pais.
Esto provoco que Peru nos robara casi el 50% de nuestro territorio nacional, y nosotros nos defendieramos con machetes mientras ellos tenian aviones.. algo parecido sucedio ahora en la frontera con colombia, donde ni radasres que funcionen tenemos. Por eso creo un mal necesario mantener las FFAA, y mantenerlas armadas de la mejor manera posibe, no tenerlas pobremente equipadas. Solo bajo este Gobierno algo se esta haciendo, sino recordar las armas de juguete que se compraron a Argentina.
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